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La niña se sentía enjaulada.

Y era lógico, se encontraba en el interior de algo a medio camino entre una cabina telefónica y una jaula de zoológico. Las paredes eran transparentes y obviamente había entradas de aire, pero la estructura metálica se asemejaba demasiado a una prisión, y sobre todo sentía una molestia en los oídos. Trató de identificar qué sonido era el que molestaba tanto y entonces descubrió que no escuchaba nada.

Por eso se sentía tan fastidiada. El oído humano no está acostumbrado al silencio absoluto, pues no existe en la naturaleza, o al menos no en la superficie del planeta, y eso significaba que esta jaula en la que se encontraba la niña estaba aislada del sonido. En ese momento entendió lo que iban a hacer. Miró a su costado y en efecto vio al niño en una jaula igual. Se veía tranquilo, y como si adivinara su mirada volteó a verla y levantó su mano hecha puño con el pulgar hacia arriba, luego le sonrió.

El niño había entendido cómo sería el desempate con sólo mirar las jaulas que tenían habilitadas en el escenario. Al parecer la niña había contestado las veinte preguntas a toda prisa y obtenido diecisiete puntos extras por el tiempo. Él, mientras tanto había seguido contestando preguntas sin saber cuánto valor tenían. De algún modo, entre respuestas buenas y malas, había sumado también treinta y siete puntos. Le había parecido demasiada coincidencia, y se preguntaba si no sería una treta de los organizadores para alargar el espectáculo. Al final no le importaba, por un lado deseaba que la niña tenga una oportunidad más de llevarse el triunfo; aunque no se lo iba a dejar fácil, por supuesto. Ella no se merecía un final arreglado, esta era la batalla final y no se iba a contener.

Ambos niños vieron como el anunciador estaba frente a ellos hablando al público -o como sea que se les pueda llamar a todos los asistentes en el auditorio- pero no pudieron escuchar nada.

"Damas y caballeros, como ven, ahora los participantes están listos para el desempate. A partir de ahora se les hará una serie de preguntas y nuestros especialistas determinarán quién merece ser el ganador. Los participantes están totalmente aislados del sonido exterior, así que no tiene caso que griten las respuestas, no pueden oírlos, y sobre todo, tampoco pueden oír la respuesta de su rival. Aún así, les pedimos que se mantengan en el mayor silencio posible para que el jurado no tenga difícil el trabajo."

La niña al fin encontró lo que buscaba, entre la gente en el auditorio, frente a ella, pudo distinguir a su padre. Estaba conversando con otra persona, alguien que ella no conocía pero se veía importante. ¿Estaría postergando su trabajo sólo para seguir con ella hasta el final del concurso? sea como sea, su padre parecía preocupado.

"Necesito un trago" pensó la niña. Nunca había probado alcohol, y sólo el olor le causaba repulsión, pero no se le ocurría ninguna frase que describiera mejor cómo se sentía en ese momento. Sólo tenía que responder unas preguntas y se iría a casa tranquila.

Se había centrado tanto en resolver exámenes que ahora se sentía nerviosa de sólo pensar que evaluarían cada palabra de lo que diga. Por un momento pensó que el niño estaría igual de nervioso, pero recordó su sonrisa y el pulgar levantado, y cómo la hizo sonrojarse en el patio... recordó cómo antes del examen se convirtió en el centro de atención sin esfuerzo.

La niña se sentía en completa desventaja, y empezaba a cuestionar sus propios conceptos de lo que constituye la inteligencia. Y eso la ponía aún más nerviosa.

Si sólo ese niño no hubiera aparecido.

Si ese niño no hubiera llegado a la final

Si ese niño... simplemente no existiera.

Todo sería más fácil.

El niño mientras tanto empezaba a sentir el fastidio del silencio en sus oídos. Y además estaba ansioso, lo que le ponía los nervios de punta. Pero aún así no podía apartar de su mente la idea de que había encontrado a alguien como él. "Pensé que esa niña... simplemente no existía."

La noche en la que el monstruo lloróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora