C A P Í T U L O 7

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Había tomado dos decisiones, tal vez las más importantes de mi vida.

1) Haría todo lo posible para cuidar y ver sonreír a Brissa, ahora que éramos amigos, casi era una obligación.

2) Soportaría todos su cambios de humor y siempre me mantendría a su lado, claro, sólo cuando ella me necesitará.

Tal vez esto era estúpido, pero bueno, yo hacia cosas estúpidas y creo que tratar de ayudarla era lo más sensato de mi parte. Sólo esperaba que ella recibiera mi ayuda.

La clase de química aún no terminaba, así que prácticamente estaba encerrado entre cuatro paredes con más de 20 personas, sólo me tranquilizaba un poco que unos de mis mejores amigos estuviera aquí, Mauro permanecía sentado a mi lado, Brissa y Franco tenían clases en otro salón con un maestro diferente, aunque esta era la primera hora del día y realmente no sabía si Brissa había asistido a clases o no. Ansiaba muchísimo verla y saludarle, esperaba que hoy se encontrará tranquila, así tal vez podíamos repetir lo mismo de ayer.

Aún recordaba cuando me había dado su gorro de lana color azul, hoy no quise ponérmelo porque sería como muy obsesivo, así que preferí guardarlo hasta la época de frío, sólo dentro de unos meses más. Por la noche de ayer lo colgué en el perchero de mi habitación, así podría verlo todas las noches antes de dormir, recordaría que ella y yo por lo menos compartimos una pequeña cosa. No quería admitirlo porque seria tonto, pero estaba comenzando a sentir sentimientos extraños por Brissa, no eran extraños malos, sino, más bien extraños buenos, sonreía cuando pensaba en su sonrisa y me ponía muy feliz el recordar o escuchar su voz. Tenía un poco de miedo, presentía que no era bueno el enamorarte de una persona que en cualquier momento podía romperse en mil pedazos.

Saqué el celular de mi bolsillo y mire la hora, apenas marcaba las 8:56 de la mañana, aún faltaban 4 minutos para salir de clase y entrar a otra, la siguiente si la compartía con Brissa, así que ya podía sentir el sudor expandiéndose por mis palmas, causado por los nervios y la ansiedad.

—Bien, chicos nos vemos el lunes a la misma hora –el profesor tomo el borrador y comenzó a borrar lentamente la pizarra—. Que tengan un lindo día.

La mayoría de mis compañeros no contestaron y simplemente salieron para llegar a la siguiente clase, yo fui uno de los que prácticamente salieron corriendo, alcance a ver cómo Mauro me miraba de forma extraña.

—Apúrate. No quiero llegar tarde a la clase de historia –le dije, tal vez para excusarme, aunque tenía un poco de verdad.

—Voy. Espérame joder –contestó casi con un grito.

No lo espere, no tenía ganas de retrasarme por su culpa, aparte había ocasiones en las que él hacia lo mismo conmigo. Era una forma de llevarnos.

Corrí por los pasillos como lo había hecho el primer día que choque con ella, podía sonreír al pensar en que algo así podría volver a repetirse, pero la verdad no me importaba que sucediera otra vez, mientras sugiera chocando con ella y nadie más. Cuando llegué al salón ya estaba allí Selene, la mejor amiga de Linda, la novia de Mauro, Franco también estaba en su lugar de siempre, me acerqué a él y le saludé con un choque de puños. Selene me sonrió cuando me vio observarla unos segundos, ella siempre había sido guapa e inteligente, que en estos tiempos era una combinación muy extraña de encontrar. Sonrei sólo por educación, sabía claramente que a Franco le gustaba, no sería un tercero en discordia.

—Llegaste muy rápido –comentó Franco al sentarme en la banca que se mantenía desocupada, justo enfrente de él.

—Lo sé, no quería llegar tarde a esta clase –observe todo el salón, en busca de Brissa, pero no había ni rastro de ella.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora