✨ Capítulo 4 ✨

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"Tienes un corazón cálido, tienes una mente hermosa, pero se está desintegrando".
—Daughter, Medicine.

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(PDV de la Lectora)

Al salir de la cocina, me doy cuenta de que Komaeda, una vez más, deambula en el límite de la consciencia.

«Será mejor que se quede conmigo, aunque sea por un tiempo», pienso, escuchando cómo el agua hierve en la cafetera.

Agarro una taza de la alacena, sirviendo en ella leche y agregando azúcar, agregando, unos minutos después, el café al igual. Decido servir también un poco para mí, preparándolo de la manera que tanto me gusta, para después dirigirme al sofá en el que el chico lindo se halla.

«Se ve tan inocente...».

La manera en la que su mano se asoma, colgando del sillón; la manera en que sus ojos están cerrados, mostrando sus atractivas pestañas...

«Maldita sea, ¿por qué alguien abandonaría a un chico tan dulce?», me pregunto en mis adentros, sintiendo la tristeza florecer en mí.

Aun si no quiero realmente, le tengo que levantar; lo sostengo de los hombros y empiezo a sacudirlo con suavidad, despertándolo poco a poco, asegurándome así de que no se asuste. Se encuentra en una casa totalmente desconocida para él, por lo que tengo que ser cuidadosa en mis acciones para no alterarlo.

De cualquier modo, se despierta con bastante facilidad. Restriega sus manos contra sus párpados y atina a regalarme una sonrisa; sus ojos verdosos están más oscuros de lo normal.

—A... ah, (Tu apellido), perdóname por haberme quedado dormido. —Sus mejillas se espolvorean con un ligero rosa.

—Está bien, creo que necesitabas urgentemente un descanso —contesto, ofreciéndole una de las tazas.

—Gra... gracias —Sonríe, aceptándola.

—Ja, ja, ja, gracias a ti, no tengo que ir a trabajar hoy —bromeo.

Los ojos del contrario se abren con sorpresa, frunciendo a su vez el ceño.

—Lo siento, ¿estoy siendo una carga de nuevo?

Sacudo la cabeza, en señal de negación.

—N... no, claro que no. Lo creas o no, es algo bueno.

El chico mantiene su mirada fija en mí, haciéndome sentir un poco incómoda.

—Bueno, quería decirte que me puedes llamar por mi nombre, o sea (Tu nombre). No tienes por qué ser formal conmigo —le comento.

—¿Le concedes ese permiso a alguien como yo...? ¿Realmente puedo llamarte por tu nombre? Eso es... Todo un honor. —Aparta la mirada, con sus mejillas sonrojadas.

«Qué adorable que es... Sorprendiéndose por una tontería como esa».

—A... así que, (Tu nombre), ¿no te gusta el trabajo? —pregunta, tartamudeando un poco.

—Bueno, apilar videojuegos y atender los pedidos de los clientes no es del todo divertido —Río—. Preferiría andar vagando por internet o jugando videojuegos, para ser honesta.

El albino ladea la cabeza.

—¿Qué es el internet? Claro, si no es mucha molestia que pregunte.

Mis ojos se posan velozmente en él, siendo esta vez yo la sorprendida.

—¿Nunca has navegado por Internet antes? —respondo, todavía en impresión.

—No, pero he oído hablar de él. —Baja su mirada, incómodo—. ¿Es raro que nunca antes lo haya usado?

Niego con rapidez.

—No, ¡por supuesto que no! Es solo un lugar donde te puedes divertir, hablar con gente diferente y encontrar respuestas a tus preguntas. Yo lo uso para hablar con mi jefe, Hinata.

Su postura se recompone, notándose animado ante la mención del apellido.

—¿Hinata?, ¿Hajime Hinata? —Sus ojos brillan—. Creo que le conozco...

—¿En serio?, ¿es un viejo amigo tuyo? —cuestiono, sonriendo.

—Bueno, la verdad, no usaría el término amistad para describir nuestra relación, pero sí, le conozco un poco —admite, con algunos mechones de su enredado cabello posándose sobre su frente.

—Oh, ¿por qué ustedes ya no...? —Antes de que pueda terminar de formular la pregunta, Komaeda me interrumpe.

—Gracias por el café. ¿Puedo tomar una siesta? Estoy muy cansado —dice, devolviéndome el envase.

—¿Incluso después de tomar café sigues cansado? Pobrecillo —suelto, caminando hacia él para envolverlo con una manta—. Debes de estar muy exhausto, descansa, ¿sí?

No sé decir por qué o qué cruza por mi mente en este momento, sin embargo, acabo besando su frente. Causa de ello, me sonríe y coge, con delicadeza, mi barbilla.

—Deberías descansar tú también, (Tu nombre) —advierte, cambiando su tono a uno más siniestro. 

Me alejo justo cuando él va a poner sus labios sobre los míos.

—E... eh —tartamudeo, aún un poco aturdida—, bu... bueno, tengo un par d... de cosas que hacer..., así que no puedo des... descansar.... ¡Además, no estoy ca... cansada!

Terminando de argumentar, salgo en cuanto puedo de ahí.

—¿Eh...? ¿Ahora qué hice? —se pregunta el albino mientras parpadea, volviendo en sí—. ¿Dije algo que pudiera asustar a (Tu nombre)? ¡Oh, no!, ahora ella me odiará, como todos..., o aun peor, ¡me llamará psicópata!

Gotas de sudor se deslizan por su cuerpo, mientras, a su vez, jala su cabello con fuerza, culpa de toda la frustración y dolor que siente; aun si su cáncer es el más suave del mundo, de vez en cuando siente muchísimo dolor, siendo esta una de esas ocasiones.

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Hubo algo en el tono que usó, algo que hizo que un escalofrío recorriese mi espina dorsal, el cual no se quiere ir. Me ha hecho pensar que tiene un montón de secretos, los cuales desconozco.

Me estremezco y me cruzo de brazos, dirigiéndome al baño para echarme algo de agua fría en el rostro. Luego de ello, alzo mi mirada, observando a mi reflejo directamente a los ojos en el espejo; los mencionados están muy abiertos y con su pupila encogida.

«¿Por qué me agitó tanto...? ¿Cómo un chico, de apariencia tan dulce, puede causar tales estragos en mí?».

Cuando finalmente logro reaccionar, veo cómo el espejo frente a mí se rompe en pedazos de manera estruendosa, como si algo pesado le hubiese golpeado. Caigo sobre el frío suelo del baño, con fragmentos del espejo roto se clavándose en mis piernas y brazos, horrorizándome y haciéndome gritar.

En mi aturdido estado, soy incapaz de oír las pisadas que se aproximan al lugar; solo hasta el momento en el que Komaeda entra al baño y me envuelve con sus brazos, me doy cuenta.

—Todo esto es mi culpa, todo es culpa de mi estúpida e impredecible suerte. Te lo dije, te dije que te alejaras, que no te me acercases... —se lamenta, no obstante, en mi estado de pánico, no logro escucharlo.

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Fecha de la publicación original de la traducción de esta parte: O9/O5/18.
Fecha de la publicación de la versión corregida: 2O/1O/21.

Losing Hope [ Nagito Komaeda x Reader ] { Versión en Español }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora