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La niña ahora estaba jugando a la rayuela.

Desde ya hace un rato que se le antojó eterno, el niño había visto a todos los niños participantes alrededor de la niña, comparando sus respuestas. Luego había ocurrido la tan familiar separación en niños y niñas. Los niños se habían ido a otro lado del patio y las niñas se pusieron a jugar rayuela.

Y poco a poco, las niñas se habían cansado de jugar y se habían retirado una a una, hasta que sólo la niña, esa niña, había quedado jugando.

Al niño la situación se le antojó ficticia, como película de domingo por la tarde, la situación perfecta para el inicio del chico-conoce-chica que moverá el argumento por al menos una hora más; pero tampoco le parecía inexplicable. Si esa niña era realmente diferente, o mejor aún, si era como él, entonces no había nada de extraño en que se quedara sola en un juego repetitivo. Las mentes ágiles disfrutan de momentos de soledad, le habían explicado tiempo atrás.

Decidió acercarse lentamente a la niña, era el momento de saber cómo había salido tan pronto del examen. De obtener esa información de primera mano.

- ¡Hola!

El saludo enérgico hizo que el niño retrocediera instintivamente un paso, casi de un salto. Como si eso fuera poco, lo dejó sin habla.

- ¿Tú eres el otro que terminó el examen antes del tiempo, no?

La palabra "terminó" le cayó como agua fría al niño. ¿En serio esta niña, terminó todo ese examen dificilísimo que que parecía tener preguntas infinitas en menos de la mitad del tiempo? Intentó recuperar la compostura pero no pudo, con la voz más firme que pudo articular, el niño contestó:

- Ah... sí, esto, sí, fui yo. Pero tú saliste primero, la verdad, eres asombrosa, ¡Ese examen era tan difícil! y tú, digo, te felicito, o sea... ¿Cómo...?

El niño entendió en ese preciso instante a qué se referían los adultos cuando en medio de una situación vergonzosa exclamaban "¡Trágame, tierra!" Estaba seguro que la niña se iba a reír de él, ya casi podía escuchar la risa burlona, y luego se lo iría a contar a sus amigas y...

- Esto... Yo sólo respondí hasta sumar los veinte puntos y me fui. No fue difícil

No hubo risas, ni vergüenza. Sólo confusión.

¿En serio era sólo eso? ¿La niña había contestado sólo las veinte primeras preguntas y se había ido?

- Mi niña bonita, había más de veinte preguntas, de hecho más de cincuenta, ¿No las viste?

El niño contestó tan rápido que hasta él se sorprendió, necesitaba saber cómo es que la niña pudo pasar por alto ese detalle ahora mismo. Un instante después sus propias palabras resonaron en su mente y casi le da un ataque de pánico. "¿La he llamado bonita así como así? ¿Por qué hice eso? ¿Y por qué no me contesta?" Y entonces se forzó a detener sus pensamientos y volver a la realidad.

Ahí estaba, parado frente a una niña con la cara rojísima y una sonrisa que no parecía forzada pero sí muy incómoda.

La tomó de la mano y le hizo señas para que se fueran al borde del patio a sentarse, la niña caminó junto a él sin decir palabra. Al fin el niño entendió que no sólo él estaba nervioso,

- Oye, vamos a conversar a otro lado, si nos ven así van a creer que te estoy pidiendo matrimonio

La niña ahora reía a carcajadas. El niño había leído esa frase en una novela que en un descuido había quitado a su madre, y esperaba que la reacción fuera más sonrojo, sorpresa, y felicidad, ¡No una estridente carcajada! Pero había logrado que se vaya el nerviosismo y eso le bastaba.

- ¡Sí vi las demás preguntas! Pero el examen es a veinte puntos, y cada pregunta vale un punto. No había razón para contestar las demás

El niño ahora se sintió tonto. Era cierto. Pudo hacer lo mismo y ahora sería el ganador.

- Pero, ¿Y para qué eran esas otras preguntas?

- No lo sé, pero no había necesidad de saberlo. Se podía completar los veinte puntos con las primeras

- ¡Yo me puse a resolver esas! Por eso demoré tanto en terminar

- ¿¡Qué!? ¡Lo has terminado! ¿Cuántas eran en total?

- ¡No lo terminé! hice lo que pude hasta que mi cabeza empezó a doler...

Sonó una campana, y una melodía. Había llegado el momento de la verdad.

La noche en la que el monstruo lloróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora