C A P Í T U L O 21

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Ese día tuve que quedarme hasta tarde, tenía que cumplir los castigos que había tratado de evadir. Después del receso tuve que ayudarle al profesor de Artes y al terminar las clases tuve que quedarme a ayudar en la cafetería, aún podía sentir la inmensa suciedad que había en todas partes, sólo de recordar me estremecía. El jefe de la cafetería me puso a hacer la limpieza, lavar los trastos sucios, barrer, trapear y limpiar las mesas. Lo único bueno y aceptable era que no era el único castigado, tuve que compartir castigo con otros dos chicos. Los pobres estuvieron a punto de vomitar cuando vieron la cantidad de chicles que había pegados en las mesas. Era, asqueroso.

—¿Como estuvo tu día? –la voz de mi nana pudo sacarme del horrible recuerdo que había tenido.

—Bien –sin contar que Brissa no me había hablado después de que huyera, al final cuando nos vimos a la hora de la salida sólo me sonrió levemente, tal vez había visto mi preocupación o mi propio dolor.

—¿Bien? –alzó una ceja, me miró con total y absoluta duda.

—Hay días mejores –acepté.

—Vamos cuéntame –sugirió con un gesto de manos.

Así que le conté todo, por lo menos desde la parte donde “una chica” me había sorprendido con su repentino saludo. No le dije el nombre de Brissa, no quería que lo supiera, ni siquiera a mi abuela se lo había dicho, así que me parecía justo. Al fin y al cabo me parecía que era algo más íntimo que quería conservar sólo para mi.

—Ok, bueno..., pienso que deberías ir a la fiesta –frunci el ceño, parecía que de todo lo que le dije sólo se había quedado con la parte de la fiesta, en mi opinión lo más insignificante.

La miré con duda, para que supiera mi desconcierto.

—Veamos, creo que deberías ponerle un alto a esa chica, a la tal Selene –tomó un largo suspiro—. Si esa otra chica te interesa tanto, deberías de darle corte a la otra, antes de que comiencen los malos entendidos..., no puedo opinar mucho, no las conozco lo suficiente, pero te conozco a ti, así que creo en tu buen criterio y en qué esa chica que tanto te interesa, sea una buena chica, una que te merezca en realidad.

—¿Y qué tiene que ver la fiesta? –pregunté extrañado.

—Oh bueno, creo que deberías divertirte más –sonrió con malicia y diversión mezclada.

La señora Young tenía razón, hacia meses que no iba a una fiesta, aún así los chicos me matarían si no fuera, ya se habían atrevido a amenazarme con mensajes de texto, así que de todos modos tendría que ir, quisiera o no quisiera.

♪♪♪▶♪♪♪

Escurrían pequeñas gotas agua de mi cabello, las cuales caían sobre mis anteojos o sobre mi nariz, aún así no las quite, era de las personas que trataba de no quitar las manos del volante, me aseguraba de prender la radio antes de siquiera ponerme en marcha, el celular no lo tomaba ni una sola vez y nunca quitaba los ojos de la carretera. Era demasiado perfeccionista.

Había tomado el pequeño bocho que era de mi madre y que de vez en cuando mi padre se dignaba a prestarme. El bocho color azul estuvo abandonado en la cochera hasta que cumplí los 16 años y aprendí a manejar, más que nada por si en algún momento había una emergencia, era por eso que mi padre casi no me lo prestaba, además era un gran recuerdo de mi madre cuando aún vivía, mi papá lo mira como si fuera oro puro, vale mucho para él, al igual que para mi. Ella lo usaba de vez en cuando, pero sabía que ese coche lo tenía desde que estaba soltera, ella le tenía mucho aprecio, ya que lo ganó con el sudor de su frente, ella nunca lo quiso vender ni mucho menos abandonar, pero hubo un momento en que ya no lo pudo manejar.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora