Bajo mi piel. Sandra Sánchez. CAPÍTULO 9

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CAPÍTULO 9

No pude dormir más de dos horas seguidas. Horribles pesadillas acudieron a cada rincón de mi subconsciente, torturándome.

En este caso las pesadillas habituales se mezclaban con Matt. Sentía cómo me miraba con repulsión y me recriminaba cosas que no podía entender. De repente apareció a su lado lo que llevaba tantos años mortificándome y él reía. Estaba riéndose de mí. No era el mismo Matt que yo conocía, aquel que hacía que mi cuerpo se estremeciera con su toque y me hacía suspirar al verlo. En cambio parecía una mala bestia salida de la peor película de terror. Matt no me haría daño y en mi subconsciente lo sabía, pero estaba aterrada. No por su presencia sino por la de aquello que lo acompañaba. Encogiéndome como un bebé recién nacido lloré mientras suplicaba por favor que se detuvieran, que todo esto sólo era un mal sueño, que no era real y no me podrían hacer daño.

Alterada, me desperté sudando. Tenía todo el cuerpo tenso. Mis mejillas mojadas por las lágrimas derramadas en la almohada, estaban sonrojadas. Estaba temblando y tenía sudores fríos. Me incorporé en la cama, encendí la luz y seguí llorando sin poder reprimirlo. Odiaba tener esas malditas pesadillas y tenía la sensación de que jamás me podría librar de ellas. Estaba contenta porque llevaba algún tiempo sin tenerlas, pero estaba comprobado que a la mínima de cambio regresaban peor que nunca.

En Madrid estuve yendo a terapia un tiempo justo después de que sucediese, sin mucho resultado aparte de dejarme medio inconsciente con las pastillas que me recetaban y hacer que me moviese como una zombi la mayor parte del tiempo.  Luca siempre mencionaba que debería ir a ver a alguien aunque estuviese mejor, pero yo siempre rechazaba su ofrecimiento. Estaba cansada de tener que explicar lo que me pasaba. Luca era una de las pocas personas que sabían el verdadero porqué de mis pesadillas. Él tuvo que vivirlo también, aunque no le dejase las mismas secuelas psicológicas que a mí lo que pasó, sabía perfectamente que no fue fácil para él tampoco.

Limpié con el dorso de mi mano las lágrimas, me levanté de la cama y caminé hasta la cocina para beber un poco de agua. Medité acerca de Matt y el por qué había aparecido en esas desagradables pesadillas. No creía que pudiese hacerme daño y sabía a ciencia cierta que no podría hacer exactamente lo mismo que me ocurrió aquella vez, pero aun así no me gustaba verle de esa manera. Esta noche había presenciado una cara de Matt de la que no estaba muy segura de que me gustase. Siempre era tan seguro de sí mismo que me extrañó ese arranque. Incluso cuando vio a Luca rozando cada parte de su cuerpo con el mío, supo controlarse. Pero lo que menos me gustó fue su rechazo. Me dolía en lo más profundo  y eso me aterró más que cualquier pesadilla que pudiera tener.  No tenía ninguna explicación para ello.

Dejé el vaso de agua encima de la mesa cuando escuché unos golpes apenas audibles que provenían de la habitación. Asustada fui hacia allí y me paré para escuchar mejor.

Ahí estaban de nuevo los golpes. Provenían de la puerta de la terraza. Supuse que quizás podría ser Luca que había vuelto al resort o quizás me había escuchado llorando. Avancé y abrí la cortina que separaba el infierno en el que me encontraba con la tranquilidad del mundo real.

Matt tenía su cabeza apoyada en el cristal de la puerta, al escuchar como corría las cortinas levantó de golpe la vista y centró sus ojos en mí. Estaba demasiado estupefacta para reaccionar. Me hizo un gesto con la mano indicándome que le abriese. Cuando no hubo nada que nos separase, Matt dio un paso al frente y me envolvió entre sus brazos. Comencé a sollozar contra su pecho sin poder contenerme.

No me gustaba llorar delante de la gente, pero en ese momento fue algo tan natural, que no me importó en lo más mínimo. Sabía que Matt me cuidaría, que no era como la visión que tuve de él en mi pesadilla, que me protegería si hiciese falta, incluso de un dragón. Aunque apenas le conociese, podía sentirlo. Él no era un monstruo, él era mi caballero oscuro, el que velaría por mí.

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