C A P Í T U L O 41

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8:56 pm. 

El reloj del horno marcaba las 8:57 pm un segundo después. Brissa y yo estábamos en la cocina, antes de salir de casa tomé algunas cosas y las traje en mi coche para que pudiéramos cenar y tal vez desayunar mañana por la mañana. Había terminado de preparar los emparedados con la ayuda de Brissa, ella untaba la mayonesa y yo le ponía todo lo demás. Comimos entre una charla despreocupada, había tomado mi celular y había puesto música que guardaba en el. El ambiente era relajado, sumamente agradable, en momentos había silencios llenos de música, me gustaban esos silencios y a ella también, porque de vez en cuando volteaba a verme y me sonreía con una mirada cómplice. Una mirada tranquila y llena de suspicacia.

—Vamos –dije tomando mi celular, tomé su mano también y la arrastre hasta la sala.

—¿Qué vamos a hacer? Tengo sueño –reprocho con un puchero.

Busqué en mi celular la canción adecuada, la seleccione como la siguiente al darle de nuevo play.

—Vamos a bailar –asegure tomándole de la cintura.

—Estas loco –sonrió de verdad, una de esas sonrisas que se escapan cuando menos lo esperas.

La canción comenzó a sonar justo cuando nuestras caderas comenzaron a balancearse.

Me pongo el sombrero para que no se escapen los sueños, por ti, por ti, por ti.

Lo mejor del sol a puñados yo te lo doy. Lo mejor del sol a puñados yo te lo doy.

La música era lenta, tierna, llena de amor. Nuestros cuerpos se amoldaron y el bailar se volvía menos difícil. Brissa sonreía y yo también lo hacía.

Y es que me salen rosas de la boca cuando me preguntan por ti. Y las calles se vuelven playas si tú las andas, todo es por ti.

Soy un embustero, por eso callo y te beso primero, por ti, por ti, por ti.

Miré fijamente a Brissa, ella me miraba fijamente a los ojos mientras escuchaba la canción con suma atención. Seguimos bailando suave, como un simple vals. Un gran y hermosa vals. Ella sonreía con pena, casi avergonzada. La besé cuando la canción terminó, era un beso casto pero más significativo que cualquier otro. Me tomó de la nuca y me beso con ganas, con ansias, yo en cambio la tome de las mejillas y le devolví el beso con la mismas ganas y ansias. La necesitaba, estaba más enamorado que nunca. Todo en mi se revolvía cuando la tenia cerca, pero también algo se calmaba.

—Hora de sacar tus dotes de bailarín –dijo cuando comenzó a sonar una nueva canción, más movida, más llena de vida.

Y tú mirándome sin hablar, y yo hablándote sin mirar. Y tú no sé lo que estás sintiendo, pero yo me estoy muriendo, no aguanto más.

Bailar contigo y perdernos está noche, bailar contigo sin que importé nadie más. Bailar contigo en la arena y los tambores. Tienes la llama que enciende mi alma y nos hace volar.

Sonrió con malicia y bailó como si estuviéramos en un carnaval. Seguí sus pasos lo más bien que pude. Pero en medio de pisotones nos reíamos sin parar. Era una música "sabrosa" como tal vez diría mi abuela.

El mar de tu piel quiero navegar, perderme en las olas contigo, bailando en las olas contigo. Un barco de papel te quiero regalar, para que vivas conmigo, bailando en las olas contigo.

Cantó el verso con aire teatral.

La tomé de la cintura y la atraje hacia mi. Ella me abrazo por los hombros y luego beso mi cuello, eso me causó un leve cosquilleo, reí sólo un poco.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora