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ALESSANDRO

Las manos me sudaban... gracias al cielo Dana está aquí para ayudar a calmar los nervios que estaban pudiendo conmigo. A penas eran las 11 am y ya le había dicho a mi hermana que contratara a los mejores decoradores de interiores para que arreglaran la que sería su habitación y a todo un equipo de limpieza. Deseaba que para cuando Bryan llegara todo estuviera en orden.

-Tranquilo amor, seguro estarán aquí más pronto de lo que crees.- Dana se halla tan serena, aparentemente, se que solo lo hace para ayudarme a mí pero que también muere de nervios.

Tomo su mano y dejo allí un beso. Su aroma a mujer, delicado y suave ayuda a calmarme y justo siento que no puedo amarla más.

Alía jugaba con Jacob en una esquina del living, mi hermana tomaba una taza de té mientras hacía una vídeo llamada con Paolo quien también quería conocer de primera mano al niño.

Yo ya había hablado unas exageradas 4 veces con los diferentes recepcionistas para que los dejaran pasar sin más.

Unos pocos minutos después se escucha un muy suave golpe en la puerta y todos nos ponemos de pie al mismo tiempo pero soy yo quien va hasta la puerta para abrirla.

Unos ojos encantadoramente verdes me miran desde abajo. Un niño de piel morena, cabello rizado y de cinco años sonríe con todo y sus dientes faltantes y dejo de sentir mi corazón por un instante. Todo parece dejar de existir en ese momento. Me abajo hasta ponerme a su altura y abro los brazos permitiendo que sea le quien decida si corresponderme o no. No tuve que esperar mucho para sentir su pequeño cuerpo anclado al mío; traté de hacerle saber en ese abrazo que nunca le faltaría, que estaría ahí para él en todo momento y podría contar conmigo para lo que quisiera porque ahora soy su padre.

Me levanto del suelo con él en brazos y beso su mejilla abultada.

-Hola hijo...- Le sonrío y siento las lagrimas acumularse en mis ojos. Siento la mano tibia de Dana sobre mi hombro y en este instante soy un hombre completo.

-Y a mí, ¿me regalas un abrazo?- Dice Dana con voz tierna a mi lado y el pequeño asintiendo extiende sus brazos hasta ella y lo toma. Una imagen perfecta.

Un flash proveniente desde el celular de mi hermana captura el momento y luego siento como Alía toma mi mano.

-¿Es mi nuevo hermano, mami?- Pregunta en dirección a Dana y yo la toma del suelo para que estemos todos a la misma altura.

-Así es mi amor.- Responde su madre con ternura.

La mujer de servicios sociales pide permiso para supervisar la casa y mi hermana la acompaña.

-¿Tienes hambre?- Pregunta Dana aún con él en brazos.

-Si...- Contesta y puedo jurar que tiene el tono de voz más dulce de todas.

-De acuerdo. Los cuatro más el pequeño Jacob nos encaminamos hasta la cocina donde ya había comida hecha, ambos pequeños comieron juntos y Alía no dejaba de hacerle preguntas a las que el niño solo asentía y rara vez decía si o no.

-Es hermoso...- Dana se hallaba a mi lado deslumbrada como yo por aquella imagen. Era nuestra familia.

-Así es.- Contesto.- ¿Sabes? He estado pensando en mudarnos, ir a vivir a una casa los 4... donde haya piscina, podamos ponerles columpios y puedan correr. Este departamento es para cuando era un hombre solo sin muchas cosas que hacer a parte de trabajar, pero ahora, tengo una familia... solo me falta una esposa.

Los ojos de Dana brillan y nace en mi una necesidad de ella que se que por discreción no puedo calmar ahora mismo. La toma de la cintura y la pongo tan cerca de mí que puedo sentir su respiración chocar contra mi cara.-Te amo...- Le digo bajito y ella sonríe sin decir nada aún.

Estrellas en tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora