CAPÍTULO 106

5.4K 1.2K 169
                                    

—Básicamente estudiar. Mi exposición es dentro de tres semanas, ya lo sabes. Pero tengo la tarde libre. Hoy hay luna nueva y se prevé uno de los eclipses más largos del siglo veintiuno.

Me reservo un comentario sobre títulos de novelas de Stephanie Meyer y asiento.

Está a punto de anochecer, y desde que Gale tiene que estudiar para los primeros exámenes del curso, cenamos tan tarde que dudo que les importe quedar un par de horas después. Así nos dirigimos a alrededor de las siete de la tarde al parque de la Reina Victoria.

Recuerdo haberlo visitado cuando puse un pie por primera vez en Bath y quise recorrer los sitios más famosos, junto con las termas romanas, la abadía, el puente y el museo. Pero desde entonces han hecho más de nueve meses —bendito embarazo—, y un lugar con la persona que quieres tiene un aire diferente, así que es como pisarlo de nuevo.

A pesar de ser mediados de noviembre, no hace tanto frío como debería y aún no es del todo de noche. Me quito el abrigo grueso y lo dejo a un lado, y Evan hace lo mismo, desbaratándose el cuello del jersey.

Se sigue poniendo prendas debajo, pero por las bajas temperaturas al salir de la cama. A lo mejor por eso no me he dado cuenta de que lleva una cadena en el cuello, que se escapa de su escondrijo y asoma apoyándose sobre la camisa.

—¿Qué es eso?

Evan baja la barbilla para contemplar el punto que señalo con el dedo.

Es una cadena plateada muy fina, casi femenina, de la que pende un único abalorio del mismo material. No sabría describirlo, más allá de que es circular y tiene patrones entrelazados de forma enrevesada.

No es mucho más grande que una castaña.

—Un colgante que fue de mi madre —responde suavemente—. Cuando estuvimos en casa de William y me mandó a contestar al teléfono, me entretuve dando vueltas por las habitaciones mientras respondía las preguntas de Vance. Encontré en la sala de música su joyero, incluido este collar. Aunque no es suyo como tal, porque me lo dio antes de morir.

—Es muy curioso. —Sostengo el adorno entre los dedos índice y corazón y le doy la vuelta; es igual por ambos lados—. Se parece a un tatuaje que tiene Monroe. ¿Tiene algún significado?

Sonrío para mis adentros al verlo mirando de reojo mi mano curiosa.

Se sigue poniendo nervioso conmigo.

—Por lo que ella me contó, es uno de los nudos celtas. Estos nudos eran considerados talismanes porque traían buena suerte. Este no es el único: hay una gran variedad. No todos son circulares, ni se disponen así los lazos. Tienen significados y formas distintas, ya sea porque los clanes del Medievo los tomaban como representación, o porque cada uno responde a un término espiritual. También es importante la complejidad del patrón. Cuanto más lo es, más conectados están los valores o sentimientos entre ellos.

—Pues este parece de los más complejos —murmuro, recorriendo con la yema cada lazo—. ¿Qué espiritualidad tiene?

—Es el nudo celta del amor. Simboliza la unión de dos almas inseparables. —Hace una pausa: él expulsa el aire, que me roza la muñeca, y yo contengo el aliento—. No eligieron este formato por casualidad. Ya sabes que los círculos representan lo infinito. No hay líneas con final, se entrelazan unas con otras. Es una representación de que el amor es eterno.

—Qué hipócrita que lo lleves tú —comento con humor, aunque se me escapa una nota de amargura. Suelto el colgante—. No crees en el amor común y mundano, como para llevar encima uno que engloba el inmortal.

—No lo llevo porque crea en él, sino porque era de mi madre.

—¿Y por qué lo llevaba tu madre? —Enarco una ceja—. ¿Creía ella en el amor?

—No lo sé.

—¿Cómo no lo vas a saber? —Recojo las rodillas y apoyo los antebrazos en ellas. Echo un vistazo al cielo, un poco más oscuro que cuando me senté—. Da igual.

Saco el móvil y ojeo los últimos mensajes. Pulso sobre el grupo que compartimos Gale, Raz, Monroe, Coco y yo.

TIFF_17:34

He hecho reserva en el italiano a las siete. Os viene bien??? Si no me da igual, ya me he maquillado y no voy a esperar para salir a la calle.

GALE_17:34

Yo también estoy casi lista =)

Pongo los ojos en blanco. Seguro que ya sabéis por qué.

MONROE_17:35

Cuando estéis allí, avisad.

Voy a contestar algo como «ni se te ocurra aparecer con un chándal», pero unas cosquillas en el escote hacen que levante la cabeza y mire a los lados. Me palpo el pecho con el corazón en un nudo, pensando que es un mosquito o algo peor. Toco una superficie lisa y fría, muy fina, que ya ha estado en mis manos antes.

Bajo la barbilla y abro los ojos al ver el colgante y asociar las caricias en mi cuello con el aliento y los dedos de Evan.

—¿Qué haces? —Me giro cuanto me lo permite la postura, apreciando a Evan a la mitad—. ¿Por qué me lo has puesto?

—No lo sé —responde con sinceridad. Se guarda las manos en los bolsillos y ladea la cabeza para apreciar su obra. Su sonrisa me descoloca por completo—. Creo que quiero que tengas algo mío.

¿Crees? No sé cómo interpretar eso.

—Interprétalo como quieras. Yo pienso que la única diferencia entre creer y saber, es que quien cree, lo hace porque quiere.

Parpadeo una vez.

—Pensaba que era que una cosa significa certeza y la otra no.

Niega de manera tan dulce que todos mis principios se subordinan a los suyos, sean cuales sean, me gusten más o menos.

—En ambos casos puedes equivocarte. Ningún saber es exacto.

—¿Y qué hay de las matemáticas?

—No estamos hablando de matemáticas, sino de sentimientos. Para mí, creer no es sinónimo de dudar. Creer es pensar, y pienso en ti. —Traga saliva y se arrodilla a mi lado, muy cerca de mí—. Es afirmar una pretensión... y pretendo hacer muchas cosas contigo. Es fanatizar, también: soy un fanático de todo lo que eres. De tu valentía y tu ilusión, tu fortaleza, tu alegría y perseverancia... de tu cara y la magia que puedes hacer solo mirándome.

»¿Sabes qué haces? Convertirme en alguien que vale la pena... Y hacerme creer, otra vez, para siempre.

Su mirada me acaricia la línea de la nariz y se detiene en mi boca. Se muerde el labio, creándome un nudo en la garganta.

—Por eso elijo creer. Porque creer es esperar. Y Dios, espero que te quedes conmigo. Es sospechar, igual que sospecho que nunca querré ser mejor si no es para ti. Es imaginar, del mismo modo que tú eres imaginación para mí, porque si me faltaras creo que mis fantasías morirían contigo.

»Es estimar, calcular, hacer suposiciones. Las hago. Estimo, calculo, supongo; invento maneras de hacer que no te arrepientas cada día..., porque no te tengo como alguien seguro, no estoy acomodado porque ahora estés sentada a mi lado. Sé que me quedan muchas cosas por hacer por ti, por demostrar, y esta vez, créeme tú —Aprieta mi mano y me mira muy serio—: quiero hacerlas. Voy a hacerlas.

Una brisa ligera se levanta a tiempo para envolverle por detrás, como a una de esas criaturas mitológicas en el momento cúspide de su mito: podría ser el gran Ulises, pero arrodillado no es ningún héroe con laurel, sino un mortal entregado. Podría ser el invencible Hércules con una de sus víctimas en brazos, pero lo único que tiene en la mano es la mía, y sé que nunca haría nada que me perjudicase.

Por eso sigo aquí. Porque es la única persona en el mundo a la que podría temer por todo lo que me hace sentir, y a la que, sin embargo, no temo en absoluto. No a él.

A mí, en cambio... A mí y a mi inconformismo, sí que le tengo pánico. Pero por hoy, por el viento, sus ojos y la sonrisa, por su manera de creer en mí de mil maneras distintas, me conformo.

Y así se lo hago saber besando sus labios muy despacio.

Todas mis estrellas son fugaces [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora