Chocoflan invertido

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La multimedia XD upsis(?

Perdonen el titulo :v no se me ocurrió otra cosa ahre(?

Al fin. La familia se despidió de ambos, dejando un vacío salón. La fiesta terminó.
Hiro miró la hora, era ya las cinco de la maldita mañana. ¿Cómo es que las fiestas de los mexicanos duran tanto? ¡Es absurdo!

Se dejó caer sobre un cursi sofá blanco que tenía su inicial en rojo tinto. Soltó un gran suspiro y se desparramo como si se estuviera desinflando. La música ridículamente ruidosa por fin paró, trayendole paz a sus oídos que todavía zumbaban como agradecimiento.

Miguel también estaba cansado, pero el tenía más aguante por ser sometido a este tipo de celebraciones desde que tiene memoria. Miro a Hiro y le dio un pequeño beso en la frente, sorprendiendolo.

—¿Qué sucede, tésito japonés? ¿Demasiado para ti?—río.

—Demasiado. Es que...fue una fiesta muy larga. Quiero ir a dormir.—Murmuro bajito, enterneciendo al mexicano.

—Vámonos.—Le tendió la mano a la cual el Hamada aceptó. Caminaron hasta la entrada donde un auto negro los esperaba para llevarlos al departamento de Hiro, donde ahora vivirían por un tiempo en lo que conseguían otro lugar un poco más grande.

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Después de varios minutos ya habían llegado. Subieron el elevador en silencio, más porque el nipón ya estaba cabeceando y luchaba porque sus ojos se mantuvieran abiertos.

Hiro al ver su puerta la abrió y antes de entrar Miguel lo tomó en sus brazos, sorprendiendolo una vez más.

—¡¿Miguel, qué haces?!

—Cruzando el umbral con mi novio en brazos, ¿Qué no se debe hacer eso?—sonrió.

—No soy más tu novio.—le recalcó.— Y no soy una especie de princesita o algo así. Bájame.

—Cierto.—le dio un beso en su mejilla.—Eres mi esposo.

— Debí haber dicho que no al casarme contigo—soltó una risa burlona.

— Muy tarde.— Levanto la mano derecha enseñando el anillo.— Me perteneces ahora.

Miguel cruzó la puerta y la cerró con el pie de una patada. Camino hasta la habitación y dejo delicadamente al Hamada en la cama. Le dio un beso lento pero largo. La luz apenas se asomaba por la ventana, ya casi amanecía completamente.

No hicieron falta palabras. La tensión del ambiente se podía cortar con un cuchillo. Se atrevieron a profundizar más el beso, convirtiéndolo a uno húmedo lleno de pasión, enredando sus lenguas con deseo. Miguel lo deseaba. Hiro lo deseaba. El cansancio se abrió pasó dejándolos solos. Es como si le hubieran dado un monster combinado con red bull y un chingo de azúcar para evitar caer en coma en un gran y profundo sueño. (Por favor, no lo intenten en casa)

Miguel empezó a despojar de ropas a su marido, desnudandolo. Hiro por otro lado y con movimientos torpes hacia lo mismo con su amado.

El calor ya estaba presente a pesar de que estaban en pleno invierno. El mexicano empezó a descender poco a poco, dejando un camino de dulces besos ''inocentes'' (porque oh, vamos, de inocentes, no tenían ni siquiera un gramo) , en vez de las mordidas que siempre acostumbraba dejar al nipón. Esta vez era especial, está vez era la primera en su matrimonio y quería que fuera romántica, placentera, inolvidable.

Romántica. Esa palabra lleno la cabeza del mexicano, haciéndolo recordar el pequeño regalo que le iba a dar a Hiro. Así que se separó de él, confundiendo al Hamada.

Nuestra gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora