Somos familia.

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Hola, he vuelto del más allá (?

Este capítulo es el final ahora si, de verdad gracias por leer esto.

Y...no me maten por actualizar después de una década... :(

Espero que se entienda, se hablan de dos escenarios, el pasado y el presente, ¡No se me pierdan!

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El despertar con el típico buenos días y el lunar coqueto que subía con su sonrisa y mostraba el hoyuelo del lado izquierdo de su bello rostro, era algo que a Hiro le encantaba y le removia en lo más profundo de su ser.
Algo que le motivaba al despertar.

¿Cómo es posible que se quiera de este modo a otra persona?

¿Cómo es posible que lo quieras más que a ti mismo?

Esa mañana Hiro se levantó con una sonrisa.

Se baño, se vistió con la ropa que más se le parecía a la de su infancia, sus shorts largos caqui, su playera roja, su suéter azul y sus Converse grises.

Bajo apresurado e hizo el desayuno, lo cual fue un fracaso total al intentar hacer algo tan elaborado, quemando los hot cakes. ¡Por Dios Hamada, las instrucciones vienen en el empaque!

Rodó los ojos y los sirvió, acompañado de cereal por si su hijo Jorge no quería comer carbón.

—¡Buenos días papá!—el mencionado bajo y se sentó a lado del japonés.—Los volviste a quemar...

Hiro lo miró de arriba a abajo, ¿Cuando había crecido tanto su pequeño? Ya tenía 15 años. Unos muy largos 15 años.

—¿Estas listo?—Hamada le pregunto mientras pellizcaba un hot cake.

—Sip, listo. Ya guarde las cosas que necesitamos en el auto.—tomó un pedazo de hot cake sin pensarlo lo tragó.—Está...rico.—Su padre sólo rió por su mentira.

—¿Tengo cara de idiota?

—No, claro que no, papá.—negó repetidamente como si decir lo contrario mereciera un castigo.

—¿Y la guitarra también la subiste al auto?

—¿Crees que se me olvidaría algo así? ¡Papá me mataría!—hizo una mueca de dolor.

—Entonces termina ya y vámonos.— el desayuno fue tranquilo, desayunaron y subieron al auto.

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Era una mañana fría, de esas que sólo diciembre te regalaba, donde la cama te abrazaba con tal pasión que te era imposible dejarla y parecía ser el mejor lugar del mundo jamás existido.
Las cortinas gruesas y oscuras tapaban la luz que el sol irradiaba, pero el sol siempre encontraba un huequito por el cual asomaba uno de sus rayos intensos, dejando sólo a medias la oscuridad de la habitación cálida.

El Hamada se revolvió en la cama, más no pudo moverse mucho al sentir el pesado brazo de su marido enredado en su cintura. Ya se había acostumbrado a que Miguel tuviera cierta muestra de afecto nocturna que llegaba a desquiciarlo en épocas calurosas, despertando todo húmedo del calor que irradiaba su moreno cuerpo.

—Eres increíble...—lo dijo más como una queja al notar las marcas moradas y rojizas en su propio cuerpo que no necesitaba explicación de saber como carajos las había obtenido.

—lo soy—le sacó la lengua el mexicano mientras abría los ojos divertido.

—¡Estabas despierto desde hace rato! ¡Sueltame que me estoy cociendo!—de un manotazo se soltó y se puso de pie, mientras se quejaba con voz baja por el helado piso hacia el baño de la habitación.

Nuestra gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora