Capítulo 20

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Estoy físicamente destruida luego de la clase del señor Bred. Tiene razón sobre odiar a los débiles en su compañía, ya que no solo tuve que hacer mi ejercicio sino que me cargaron todos los que no hicieron los demás y todo ¿por qué? por tener una gran boca y meterme en asuntos ajenos. No quería saber nada de la mayoría de mis compañeros de clase que con seguridad lo hicieron apropósito —cuando se dieron cuenta que podían ahorrarse esfuerzo recargándolo en mí — y se sentían muy bien por ello. Sin embargo me siento aliviada por haber alejado a esa chica de las garras del instructor. A pesar del dolor, me alegra que ella esté en mejores condiciones que yo, lo cual suena exactamente como dijo Crull, "piensas en los demás antes que en ti misma" "es malo si saltas al peligro primero que los demás" ¿Acaso soy tan transparente? Empiezo a creer que sí.

Sigo mi horario y voy al hospital para las pruebas de salud, pero al ver mi estado, la enfermera opta por mandarme a mi cuarto y esperar que me recupere. Me miro en el espejo gigante que está justo antes de salir del hospital, tengo que dar un paso atrás cuando veo mi rostro crispado y moribundo, me siento en una de las sillas de ruedas que dejan en la entrada porque mis piernas no responden como deberían. Me digo a mi misma que sólo voy a descansar un minuto antes de ir a mi habitación, pero me encuentro tan cansada que pronto cierro los ojos.

Me despierta el movimiento de la silla en la que estoy, alzo la cabeza asustada y veo que una enfermera me arrastra por el hospital. No protesto, no creo que logre nada haciéndolo, así que espero hasta que se detiene en una camilla vacía y me ayuda a acostarme en ella.

—Supongo que fue tu primera clase con Bred. —Me da una sonrisa cálida y sincera —. Por lo general siempre escoge a alguno y lo manda al hospital deshidratado y al borde de perder la consciencia.

Intento contestar pero solo sale un lamento, ella hace un sonido que hace que me calme y luego ingresa una aguja en mi mano conectada a una gran bolsa de suero.

—Sólo descansa. En unas horas estarás como nueva.

Gracias.

Ella me da un asentimiento suave y se da media vuelta.

***

Una presencia hace que abra los ojos de golpe. Amelia se ve aliviada, un pequeño suspiro sale de su pecho y toma mi mano con dulzura. Intento no rechazar su gesto pero me aún no he olvidado todo lo que me han ocultado. Ella nota mi indiferencia y frunce el ceño evaluando mi comportamiento.

—Escuché que eres la nueva preferida del señor Bred, el pequeño sádico de la clase de entrenamiento físico. Tengo que decir que te buscas los peores enemigos —su voz suena decepcionada.

—Debe ser porque no sé quiénes son mis amigos —ruedo los ojos.

Suelta mi mano y se pone a la defensiva.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Quién no es tu amigo?

—Dímelo tú, Amelia. Ya que eres quien tiene tantos secretos.

Sus ojos se abren como platos, hace mucho no le decía por su nombre.

—Amelia... — repasa mis palabras.

—Así es, no entiendo de qué intentas protegerme, ¿acaso no he demostrado mi valor? ¿No tengo el rango suficiente o no soy una heredera? —mis palabras escupen veneno.

Mi tía se envara como si le hubiesen dado un latigazo. Sus ojos se achican mirándome con sospecha. No entiendo su reacción ya que debería sentirse avergonzada por ocultar tantas cosas.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2018 ⏰

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