La bien venida a Julián

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Llegó la hora, el momento, es tiempo de la posta.

Mamá y el Don Juan están en la puerta y Ángelo fue a abrir.

Melina y Ariadna están en la cocina, simulando estar haciendo algo importante. Y Ayelén está acá, conmigo en la mesa, mirándome con cara de tonta, ósea con su cara normal.

Bien, ya entraron el príncipe y la reina, ahora los tenemos que recibir como se debe y obviamente con respeto.

Mamá:

--Hola chicas. Vengan a saludar a Julián, mientras yo voy a preparar la comida.

Yo:

--Sí, ya vamos.

Mamá:

--¿Dónde están las otras dos que me faltan?

Ayelén:

--Están en la cocina, haciendo quién sabe que cosas.

Mamá:

--Valentina. Andá a buscar a tus hermanas a la cocina y deciles que vengan a saludar.

Yo:

--Mamá, sabés muy bien que odio que me llamen Valentina. ¿Y por qué tengo que ir yo a buscarlas?, ¿Por qué no va Ayelén que está más cerca de la cocina?

Mamá:

--Bueno nena, yo soy tu madre y yo te llamo como quiero, a demás, es el nombre que yo te elegí. Y no te quedes ahí parada, corré a la cocina y traé a tus hermanas.

Yo:

--Siempre soy yo la que tiene que hacer todo.

Me levanté y me fui a la cocina a buscar a las chicas.

Cuando entro a la cocina, las chicas me llenan de preguntas sobre el Príncipe encantado.

Melina:

--¿Y cómo es?

Ariadna:

--¿Tiene aspecto de hombre malo?

Melina:

--¿Fue capaz de saludar a Ángelo?

Yo:

--Bueno chicas, paren un poco. Mamá me dijo que vayan a la sala, así lo saludamos todos juntos.

No lo vi muy bien, pero tenía buena pinta.

Melina:

--¿Vos decís que tiene sentido de la moda como Ángelo?

Yo:

--No creo que sea para tanto. Angelito es el rey de los facheros, y no hay nadie que lo haya superado.

Melina:

--Bueno, ¿desde cuándo que hablás tan bien del Cara de entrenador de yoga?

Yo: riéndome le dije:

--Melina, por favor no seas tan mala. Está bien que tiene su seriedad, pero un entrenador de yoga, ya me parece demasiado. Estás re loca, te pasás de lanza mujer.

Melina:

--Bueno, tenés razón. Y mejor vamos a la sala antes de que a la vieja le pinte la locura.

Yo:

--Sí, mejor vamos a la sala. No vaya a ser, que el Señor se nos impaciente por querer conocer a sus criadas, perdón, hijastras.

Entramos a la sala y ahí lo vimos:

Era un señor bastante elegante, que al parecer vestía un traje, en su cara tenía una sonrisa que nos daba una muestra de amabilidad, bastante alto, yo diría, más o menos un Metro ochenta y siete. Con ojos marrones y un lindo cabello negro, muy hermoso.

Sólo Cerré Los Ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora