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El niño retrocedió dos pasos y se llevó ambas manos a la cara. Apenas sentía el dolor aunque su mejilla izquierda estaba rojísima, lo que realmente le impactaba era la sorpresa. ¿Por qué?

La niña también estaba confundida, pero sobre todo furiosa. ¿Quién era este niño? Mientras ella estaba preparándose para el concurso, él estaba escuchando música de la época de sus padres, mientras ella repasaba cada tema e investigaba cada detalle, él no se perdía un capítulo de su serie favorita, había pasado todo el concurso sin saber quiénes lo organizaron ni lo auspiciaron. Y quién sabe cuánto tiempo pasaba en la Internet. ¿Y había llegado a la final, junto con ella? No sólo eso, había respondido dos preguntas diseñadas para ser imposibles y con eso le había ganado.

Había arruinado el sueño de su padre, había echado por tierra su imagen de sucesora, ¿Y todo para qué? ¡Para demostrar que el esfuerzo, el empeño, y el estudio no sirven de nada! ¡Si desde que llegó tenía ademanes de triunfador, criticando el documental que les mostraron! Y hasta hablaba como todo un conocedor del tema, sin que le cueste trabajo...

No le dolía perder, le dolía que le gane alguien sin siquiera esforzarse. Eso no tenía sentido. Y le dolía más que el niño se lo presuma en su cara.

Pero lo que más le dolía era que su propia mente, tan lógica y privilegiada, le dijera que el niño tenía razón.

Eso fue lo que hizo que la niña perdiera el control y le diera tamaña bofetada al niño.

- Tú... ¿Qué eres...?

La niña hablaba mirando al suelo, arrastrando un pie.

- Arruinaste el sueño de mi padre, me arruinaste a mi, ¿Y ni siquiera te cuesta esfuerzo?

Ahora la niña arrastraba el otro pie y tenía ambos brazos rígidos, las manos hechas puño, apuntando hacia el suelo.

- ¿Y además tampoco me odias? ¿No soy digna aunque sea de ser tu enemiga?

El niño levantó la vista y mientras que la niña seguía mirando al suelo. No sabía qué decirle.

- ¡No eres humano! ¡Nadie puede hacer todo lo que has hecho y seguir siendo humano...!

Ahora la niña levantó la mirada. Había dos lágrimas rodando por sus mejillas.

- ¡ERES UN MONSTRUO!

El niño y la niña se miraron fijamente a los ojos durante ese grito. Luego la niña se fue corriendo y el niño se quedó sólo en el patio. Algunas personas habían salido a ver qué era ese alboroto, había niños y niñas riéndose y otros haciendo gestos como de condolencia.

Estaba tan acostumbrado a ser malentendido que ni siquiera le molestó, el niño sabía lo que todos estaban pensando: desde que le haya pedido que sea su novia hasta una propuesta indecorosa. ¡Hay que ver cómo vuela la mente de los niños! Pero nada de eso le importaba.

Al fin había encontrado una persona como él, alguien capaz de entenderle, y todo había sido una desilusión. Aunque no podía negar que la niña poseía una mente brillante.

Y esa mente brillante había llegado a la conclusión de que él era un monstruo.

La noche en la que el monstruo lloróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora