Capítulo 2

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"El adulterio será castigado con todo el peso de la ley. Ambas partes se convertirán en manchados y serán alejados junto con toda su familia para evitar que la comunidad se contagie."

Libro de Lealtad Sección 10 Párrafo 5

Llevo dos días sin dormir, aun repasando mi pequeña conversación con el señor Turek, miles de imágenes guardadas en mi memoria que desearía destruir. Mi madre está enferma, mi padrastro no me ama, una hermana muerta y dos pequeños niños inocentes que pagan por mi llegada.

Merezco ser alejada, así las posibilidades de mi familia pueden mejorar, cambiar, renovarse. Tengo la seguridad que ya no puedo derramar más lágrimas, podría llegar a desmayarme, no tengo fuerzas y ya me he cansado de ser fuerte.

Alguien toca mi puerta, pero no contesto, hace dos días no pronuncio una palabra, y hasta el momento no encuentro una buena razón para volver a hablar. Kathy abre e introduce medio cuerpo entre el umbral y la puerta, sonríe ligeramente, esa sonrisa de ánimo que siempre me da luego que algo malo ha pasado.

—Tu madre está preocupada, llamó a mi casa —lo dice explicando su aparición en mi habitación un lunes por la noche.

—Claro que lo está —digo torciendo los labios.

—Ella me contó lo de la enfermedad —dijo mirando el piso —, también sobre ti.

—¡No puedo creer que mi familia pueda hacerme algo así! —digo llorando sin lágrimas, ya solo me quedan los pequeños espasmos en el pecho que duelen cada vez que respiro.

Kathy me abraza en un segundo, es tan fácil para ella saber lo que las personas necesitan, en mi caso solo sentirme amada. Pasamos así casi cinco minutos hasta que a Kathy se le cansan los brazos y tiene que retirarlos de mi espalda, se sienta junto a mí, mirándome, señal de "habla sobre ello".

—No hay mucho que decir —le hago caso a su mirada —. Mi madre está muy enferma, el señor Turek ha encontrado una forma de financiar el tratamiento a mi costa.

—Aún no me acostumbro que le digas señor Turek —dice refunfuñando.

—Tú tienes unos padres amorosos —digo levantando los hombros y tratando que no duela más mi pecho al reconocerlo —. Por el contrario, el mío va a venderme.

Hace un puchero y continúa.

—Bueno, ¿cuáles son las opciones que le dieron a tus padres? —dice interesada.

—El gobierno va a pagar el tratamiento de mamá, si limpian el apellido —escupo.

—¿Limpiar el apellido? ¿Cómo? — pregunta Kathy.

—Les dieron dos opciones: Entregarme a mi padre verdadero, el cual no sabemos dónde está ni cómo contactarlo o... — No puedo continuar.

—¿O? —me mira con cautela

—Enviarme lejos, a un internado o algo así, monjas supongo. Allá se decidirá un futuro para mí, mi nuevo nombre, profesión y hogar. —De nuevo empiezan los espasmos.

—¡Oh Dios! —fue lo único que pudo decir Kathy.

El abandono, algo constante en mi vida, ¿cómo aprender a amarme a mí misma?, mi propia familia me aleja, realmente no me sorprende del señor Turek, pero no puedo creer que mi madre haya estado de acuerdo.

—¿En cuánto tiempo? —susurra Kathy.

—Un par de semanas —declaro.

—No volveré a verte —empieza a sollozar —. No podemos permitirlo —cambia su rostro y se ve determinada.

Contra-ManchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora