C A P Í T U L O 2

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La clase comenzó unos minutos después de la gran tensión que se expandió como humo en el salón. Durante la clase me obligaba a mirar sólo al pizarrón o al profesor, pero entonces una fragancia embriagadora llegaba a mi nariz y tenía que mirarla, aunque fuera solo su cabello oscuro, que en ocasiones parecía un agujero negro, pero sólo era yo dentro de mis pensamientos. Hubo un momento en el que su chaqueta roja se movió un poco, dejando ver parte de su hombro, había pequeñas manchas cafés en su piel, eran pecas que parecían ser estrellas en un cielo blanco.

Cuando la campana volvió a sonar, la clase terminó, Brissa tomó sus cosas y casi salió corriendo por la puerta del salón. Suspire, esto me llevaría a un final no muy feliz, tenía que dejar de mirarla, todo en ella me decía que en su mundo no había nada bien y que en cualquier momento se rompería, podía notarlo, así se veía mi madre cuando estaba en sus últimos días.

—Oye chico, viste a esa tía. Dios de sólo verla me puse como nunca –Franco hizo énfasis en las palabras me puse. No contesté quería evitarme problemas con ellos.

—Claro que la vi, está realmente muy buena –afirmó Mau cuando terminó de arreglar sus cosas.

—Joder. Parecen dos pubertos de 14 años –hablé irritado. —Calmen sus hormonas.

—Wey, ¿que pedo? –me miró casi enfadado, como si no me entendiera. —Estamos en la edad de las hormonas, hombres y mujeres. No la viste ella sabe lo que puede hacer y tener con ese cuerpo.

Bueno ya se había pasado de la raya, preferí no contestar, sabía que ya estaba en mi límite de paciencia, lo ignore y me concentré en guardar mis cosas dentro de la mochila, traía los libros que necesitaba para siguiente clase.

—Espera cabron. Ya se, lo que te pasa, caíste embrujado a sus pies no es cierto. Te ha gustado esa chica ¿verdad? –dijo Franco como si hubiera descubierto los secretos del universo. —Oh. Dios. Darien a encontrado a su Serena.

No lo soporte ni un segundo más, ya empezarían con su Darien y Serena, en primera yo no tenía la culpa de que mi madre fuera súper fanática de la serie de Sailor Moon, ni mucho menos que se enamorará de un personaje ficticio, lo que llevó a que me pusiera el nombre de Darien como el príncipe de la Tierra que se enamoró de la princesa de la Luna. Pero realmente era lo único que me quedaba de ella.

Salí del salón sin esperarlos, la campana sonaría en cualquier momento y necesitaba llegar a tiempo a la segunda clase del día. Deseaba con todas mis fuerzas que el receso llegará, tenía un hambre de los mil demonios, me prometí a mi mismo no volver a salir de casa sin haber desayunado primero. No me gustaba andar por allí  mientras mis intestinos gruñían como un animal rabioso.

♪♪♪▶♪♪♪

Cuando la campana del receso sonó, no pude evitar sonreír con alegría, todos mis compañeros habían salido disparados por la puerta, mi estómago ahora dolía y realmente tenía mucha hambre, así que salí junto con todos los alumnos. Al llegar a los pasillos había muchísimas personas, algunas se juntaban e iban en grupos hacia la cafetería, otros caminaban hasta sus casilleros y guardaban su mochila para no cargarla. En cambio yo caminé directo hasta la cafetería, prácticamente me fui corriendo, sentía que ya no podía más sin comer, aunque literal sin comer me moriría.

Cuando llegué a la puerta de la cafetería traté de no hacer ruido al abrirla, aunque de todas maneras nadie me tomaría en cuenta, nadie miraría a un chico de pelo tan rizado que parecía afroamericano, tenía la piel color canela, no tan morena y nada blanca, usaba lentes desde que tenía memoria, mis ojos eran negros y no tenían nada de especial, era tan flacucho que toda la ropa me quedaba grande, mi abuela tenía años regañandome, decía que debería de comer más y estudiar menos, pero papá no estaba de acuerdo. Aunque papá no estaba de acuerdo con nadie. Parecía que le pagaran por estar en desacuerdo con todos, en ocasiones estresaba demasiado.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora