CAPÍTULO 73

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—¿Esa es tu cita preferida? No suena muy esperanzadora —consigo articular.

Sus brazos no me aprietan, no me presionan. Son como un campo de fuerza, se sienten y a la vez no.

—La vida en sí no lo es. Siempre he pensado que Dante no estaba en el infierno, que esos siete círculos son una metáfora que comprende el mundo que conocemos. La Tierra es el peor lugar donde vivir, y él buscaba desesperadamente a una mujer que en el fondo sabía que no existía.

—¿Y para qué la buscaba si ya lo sabía?

—Para tener una misión en la vida, aunque fuera mentira. Quería creerse que estaba en alguna parte para sobrevivir. La autoconvicción es el mejor placebo que puedes darte a ti mismo.

Suspiro.

—¿Por qué crees que la quería tanto?

—Porque era un egoísta. Pensaba que ella, con su pureza y todo lo demás, podría curarlo, salvarlo de la vida de libertinaje y decadencia que había estado llevando.

—Qué tópico.

—Ni que lo digas. Es algo que odio en las obras literarias y las representaciones artísticas, y a lo que se recurre a menudo. Siempre ponen el amor como una necesidad. Y la necesidad es enfermiza, no creo que tenga mucho que ver con el amor... —Su voz se va apagando. Pronto siento la brisa en la espalda, señal de que se ha apartado—. Lo siento, a veces me pongo a hablar como si a alguien le importasen estas tonterías.

—Si tú supieras cuánto me gusta desvariar... Bueno, de hecho, lo sabes. Y eso no me para —puntualizo—. Además, a mí me interesa lo que tengas que decir.

»Ahora que lo pienso, es cierto. O plasman el amor de forma totalmente irracional, o como una enfermiza necesidad. Pero quizás sea porque así es.

—Entonces no entiendo por qué merecería la pena buscarlo por todo el mundo.

—Porque no hay nada más satisfactorio que sentirse necesitado, importante y útil.

—Nadie te necesita para siempre. Querer es una desilusión, porque en todos los casos... ese sentimiento se acaba —zanja. Me rodea para toquetear un poco el telescopio, sospecho que solo para entretenerse y no tener que mirarme—. Creo que apunta a Venus.

Aunque quiero subrayar su visión fatalista de las cosas y animarlo con un discurso algo más positivo, desisto antes de intentarlo. No tengo nada romántico que decir, porque opino igual que él, y no quiero darle la razón.

Aunque estés acostumbrado al pesimismo, en boca de otros siempre parece peor.

—No me has respondido a la pregunta. ¿Por qué Venus y Marte? —propongo de nuevo.

¿Se nota que quiero hacerle hablar hasta que se canse o se aburra, y se dé cuenta de que a mí ni me cansa ni me aburre?

—Por mitología, como todo lo que tiene que ver con el origen del Universo. Estos griegos y romanos inventaron unas leyendas muy interesantes para explicar lo que la Física y la Astronomía defienden ahora.

»Ya sabes que los planetas tienen nombres de dioses romanos, ¿no? Venus es Afrodita y Marte es Ares. El amor y la guerra; temas muy representados en el arte.

—Por Botticelli, por ejemplo.

Asiente.

—Siempre se ha dicho que el hombre y la mujer vienen de planetas distintos, por la oposición de caracteres y objetivos. No hay mayor representante de la feminidad que Venus, ni nadie más masculino que Marte, y entre ellos hay un abismo de diferencias.

Todas mis estrellas son fugaces [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora