C A P Í T U L O 13

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—¿Han visto a Brissa hoy? –le pregunté a Mauro y a Franco que comían de lo más tranquilos en una mesa de la cafetería.

Hoy es lunes y se suponía que venía con toda la energía para ver a Brissa, tal vez robarle un pequeño beso o algo así. El problema es que ya era hora del almuerzo y todavía no la encontraba por ningún lado.

—Sí, estaba esta mañana en la clase de Química. Nos tocó juntos –Mauro hizo una pausa y me miro escéptico—. ¿Por qué?

—Porque he estado buscándola -respondí automáticamente, pero sabía cómo eran mis amigos, así que añadí rápidamente—. El viernes que fue a mi casa olvidó su libreta, quiero entregársela.

Y no era una mentira, después de encontrar mi viejo celular, baje a la sala por el ordenador de mi padre, me lleve una gran sorpresa cuando encontré una de las libretas de Brissa de bajo de el. De inmediato subí a mi habitación y justo cuando iba a guardarla en mi mochila está se me cayó, al recogerla estaba abierta de par en par. Fue cuando encontré una palabra escrita en una de las hoja. La palabra PUTA estaba escrita en mayúsculas, con pluma color rojo. Me dio tanto coraje, que arranque la hoja sin pensar, entonces tome uno de mis lápices y escribí algo mucho mejor que esa mísera palabra. No tienes que ser lo que las personas quieren que seas, eres mejor que eso y lo sabes las palabras fluyeron tan fácil, que me asombro un poco.

—Por cierto, no nos has contado como te fue con ella galán de cuatro ojos –Franco habló en medio de mis pensamientos. Pero sus últimas palabras fueron como un bofetón para mi.

—Sabes que no me gusta que me digan así Franco –mi voz se escuchó muy seria, inmediatamente Mauro alzó la mirada, esperaba la pelea que de vez en cuando había. Aveces de broma, otras no tanto.

—Y tú más que nadie, sabes que no lo digo con malicia, sólo es algo cariñoso de mi parte, sabes que no puedes esperar algo con más amor que eso –en su rostro apareció una sonrisa ladeada, eso me decía que no habría pelea, que creería sus palabras y seguiríamos siendo amigos.

—Ok, pero creo que prefiero el apodo de ricitos –sonreí de la misma manera que él, al fin de cuentas todo estaba bien.

—¿Y entonces cómo te fue el viernes? –esta vez preguntó Mauro con interés. Eran unos chismosos de lo peor.

Comencé a recordar todo lo sucedido, sonreí inevitablemente. Su beso, en sí fue mi primer beso, era vergonzoso aceptarlo pero era la verdad. Me hubiese gustado que ella lo supiera, pero no me atreví a decírselo, sólo hubiera quedado como un jodido estúpido.

—Me fue bien, hicimos su trabajo, platicamos, miramos vídeos y cosas así –vacile demasiado, no sabía si contarles todo o sólo esa parte.

Mauro y Franco me miraban impacientes, Franco aún seguía comiendo, en cambio Mauro ni si quiera parpadeaba esperando a que siguiera hablando.

—¿Y la acción? –pregunto Franco casi gritando.

—Bueno, nos besamos –murmuré casi en voz baja. Pero no tanto como para que ellos no escucharan.

Los chicos asintieron, sin realmente procesar mis palabras, en un segundo reaccionaron como pensaba.

—¿¡Espera qué!? –exclamarón los dos al mismo tiempo.

—Nos besamos –esta vez no lo dije tan bajo, aunque realmente no quería que alguien más escuchara.

—Oh Dios, oh Dios... mi bebé Darien ya no es virgen de sus labios –realmente parecía como si Franco estuviera teniendo una crisis nerviosa—. Mi ricitos ya es un hombre hecho y derecho.

—Franco ya cállate –habló Mauro con murmullos, a él también le estaba dando pena—. No vez como pusiste a Darien.

De hecho estaba muerto de la vergüenza, podía sentir que ya me había sonrojado.

—Ya tranquilos. No pasó más que sólo un beso –de alguna manera quería aminorar su sorpresa, que para mí, era un poco exagerado.

—¿¡Solo un beso!? –Franco susurró gritando, en serio se miraba muy conmocionado—. ¿¡Pero por deos, fue tu primer beso!? O me equivoco.

—No, realmente si fue mi primer beso.

Ya me había cansado de hablar de este tema, así que calle inevitablemente y sólo escuche la pequeña discusión entre Franco y Mauro. En ocasiones eran un poco infantiles.

Tome mi mochila y busqué mi viejo celular, por un momento no lo encontraba, hasta que lo busque en una de las bolsas fue cuando lo encontré. Lo tomé y le di la vuelta, al hacerlo encontré la imagen de Serena y Darien, a su alrededor había pequeñas estrellas con glitter, había una Luna en el fondo y tenía unos lindos colores que aparentaban un anochecer. En serio que me la rife.

Ayer por la tarde, salí al centro y busque por todas las tiendas de celulares una funda como está. Me cansé muchísimo, pero aún así la encontré en la última tienda que visite. El hombre que atendía la tienda tuvo caridad de mi, ya que estaba un poco cara y era la única, me hizo el favor de bajarle un poco al precio, por lo menos como para comprarla. Pero para eso tuve contarle todo lo que iba de historia de mi y de Brissa, fue un poco dramático la verdad.

Justo en el momento correcto, alce la vista. Pude verla, aunque no parecía estar muy bien, estaba un poco desaliñada. Podía decir que parecía cansada, de inmediato me dio un poco de terror. No sabía que pudo haber pasado.

—Después no vemos chicos –hable sin siquiera esperar una respuesta de su parte. Aún así pude escuchar cuando Franco habló.

—Claro, ve detrás de ella campeón –a cada paso de cada su voz se oía más lejana. Mi único objetivo era Brissa.

Ella iba caminado para salir de la cafetería, acelere mis pasos para poder alcanzarla. Al ir detrás de ella pude verla un poco mejor, llevaba su cabello suelto, el color negro ondeaba con el poco viento que había. Llevaba una sudadera color gris, parecía un poco grande para su pequeño cuerpo, los pantalones que llevaba estaban holgados y desgastados, había captado que traía puestos sus tenis desgastados, parecían ser viejos. Al ver que Brissa caminaba con pasó acelerado opte por llamarla, así ella se detendría y podría alcanzarla.

—Brissa, espera –Brissa volteo un microsegundo en el cual supe que ella me vio.

No entendí el porqué no se paró, ni mucho menos el porqué acelero aún más sus pasos, parecía estar huyendo de mi, tendría que ser un error, no recordaba haberle hecho algo como para que no me hablara. Tal vez había sido el beso del viernes. Tal vez no fue el mejor de sus besos y ella decidió alejarse de mi. Pero no era lógico, no había cambiado de actitud después de nuestro espontáneo beso. Joder estaba muy confundido. Aún así corrí detrás de ella, no me quedaría con la duda.

—Brissa, espera –no me detuve. —Brissa detente... espera.

No había duda de que ella había escuchado, seguí insistiendo sin importar que parecía un estúpido por seguirla sin tener una respuesta. Antes de que Brissa llegara a la puerta del Instituto, ella se detuvo en seco, yo también fui disminuyendo mis pasos para no chocar contra ella.

—Brissa –susurré su nombre con repentino cuidado, con miedo de que saliera huyendo una vez más.

Al pararme justo detrás ella toque su hombro, pero al ver que no volteaba, decidí ponerme frente a ella. Al principio sólo mire sus ojos sin fijarme en nada más. Entonces baje la mirada a sus labios, me preocupe muchísimo al ver esa marca. Rápidamente la inspeccione todo su rostro, había más, había una justo en su frente y otra en su mejilla derecha. Brissa trataba de taparse la más preocupante que estaba en su cuello, parecían las marcas de una mano. El color morado contrastaba fuertemente con el pálido blanco de su piel. Sus ojos no tenían brillo y parecían estar llenándose de lágrimas sin parar. No sabía que decir, pero al momento dos palabras aparecieron en mi mente; su abuelo. Y un gran coraje se acumuló en mi pecho, era tan grande que apreté los puños lo más que pude.

—¿Qué te han hecho? –susurré.

La abrace fuertemente, no supe que hacer, sólo sentí la necesidad de abrazarla, de protegerla, de aminorar su dolor.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora