C A P Í T U L O 23

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Después de desaserme de Selene gracias a Linda, entre de nuevo a la fiesta, tomé una cerveza de la mesa principal y me la sampe de un solo trago, me había calado en la garganta pero aún así me la tomé casi sin respirar. Y aunque nunca había bebido parecía que tenía una buena resistencia, no me había emborrachado ni un poquito, por lo menos no con la primera cerveza.

No había visto a Franco por ninguna parte y sólo una vez miré a Mauro con Linda, parecía que mis propios amigos se habían olvidado de mí.

A quienes no perdía de vista era a Brissa y a Santiago, sólo quería que él se fuera y dejara a Brissa en mi disposición, sin que él lo supiera..., claro. Y entonces ocurrió, le dijo algo a Brissa en el oído y se fue a alguna parte de la casa. Ella se alejó de todos, salió de la casa tan deprisa que muy apenas y logre verla.

Caminé con pasó decidido detrás de ella, esquive a las personas que estaban estorbando en la entrada y busque a Brissa en el patio, ahí estaba sentada en el pasto mientras fumaba un cigarrillo, traté de caminar sin hacer mucho ruido. Y cuando estuve a su lado, también me senté, miré hacia la calle y después hasta el cielo, el humo del cigarro llegó a mis pulmones, tosí un poco y después miré su perfil, parecía concentrada, aunque parecía muy cansada.

—Así que has venido –cruce las piernas como indio y arranque con mis manos un poco del pasto húmedo.

—Te dije que tal vez vendría –su voz estaba rasposa y no dejaba de darle caladas al cigarro.

Era cierto lo había dicho, pero al final pensé que simplemente no lo haría.

—¿Santiago es tu amigo? –la pregunta salió de mi boca antes de que pudiera procesarlo.

Ella suspiró y por segunda vez en la noche me miró. —Algo así..., él y yo vivimos en los mismos barrios.

—Lo pensé.

Ella no contestó, pero era claro que quería preguntarle si era su novio o algo así. Aún así me resistí y me calle.

—¿Por qué saliste de la fiesta? –pregunte con curiosidad.

—Quería un respiro y además sabía que me seguirías –mordió su labio inferior y después le dio otra calada al cigarro, ya casi se terminaba.

—A si, ¿cómo estabas tan segura? –repliqué de forma automática.

—Me has mirado todo el tiempo, podía notarlo –su semblante adquirió un poco de burla, estaba desafiándome.

—¿Te molestó? –pregunté con suspicacia.

—No –se hizo el silencio hasta que hablo de nuevo—. Me sentí un poquito más segura.

Y aparto la mirada, terminó el cigarro y aplastó la punta contra la hierba del piso. No me esperaba su respuesta, ni en un millón de años pensé que diría eso.

Miré atentamente sus movimientos, metió una mano dentro de la chaqueta que llevaba puesta y sacó una cajetilla de cigarros. Sacó uno de la caja y después busco en el otro bolsillo, entonces saco un encendedor.

—Me regalas uno –de repente tenía ganas de fumar, de sentir porque era tan adictivo.

Brissa me miró con sorpresa, pero aún así me dio uno de sus cigarros y espere a que ella encendiera el suyo.

Noches sin Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora