La mesa de los recuerdos

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Cuando mamá fue a buscar el postre, yo me acerqué a Ariadna, y noté que dejó que se le escapara una pequeña lágrima.

Soltó el vaso que tenía en la mano y dijo que necesitaba salir a tomar aire.

Salió a fuera y Ángelo y yo corrimos detrás de ella. Y al parecer, Julián, al ver nuestra reacción, nos había seguido sin que lo notáramos.

Yo, me acerqué a la reposera donde se encontraba sentada Ariadna y la abracé:

--¿Qué pasa linda?

Ángelo:

--No llores princesa.

Ariadna:

--Nada, es solo que estábamos todos juntos en la mesa, y me recordó a los momentos que vivimos en esa misma mesa cuando estaba papá.

Yo:

--Eso es obvio, hace un montón de tiempo, si no me equivoco, desde que papá no está, que no estamos todos juntos en la mesa.

Ángelo:

--Ahora que lo dicen, yo también recuerdo esos momentos, cuando cocinaba las pizzas individuales con nuestras caras, cuando nos dejaba hacer guerra de helado o de pochoclos, cuando compartíamos entre todos el último alfajor, el último pote de helado o de llogurt, o la última fruta.

Yo, al escuchar a Ángelo decir todo eso, dejé caer las lágrimas sobre mi cara y dije:

--Sí, y todo eso, fue en la mesa. En esa misma mesa, en la que hoy, después de mucho tiempo nos volvimos a sentar todos juntos.

Ariadna:

--Todavía no puedo creer que todo esto esté pasando.

Que volvamos a estar sentados todos juntos en esa mesa que guarda tantos lindos y algunos que otros malos recuerdos.

Yo:

Lo sé, ni yo lo creo. La verdad, te entendemos. Es muy difícil pensar que después de tanto tiempo, hayamos vuelto a rodear como una familia la mesa de los recuerdos.

Ariadna:

--Sí, pero esta vez es muy diferente, y pienso que así va hacer desde ahora en adelante. Porque ahora no está papá, y en su lugar está Julián, que después detodo, terminó siendo una persona muy amable.

Y esa mesa, esa misma mesa. Nunca va a volver a ser igual a como era antes. Cuando estaba papá.

Ángelo que intentaba mirarnos sin dejar caer una lágrima dijo:

Sí, tal vez, no sea igual, pero en esa mesa, vamos a crear nuevos recuerdos, y yo creo que es lindo que estemos todos juntos ahí, porque al menos yo, en esa mesa, es donde lo siento cerca a papá. Yo siento que nunca se fue, que él sigue ahí, sentado con nosotros y compartiendo alguna de sus ricas comidas con nosotros.

Ariadna:

--Tal vez sí, tal vez para ustedes sea algo lindo, algo bueno. Pero a mí no me hace bien. No puedo volver a esa mesa. No me siento bien estando ahí. No, ya no puedo.

Ariadna, luego de decir eso, se levantó y se fue corriendo a las escaleras, la intenté detener, pero me tropecé y Ángelo se detuvo a ayudarme.

Julián, no escuchó la conversación, pero me di cuenta de que nos siguió, porque estaba en la puerta cuando yo corrí a tras de Ariadna.

Cuando me pude levantar, Julián me preguntó si estaba bien, y Ángelo estaba por subir las escaleras, cuando me vió con los ojos llenos de lágrimas frente a Julián.

Julián se acercó a mí e intentó abrazarme, pero Ángelo me levantó en sus brazos y nos fuimos a la mesa.

Cuando Me senté en mi lugar, Julián se me acercó, y solo me limpiaba las lágrimas de manera muy amable y me preguntó:

--¿No se lastimó?,

¿A qué se deben laslágrimas en sus ojos?

Yo:

--Estoy bien, solo reaccioné así porque me había asustado mucho. Pero no pasó nada.

Yo lo miré a Ángelo, y con los ojos le dije todo, el conocía el motivo de mis lágrimas, que todo era por nuestra conversación con Ariadna.

Yo creo que al final, ella tenía razón. A mí tampoco me hizo bien recordar lo vivido en la mesa familiar cuando estaba papá.

Y además, me siento de lo peor. Me siento un fracaso total. Cómo es que pude creer que podía ayudarla a Ariadna a superar lo que pasó, si todavía yo no lo logré superar.

Creí que ya lo tenía superado, y no. Tuvimos que hablar. Tuvimos que hacerla sentir más mal de lo que ya estaba.

Me siento la peor hermana del mundo. Creí que si ella pasaba tiempo con nosotros, se iba a sentir mejor y lo iba a superar, pero no. Logramos que se vuelva a encerrar en su cuarto. Y no creo que vuelva a salir de ahí.

Volví a llorar y bueno, Julián, esta vez sí convencido de que era por otra cosa, logró abrazarme.

Me preguntó qué era lo que pasaba, pero yo no le respondí.

Melina, que me vio, porque ella estaba ahí, se acercó y también me abrazó, y Ayelén solo gritó.

--De nuevo esta pendeja pelotuda. ¡Ahora me va a escuchar!

Y subió las escaleras al cuarto de ella y Ariadna.

Ángelo corrió a tras de ella y la intentó detener, pero Ayelén lo golpeó.

Entonces, él volvió a bajar, y justo llegó mamá con el postre. Justo, en el momento menos indicado.

Preguntó que me pasaba, y Julián, dijo que me había tropesado bajando las escaleras y que solo me había golpeado el pie.

Eso, me sorprendió mucho. Y yo se lo agradecí. Él, me dijo que yo podía confiar en él, y que sabía que yo estaba mal por otra cosa, pero que me entendía si no se lo quería contar.

Cuando mamá le mira la cara a Ángelo, le pregunta que le pasó. Y Él sí dijo la verdad, que Ayelén lo había golpeado.

Preguntó por Ariadna y Ayelén y yo le dije que Ariadna se llevó a Ayelén al cuarto hasta que se tranquilizara, porque no estuvo bien que golpeara a Ángelo.

Cuando dije lo último, en el cuarto de Ariadna y Ayelén, se escuchó un grito. Y Ariadna bajó corriendo por las escaleras. Bajó tan rápido, que casi se tropieza, pero Julián la agarró antes de que se cayera.

Ayelén, venía a tras de ella, pero venía con un palo de hierro en la mano, que no sé de dónde salió.

Julián, no pudo detener a Ayelén, y empesó a correr a Ariadna por toda la casa.

Mamá, si la pudo frenar y se la llevó a la cocina y la enserró ahí.

Ariadna, se había ido al patio de la casa, pero, en un segundo desapareció. Melina, Ángelo y yo empezamos a buscarla por toda la casa. Mientras que mamá y Julián, se encargaban de tranquilizar a la demoño asesina de Ayelén.

No la encontrábamos por ningún lado, y solo nos quedaba pensar que se había escapado de la casa.

Sólo Cerré Los Ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora