Tequila

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La fiesta de bienvenida a los Rivera Hamada había iniciado con la tradicional carne asada.

Y aquel veneno dorado embotellado...

—Papá Hiro...—el mencionado se encogió de hombros ante su nombre y no pudo evitar un leve enojo y vergüenza. Sabía lo que su hijo diría.—Papá Miguel ya empezó a tomar.—Hiro dio un gran suspiro. "La maldición Rivera." Pensó. O eso creyó.—¿Tenemos una maldición?—preguntó el chiquillo.

—tú no conocerás esa maldición hasta pasado los 21 jovencito.—reafirmó. No quería imaginarse la escena en donde su hijo y su marido se emborracharan juntos y tuviera que sacarlos de prisión por alguna estupidez.

—hasta los 18. This is...Me-mexico—interrumpió un mexicano demasiado tomado con su pésimo inglés. No se puede subestimar al tequila.

Abrazo a su esposo por detrás rodeandole el cuello. Este sólo podía sentir su respiración agitada y caliente. Lo que hizo que se le erizara la piel.

—M-Miguel...—Hiro se estaba empezando a enojar. Apenas eran las 7 y el mexicano ya estaba ebrio. Posó sus dedos entre el puente de su nariz en cuanto sintió como le mordían la oreja.—Basta,estúpido ebrio.—lo empujó haciendo que este cayera en una silla justo a su lado.—¿Cuantas veces te he dicho que no bebas antes de comer?—Perdía un gramo más de paciencia cuando este empezaba a ponerle las manos en sus piernas. A lo que sólo le dio un manotazo.

—pinche chino, a veces eres tan frío...—lloriqueo sujetándose las manos.

—Papá...¿A Que sabe el alcohol?, ¿Por que es ilegal para los niños?, si es ilegal para nosotros....¿Por qué la venden? ¿No debería ser malo también para los grandes?—como cuál niño preguntón el miraba fijamente a sus padres.

Miguel sólo tapaba sus oídos.
Demasiadas preguntas para un ebrio.
—no oigo no oigo,soy de palo—este se levantó y se fue con sus primos a continuar con aquella bebida tóxica. A veces el mexicano no podía con las curiosidades de su hijo.

Al menos logró que calmara sus traviesas manos. Suspiro el nipón en forma de alivio.

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No podía creer tal escena ante sus ojos en plena calle que gracias a Dios,se encontraba vacía. Si bien Miguel ya había tomado en otras ocasiones, lo más estúpido que había hecho era jugar a las escondidas con sus -también- borrachos primos provocando que toda la familia lo buscará y que después de 3 horas lo encontrarán inconsciente en un carrito de supermercado.

Pero esto...esto pasaría a los récords de Miguel.

El mexicano estaba totalmente desnudo junto con Abel y Marco,sus primos.

—¿Ves? El poder Rivera es...gra-grande—Abel río tan fuerte ante las palabras de Marco.

—Suenas...como todo un borrasho—alargó la última vocal. Haciendo que Marco frunciera el ceño.

—no. Tu eres el pedo aquí.—miró su desnudez y luego posó su vista en su primo.—además...Mi po-poder es más (hic) enorme.

—Quisieran,par de...—Miguel se sujeto de una pared al sentir como se tambaleaba.—pendejos. Miren esto...—el mexicano miraba con orgullo su pedazo de piel.

Y así empezó una discusión en medio de la calle vacia. Para esto ya eran las tres de la mañana y la mayoría estaban dormidos. Salvo por el nipón que fue en busca de su marido.

Enojado era la palabra incorrecta .
Furioso le quedaba corto para describir el rostro del Hamada.

El moreno se dio cuenta de que su esposo lo veía por lo que optó por una pose seductora en la pared.

Nuestra gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora