Las reuniones del día habían concluido. Solo me quedaba esperar a que mi jornada concluyera y ver si Alessandro cumplió su promesa de arreglar mi coche y lo mande hasta acá, recoger a Alía y finalmente ir a mi no tan dulce hogar.¿Es lo mínimo que puede hacer, no?
-Aquí te mandaron otros papeles para firmar, el jefe los necesita antes de que te vayas.- Dice Vanessa haciéndome entrega de un folder.
-Bien, te aviso cuando estén listos; y por cierto, llamaron desde recepción para decirme que alguien espera por ti allí.- Un escalofrío recorre mi cuerpo ante de la idea de que vuelva a ser Federico, la ultima vez las cosas no terminaron muy bien.
-¿Te dijeron quien era?- Negó- Bien.
Sale dejándome con la incertidumbre carcomiéndome. De tan solo recordar esa vez...
Lena vuelve a aparecer por la entrada de mi oficina para reclamarme que hoy le he dejado plantada a la hora de comer.
-Se me ha pasado el tiempo Lena, tenía muchos documentos de los cuales tenía que hacerme cargo.
-¿No estarás dejando de comer solo por lo que ese estúpido de tu marido te dice, verdad?- Me quedo callada, aunque lo niegue, ella sabrá que miento.- Estás mal, sé que no es lo que quieres escuchar pero debes de olvidarte de eso.-
-Ya, lo tengo en cuenta, no vuelve a suceder.- Voltea los ojos cual niña de 11 años en modo de enfado.-
-De igual forma solo pasé a despedirme, ya me largo de este tormento.- Rio antes de esta darme un beso y salir.
Una vez concluyo procedo a retirarme. Nerviosa, tomo el ascensor y desciendo en el hasta la recepción.
Y Alessandro Calventti estaba allí.
Puedo afirmar que lo nervios desaparecieron, pero no por completo.
¿Por qué no mandó a uno de sus guoruras a decirme cualquier cosa o simplemente llamarme?
-Un gusto verla otra vez, en esta ocasión sin tanto afán- Sonrío amable.- He venido a entregarle su carro, he intervenido para que se haga lo más rápido posible y parece que ha funcionado.- Se levanta y otra vez su imponente figura opaca mi campo de visión.
-Gracias.- Digo tomando las llaves que este extendía. Sin más me dispongo a salir y de inmediato diviso mi auto el cual luce como nuevo, hasta que siento unas manos tibias tocando mi antebrazo a lo que respondo evadiéndolo de forma brusca. Uno, su tacto que aunque suave me dolió ante mi piel sensible y dos, porque hace un tiempo no tolero el toque masculino, todo mi instinto me alerta como si me harán daño otra vez - No me vuelva a tocar.
Su ceño se frunce y levanta ambas manos a modo de disculpas. – Lo lamento, de verdad.
Finalmente termino de salir del lugar a paso rápido del luego y ésta vez es mi nombre que escucho.
-Dana...-
Me detengo.
-¿Qué más desea señor? ¿No considera usted que ha sido suficiente por hoy? Ya le agradecí.- Mi tono estaba en total descortesía pero realmente me sentía agotada.
-No me interesa molestarla, de verdad. ¿Por qué se niega a instalar una simple conversación? Solo quiero eso.
-¿Para qué? No creo tener nada que hablar con usted; mi auto está listo y ni siquiera era un favor sino algo que le correspondía hacer. No necesito nada de más de usted, así que le agradeceré que me deje en paz.- Me sentí histérica, a demás de que estaba consciente de que mi accionar no era el más adecuado y que este hombre realmente no había hecho nada tan malo para merecer mi trato pero es que no sabía de qué otra manera estar cuando una simple compañía masculina me resultaba agobiante.
La verdad, ni yo misma sabía el motivo exacto de mi reacción.
-Bien, disculpe las molestias otra vez. Prometo no volver a incomodarle.- Luego de clavarle la mirada con un simple ¨pase un feliz resto del día¨ concluyo mi pasarela hasta el auto y allí, protegida por los vidrios tintados me derrumbo en lágrimas hasta antes de llegar al colegio por mi hija.
Ya en mi casa, prosigo a la misma rutina de siempre: revisar las tareas de Alía, hacer la cena e irme a la cama. Aún siendo menos de las 8 pm mientras veo un programa llamado Master Chef la curiosidad por el hombre de ojos grises sucumbe mi mente al paso de tomar mi portátil e ir directo a google.
Por la poca información que logré recolectar, tiene 37 años y es director y dueño de un empresa de telecomunicaciones, es italiano, no tiene esposa pero si perdió a un hijo hace unos tres años... tiene dos hermanos menores y sus padres aún están con vida.
Pocas veces soy demasiado cariñosa con Alía. No tuve demasiado amor en mi casa y cobardemente puedo decir que en un inicio me embaracé solo por conservar mi matrimonio, luego comenzó el caos y ya me perdí a mi misma. Pero siendo honesta, no me vería sobreviviendo a todo esto sin ella, es como la calma luego de la tormenta y no imagino que sería de mi si algo llegara a pasarle.
Escucho la puerta abrirse y todos mis sentidos se alarman. Federico llegó.
Me apuro en apagar todo y me hago la dormida antes de que entre a la habitación. Escucho como mueve algunas cosas en la cocina antes de acercarse a la habitación y logro quedarme quieta para ver si así evito cualquier problema.
Siento su respiración cerca de mi cuello al igual que un tufo a alcohol... no otra vez.
-Se que no estás dormida zorra, como buena mujer que eres abre esas piernas para mí y haz lo único que sabes hacer.- Mi cuerpo comienza a sacudirse por los nervios al igual que las lagrimas a empañar mis ojos. Es demasiado temprano y ya está borracho.
No aguanto más.
-No me toques Federico.- Digo saliendo de entre sus brazos y poniéndome de pie fuera de la cama.
Sonríe.
-Así me gusta, que te me pongas fieras para así domarte.-Tira de mi pelo con fuerza y me saca hasta la sala.- Esta es mi casa y tu eres mi mujer, así que si aún no te ha quedado claro, vas a hacer lo que yo te diga.- Hace hincar mis piernas y me quedo indefensa ante él.
Una vez más su puños chocan contra mi rostro.
1
2
La tercera la espero con los ojos cerrados pero esta nunca llega. El sonido del timbre capta nuestra atención y esta vez sí fui salvada por la campana.
-Párate y abre para que vean que aquí hay un hombre que se da a respetar- Tambaleándome me pongo de pie mientras siento como brota la sangre de mi nariz.
La vergüenza me arropa.
Al abrir, es Alessandro quién espera detrás de la puerta.
Rectifico, ha sido él quien me ha salvado.
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Estrellas en tu piel
Romance¿Cómo puede definir una mujer de 33 años el amor? Cuando este ¨sentimiento¨ ha sido opacado por cada uno de los que por su vida han pasado... Contiene escenas de: -Sexo -Violencia física, verbal y psicológica **NO APTA PARA MENORES** PROHIBIDA C...