CAPÍTULO 38

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Bath es una ciudad bastante pequeña, pero hay un buen tráfico turístico en esta época del año. Se considera un destino interesante en el sur de Inglaterra por las termas romanas, pero hay mucho más que ver.

Confieso que yo no me he recorrido todo el mapa. Aún no he cumplido los cinco meses por la zona, pero con una semana y media tienes de sobra para memorizar los caminos, los sitios más importantes y no perderte cuando das un peso.

Esto viene porque seguro que os estáis preguntando cómo lo voy a hacer para encontrar a Evan, cuando mi papelito indica más de cuatro lugares distintos. Fácil. Igual que toqué puertas y puertas antes de dar con su casa, voy a ir a todos ellos, aprovechando que están muy cerca unos de otros, y rezaré por acierte antes del último intento. Y por llegar antes de que la lluvia haya terminado.

No sé qué le voy a decir. Ya sabéis que no soy ninguna experta socióloga, pero hasta yo sé que no puedes plantarte delante de una persona —y menos una como Evan— y soltarle de buenas a primeras algo como «oye, sé que tienes TOC. Cuéntame tus movidas». Es verdad que con esa actitud estaría siendo fiel a lo que soy y a lo que espero, e iríamos al grano, pero no quiero asustarlo. Solo quiero comprenderlo, supongo.

Ahora que muchas piezas encajan, incluida la amenaza de Lilian —esa que me estoy pasando por el forro, esa misma—, no consigo deshacerme del nudo en la garganta. Me preocupa haberle hecho sufrir con mi comportamiento por culpa de no saber nada. Y más todavía ser consciente de que podré hacérselo si sigo sin tener idea.

He leído en Internet que las personas obsesivas compulsivas no tienen por qué tener esa gran preocupación por la limpieza, pero por lo poco que he observado de Evan, parece que entra en el grupo de los toquianos básicos. Por eso me he duchado, me he lavado, secado, peinado y ondulado el pelo, y me he puesto el único vestido que me molesté en planchar la última vez.

No soy una chica coqueta. Todo lo contrario. Me han llamado marimacho toda mi vida porque ser femenina nunca ha sido una preocupación para mí. Se tiene la certeza de que escondo un triángulo entre las piernas porque mi delantera habla por varios, que si no, es verdad que sería difícil. Pero puedo hacer excepciones, y la verdad es que me alegra y me gusta ponerme guapa de vez en cuando.

—Estás gorila —sonríe Gale, aún hecha un ovillo en el sofá. Tiene la cabeza de Raz en el regazo, que por fin ha conseguido quedarse dormido. Con cuidado de no despertarle, aparta la mano con la que no le acaricia el pelo y me hace el signo de OK—. Mucha suerte.

Enseño todos los dientes en una sonrisa y me despido.

Me siento capaz de todo al recorrer el pasillo, pero en cuanto cruzo el umbral, me pongo nerviosa. Nora West nerviosa es una de esas cosas que solo se vería en Discovery Channel, lo sé, pero es lo que toca. Ir al encuentro de un hombre que me acelera el pulso bajo una lluvia de estrellas suena a cita, y las citas son un derivado de los sentimentalismos, y a mí los sentimentalismos no me van. Si a eso le añades que Evan podría mandarme a freír espárragos por mi intromisión, los nervios van a peor.

Pero no me voy a amilanar, no señor.

Cuadro los hombros dentro de mi vestido veraniego y bajo las escaleras. Estoy muy mona, eso debería servir para aplacar sus ánimos de despacharme. No es un traje especial, solo un vestidito de manga corta y gasa, quizá demasiado corto para no temer la brisa entre los muslos, pero ya marca la diferencia respecto a mis patéticos modelos para ir a clase.

Estaba casi convencida de que voy a llegar con lamparones en las sobaqueras y el pelo pegado a la cara por las veces que me tendré que patear la ciudad hasta encontrarle... pero no. Evan está en la primera parada, en los Parade Gardens, sentado sobre una manta similar a la que le robé la noche del solsticio. Una que, por cierto, aún no le he devuelto.

Todas mis estrellas son fugaces [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora