Tsundere [2Jae]

Blues

El grupo de amigos se encontró frente al auditorio, se podía oír el suave sonido del blues dentro del lugar.

Youngjae se encontraba demasiado emocionado, no solo porque amaba el blues, sino porque había sido invitado por Jaebum, esa era sin duda la mejor parte.

Se ubicaron en las filas del fondo, pues las que estaban cerca del escenario por alguna razón estaban llenas. Jaebum se sentó entre Yugyeom y Youngjae, mientras que Jinyoung se sentó al lado de Yugyeom.
Durante el primer acto Jaebum intentó de todas las fomas posibles tomar la mano del menor sin que este se diera cuenta. Cuando Youngjae se giraba el acercaba lentamente su mano a la del contrario, pero el menor devolvía su vista rápidamente provocando que la quitara a la velocidad de la luz y se sonrojara. Yugyeom ya no aguantaba las ganas de reír viendo los intentos fallidos de su mejor amigo por tomar la mano del contrario.

Uno de los bluseros favoritos de Youngjae se estaba presentando, sus canciones eran lentas y románticas. Perfectas para un momento así.

Mientras Jaebum calmaba sus ganas de tomar la mano del menor este último se acercaba cada vez más. De un momento a otro apoyó su cabeza sobre el hombro del azabache y rodeó su brazo mientras se pegaba más a el. Jaebum quedó estático en su lugar. Youngjae había tomado la iniciativa otra vez, como siempre. Definitivamente no podía quedarse sin hacer nada.

Separó su brazo lentamente de los del contrario que lo aprisionaban con fuerza, para posteriormente pasarlo por sobre los hombros del menor y atraerlo a su cuerpo. Jaebum moría de nervios, pero al ver la cara sonriente y mejillas sonrojadas de su preciado Youngjae supo que había hecho lo correcto. Ignoró completamente las sonrisas perversas de Yugyeom y Jinyoung y mantuvo su contacto con el menor, de vez en cuando acariciaba suavemente su cabello provocando que este soltara pequeños suspiros.

—Hm, Jaebumie~

—¿Sí?

—Te quiero mucho...— Jaebum desvió la mirada avergonzado.

—Calla, tonto.— Youngjae soltó una pequeña risita. Ya estaba acostumbrado a la personalidad del mayor y aunque este no lo admitiera, el sabía que también lo quería mucho.

La música pasó a segundo plano, pues los latidos del corazón del contrario eran mucho más interesantes de escuchar.