Mi idiota preferido 2.0

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—tú fuiste a verme la otra vez—y como una cachetada el nipón sintió como se le congelaba la sangre.

—no.—mintió. Ni que este fuera tan importante para que fuera especialmente a verlo a él.

—que si,no hay otro chino en estos lugares.—el sabía que mentía, ¿Pero por qué?

—¿A quien le dices "chino"?—soltó un profundo gruñido.—soy mitad japonés y mitad americano.— ¿Por que le estaba dando explicaciones a un niño?

—es igual,no hay otro como tú por aquí, se podría decir que eres único.—el japonés no pudo evitar sonrojarse. "Único..." repitió en su mente.—¿Y bien?

—¿Y bien qué?—logró tranquilizarse un poco...tan sólo un poco.

—pues mi música, tonto. ¿Que te pareció?—queria decirle que fue lo peor que había escuchado en su vida aunque no fuera verdad, quería molestarlo por tan incómodo momento de esa vez.

Pero al ver sus enormes ojos marrones y su coqueto lunar arriba de sus labios no pudo.

—regular—mintió. Y el mexicano se dio por bien servido. No sabía porque,pero sabía que al japonés le había gustado y sólo no quería admitirlo, era como si lo conociera.

—Soy Miguel—extendio su mano hacia el nipón.

—Hi-Hiro—le respondió el saludo de igual manera. No pudiendo evitar sentir un pequeño choque eléctrico al tocar su piel.

Los días pasaban y la amistad crecía, al punto en que salían casi todos los días.

Sabían todo del contrario, Miguel sabía que Hiro era todo un cerebrito para ir a la Universidad, que había perdido a su hermano, que era un adicto a las gomitas y que posaba de un mal genio.

Hiro sabía que Miguel era un músico talentoso, portaba de una gran voz, y que el-al contrario de si mismo- era una persona muy positiva e impulsiva.

Claro,también sabían del viaje al mundo de los no vivos-lo cual no creyó para nada Hiro,pero decidió dejarlo así- y de un super héroe en SanFransokyo.

Ambos se encontraban en la casa de Hiro, echados sobre el suelo de su sala devorando el pudin casero que la madre de Miguel le había mandado a su mejor amigo.

—¿Te gusta alguien?—  el mexicano soltó la primera bomba.  El nipón simplemente no sabia que decir, ¿se supone que le gustaba alguien? ¿como sabia si era así?

— no lo creo—  respondió. El mexicano de alguna manera sintió un pequeño alivio.  — ¿y  a ti?—  entonces sintió el característico dolor en el pecho. Ignorándolo.

— Tampoco lo creo.—y el dolor desapareció.— Es decir, las mujeres no me atraen ni un poco, son...

  — Complicadas.— rieron al saber que ambos pensaban lo mismo. Al ver como el mexicano se manchaba su camisa con el pudin de chocolate, el nipón rodó los ojos.  — De todas formas, a veces me pregunto quien seria tan idiota para estar contigo.

  — Pues veo justo ahora a un idiota conmigo— se burlo el mexicano ocasionando que el contrario le soltara un leve golpe en la cabeza.— a veces eres tan violento— lo miró fijamente, observando como este se retorcía de la risa en el suelo, le gustaba verlo tan feliz. Le gustaba sus ojos llorosos de tanta risa. Le gustaba su cabello largo y alborotado. Y le gustaba como ahora el lo miraba silencioso.

No sabia lo que el mexicano sentía, pero sabia que quería hacer al ver los labios entrecerrados de Hiro.  Y como ya se había mencionado antes, Miguel era impulsivo, no pensaba nada, solo actuaba. 

Nuestra gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora