Bajo mi piel. Sandra Sánchez. CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 2.

Me despierto de nuevo. Con la imagen de ese tatuaje en mi cabeza que por más que intento borrar de mi mente no logro conseguir que se marche. Es la tercera vez ésta noche que me levanto alterada. Después de la llamada de Luca me puse mi pijama. Aunque tenía la cabeza en cualquier lado menos en lo que estaba haciendo, me puse mi pantalón corto de Bob Esponja y me metí por la cabeza una de mis enormes sudaderas. Entonces me miré en el espejo. Y era curioso porque en el momento que la cogí del armario no me di cuenta. Pero era la sudadera que llevaba puesta el día que Luca se hizo amigo de Becca y mío. Más tarde compré una sudadera igual para que los tres tuviésemos el recuerdo de aquel día en que Luca nos dio su remedio para la resaca y nos salvó a Becca y a mí de una muerte lenta y dolorosa a causa del dolor de cabeza cortesía de nuestro gran amigo el Tequila.

Ya con el pijama puesto fui a la cocina. Debía comer algo. Mi madre tenía razón al decir que no comía lo suficientemente bien, siempre comía cualquier cosa que podía pescar en el refrigerador o en algún armario. No es que no supiera cocinar, al contrario, siempre se me dio muy bien la cocina. Recuerdo a Becca y a Luca peleándose por el último trozo de tarta de manzana que les preparé un fin de semana que pasamos los tres en Canadá. O como me rogaba Luca para que cada vez que lo visitaba o el viniese a casa le hiciese mis espaguetis a la carbonara. Pero desde que Becca se fue, lo último que me apetecía era hacer grandes cenas para mí sola. Por eso me conformaba con cualquier cosa que encontrase.

Con ese pensamiento en mente decidí que no estaba bien,  así que con toda la pereza del mundo me dirigí de nuevo hacia la nevera y saque pimientos, tomates, cebollas y ajos. Saqué carne de la nevera y con todas las cosas en las manos cerré la puerta con el trasero y lo dejé todo en la isla de la cocina. Si, esto sería una buena manera de distraerme pese a la hora que era.

Me recogí el pelo en una cola de caballo puesto que me lo había soltado después de salir de la ducha y conecté mi IPod al equipo del salón hasta que los acordes de las canciones David Guetta inundaron mis oídos. Normalmente lo escuchaba sólo cuando salía a correr pero hoy necesitaba levantarme el ánimo.  Cociné las verduras y los trozos de carne y lo serví todo en un enorme plato. Fui hacia el frigorífico y saqué la botella de vino. Presentía que esta noche la necesitaría, así que me dirigí al salón con el plato en una mano y la botella bajo el brazo y me senté en el sofá para disfrutar de una sesión de Dirty Dancing, Ghost y Pretty woman. Puse el DVD en marcha comenzando con mi favorita de las tres. Dirty Dancing. Siempre veía esa película que me encontraba baja de ánimo.

La última vez que me desperté sudando aún por la pesadilla, vi a Julia Roberts en la bañera de la habitación de Richard Gere escuchando música feliz, sin poder creerse lo que estaba viviendo. Apagué la tele cabreada conmigo misma y con Luca porque tenía razón en todo lo que me había dicho. Debía cambiar mi vida y pronto o no conseguiría llegar a los treinta a este ritmo. Cogí la botella de vino que descansaba en la pequeña mesa que estaba delante del sofá y bebí directamente de ella. Iba a ser una noche larga. Puse la televisión de nuevo y volví a quedarme dormida después de 2 horas de ver la tele tienda. Tenía la teoría de que la ponían en televisión con el fin de prevenir un ataque zombie porque realmente sería lo que podría hacerlos volver al sueño eterno.

Escuché un ruido y me revolví en el sofá. Tenía todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo agarrotados. Me había quedado dormida y ahora no sabía cómo hacer para levantarme sin sonar como un coche oxidado al moverme. Como pude me incorporé y reconocí que aquel sonido que no paraba era mi teléfono, estaba en el dormitorio donde lo había dejado tirado cuando hablé con Luca. Fui hacia él pero nada más dar un paso hacia el dormitorio sentí algo enredado a mi pie y…

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