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Alec se encontraba leyendo una noticia en el periódico, el grupo de Morgenstern había vuelto a arrasar con un pueblo.

Habían intentado atrapar al tipo incontables veces, pero era bastante poderoso, y más por su compañero que el destino le había otorgado.

Su demonik era un dragón.

Inmenso y fuerte, el jinete había arrebatado vida tras vida junto con él, pero sobre todo, coleccionaba compañeros de vida, los separaba y parecía que los poseía para que siguieran viviendo sin su portador.

En cada lugar que destruía, dejaba un mensaje, el hombre solo quería mostrar que era invencible y que gobernaría todo lo que tocara.

– Es un estúpido, no leas eso, Alec. – Jace, el mejor amigo del pelinegro, le arrebató el periódico.

– Como quisiera que alguien atrapara a ese hombre y su tonto animal volador.

– Se dice que cada cien años nace un demonik dragón.

– Lo sé, que fastidio. Oh, ¿cómo estas Zaid? – Alec acarició la cabeza del pequeño zorro y éste movió su cola.

– Dice que muy bien. Es un fastidioso, nada más te huele y me dirige a ti... Y solo porque quiere ver a tu hermana.

– Tal vez hoy la puedas ver, está muy feliz porque acaba de nacer su compañera.

El zorrito sacó las peculiares chispas de colores y se convirtió en el chico que era.

– Fastidioso tú, cuando te guste alguien, no te apoyaré. – Replicó Zaid.

Alec solo se reía, se preguntaba el por qué los habían destinado a estar juntos, siempre se estaban peleando por todo.

Caminaron hasta la pequeña casa Lightwood, donde Izzy los recibió con una gran sonrisa. Aunque no lo dijera, Alec sabía que su hermana no solo estaba feliz por su nueva reliquia, sino que también se ponía así cuando veía a Zaid.

– Tonto Simon, ¿qué clase de compañerismo tiene en las venas? Me deja por una chica.

Los demonik nacían con un nombre grabado en sus cabezas, era más que nada por el significado que tenía; sin embargo, sus portadores podían nombrarlos como gustasen si así lo decidían.

– Al menos tienes al tuyo. – Su triste voz ya no la podía ocultar.

– Hay personas que les nacen hasta después de los veinte. No te desanimes.

– Todo mundo me dice eso, pero hasta Max que tiene nueve, ya tiene a su topo o su ratón.

– Alec, es una comadreja y un hámster lo que tiene tu hermanito.

El pelinegro estaba enojado y triste, pero de cualquier manera soltó una carcajada, al menos le hacía olvidar su lamentable situación.

Así debía seguir su vida, al fin y al cabo, la esperanza es lo último que se pierde.

***

2 años después

Un sonido fastidioso resonaba en los sueños del pelinegro, estaba seguro que ellos ni radio tenían, pero sonaba como una alarma pero ¿de dónde?

Alec había despertado más con los con gritos de su hermana, que seguramente estaba jugando con Clary, cuando se convertía en tigre era realmente aterradora.

– ¡Alec! – No se iba a parar ésta vez a hacer las tareas que le tocaban a su hermana. – ¡Alexander!

El mencionado abrió un ojo y frunció el ceño, Izzy no le llamaba por su nombre completo... A menos que... Salto de la cama de golpe, ignorando el leve mareo.

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