—¿Franco aún no te habla? –preguntó Brissa enredándose con las sábanas de mi cama.
—No, Mauro me dijo que él se siente muy traicionado –respiré profundo al tomarle la mano. —La verdad es que lo entiendo, yo me equivoqué.
—Lo hiciste si, pero le pediste perdón –me miró antes de hablar. —Bueno, nunca he tenido una amiga, pero siento que cuando es una amistad verdadera, no vale nada más.
El escucharla decir que nunca había tenido una amiga, fue como si se me hubiese clavado una pequeña espina en el corazón.
—Él es muy rencoroso, la verdad no me sorprende mucho..., pero me duele más de lo que te imaginas –cerré los ojos y seguí trazando líneas en su mano derecha.
Brissa suspiró y se acomodó mejor sobre la cama, las sábanas nos tapaban de la cintura para abajo. Hacia vario rato que Brissa había llegado a la casa, ella había vuelta a sus viejas andadas y había vuelto a subir a mi habitación por la ventana.
Eran las 3:36 de la madrugada justo en ese momento, las sábanas estaban enredadas al igual que nuestros sentimientos. Las paredes de mi habitación habían sido los únicos testigos de lo que había pasado entre los dos. Las gotas de la lluvia caían sin parar fuera de la casa. La calma se respiraba entre nosotros. Durante los últimos días fue lo único que reino, tal vez no completamente ya que lo de Franco aún no se había solucionado. Pero entre Brissa y yo todo había ido bien.
—Tal vez deberías de hablar con él –murmuró sin dejar de ver por la ventana.
—Ya lo hice.
—No, me refiero a que lo busques tú a él. Qué le expliques de nuevo y si es necesario le pidas perdón otra vez –volteo el rostro hacia mi. Su mirada recayó en la mía. —Su amistad lo vale.
—Lo se.
Pegué mi rostro en la almohada y la abracé por los hombros, su cabello recayó en mi cara pero no me importó, su olor era embriagante, dulce y relajante. Amaba su olor a lavanda ya que siempre encontraría la calma.
—¿Te quedarás hasta mañana? –le pregunté sin despegar mi rostro del hueco de su hombro.
—Ya habíamos hablado de eso –me miro de reojo y se escabulló de mis brazos.
—Lo sé, pero puedo insistir un poco ¿no? –me encogí de hombros.
—Bueno, puede que pueda quedarme a dormir, pero me iré por la mañana, tengo que ir a casa..., no puedo levantar sospechas, el zorro ya no confía tanto en mi –su rostro quedó frente al mio, pero arrugue el ceño al escuchar tan peculiar apodo.
—¿Quién es el zorro? –pregunte acariciando su mejilla.
—Es el apodo de mi abuelo –respondió quitando su mirada de la mía.
—¿Cómo se llama él?.
—Ni siquiera lo recuerdo, toda mi vida lo he conocido como el zorro –se quedó pensativa por varios minutos. Por lo menos hasta que bese su nariz.
—Así qué te irás por la mañana –hice una mueca pero no deje de mimarle.
—¿Por qué la preocupación? –preguntó con una sonrisita en sus labios.
—Mañana quería llevarte a un lugar especial –le dije mientras delineaba las facciones de su rostro.
—Puedo venir más tarde o puedes recogerme en algún lugar –sugirió con un tono coqueto. Le guiñe un ojo y sonreí.
—Ok, ahora a dormir.
La abracé por la cintura y besé la comisura de sus labios. Brissa en cambio alzó su mentón hasta alcanzar mi frente, me dio un pequeño beso y después otro en los labios, se lo devolví en medio de una sonrisa. La abracé más fuerte y cerré los ojos para dormir, ella también los cerró con un suspiro y se relajó entre mis brazos. En algún momento de la noche nos quedamos completamente dormidos.
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Noches sin Estrellas
Teen Fiction|EDITANDO| Brissa piensa que el amor es igual a sufrir, ella no quiere enamorarse, Brissa no sabe lo que es el amor. Pero entonces aparece Darien, un chico que la hará sentir querida, que le hará sentir cosas que no sabe manejar. Darien ama en silen...