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Había muchas luces azules saliendo del gran cuerpo del dragón tumbado, mientras que el otro succionaba sin detenerse a respirar siguiendo las órdenes de Valentine.

Alec había liberado a su hermana en cuanto la hermosa voz de su demonik entró en su cabeza, los recuerdos le llegaron de un momento a otro; sobre todo cuando los capturaron e hicieron que bebieran algo extraño para poder controlar su cuerpo.

Todo había pasado tan rápido que si acaso pudo gritar el nombre de su amado en su mente para advertirle, pero había sido demasiado tarde.

Corrió como sus piernas y cabeza le dejaron, yendo directo hacia donde estaba el gran dragón negro, moribundo y dando muy lentas respiraciones.

Su hijo estaba peligrando, su pareja y amor de su vida estaban en riesgo y ahora haría lo que fuera para detener la impotencia y culpabilidad que sentía.

"Debí haber sido más fuerte amor, nunca debí dejarte, te amo, resiste", le dijo mientras recogía una espada del suelo.

Tomó el arma como si fuera un dardo, aventándola en dirección al dragón; no sabía si había sido por la desesperación o la magia que compartía con su amado, pero había conseguido una fuerza y velocidad impresionante, por lo que la espada se encajó en el grueso cuello del animal.

Eso era extraño; ya que, sabía que la piel de un ser como ese era difícil de perforar.

El animal se quejó del dolor al mismo tiempo que cerró su hocico para dejar de succionar la poca magia y vida que le quedaba a su demonik.

– ¡Insolente! ¡Te mataré! – Gritó Valentine al ver que su animal no podía continuar con lo que hacía. Se notaba que el dragón estaba más débil, a comparación de su compañero derribado.

Eso era aún más extraño.

– Tendrás que hacerlo si quieres lastimar a mí pareja, pero créeme que no tendrás esa oportunidad de nuevo. – Sentenció Alec, tomando cualquier arma que se le presentara en el camino.

– Consumiré tanto su magia como la del repugnante ser que habita en su interior. – Gruñó con una sonrisa maliciosa.

"Pelearé por ti como tú peleaste por mi... Por favor espera por mi", pensó Alec cerrando ligeramente los ojos para recuperar la fuerza pérdida.

– Nadie le pondrá un dedo encima a los amores de mi vida. – Aseguró el menor con todo el coraje y energía que tenía.

Ambos hombres corrieron hacia su encuentro, de inmediato las espadas que poseían chocaron con tanta potencia, que sacaban ligeras chispas. Los dos se movían muy bien, tan coordinados y medidos que podían escuchar el filo de las armas sonar a centímetros de su piel.

– ¡Continúa con el plan! – Valentine retrocedió por un golpe impactado en el estómago para luego gritar a su aún débil dragón.

A su alrededor todo se encontraba en pequeñas llamas, con el calor invadiendo el lugar, parte del bosque donde estaban estaba destruido, pero aun así, Alec no cedió al requerimiento de descanso.

Su cuerpo temblaba, sus piernas querían flaquear y sus brazos dolían por el uso de dos espadas que de alguna forma había conseguido. El hombre con el que peleaba, le estaba dando problemas; sin embargo, se notaba que su firmeza iba decayendo por igual.

Magnus comenzó a rugir al sentir su cuerpo adolorido, su vientre dolía a mares y sus ojos no respondían al mandato de abrirse, pero contra toda molestia, su sentido del oído se agudizó, escuchando perfectamente a su pareja estando en una pelea.

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