Te quiero, marica

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Son las 11:55 cuando me presento en casa de Rafa. Recuerdo viejos tiempos que por momentos me hacen echar atrás, pero permanezco delante de la casa esperando a que sus amargados padres salgan. Sí, lo sé, no tendría que insultarlos, pero al fin y al cabo, son lo que son, dos pares de abogados amargados porque no consiguen lo que quieren conseguir.

Veo a esos dos salir por la puerta que son las doce en punto, sonrío satisfecha y me quedo ahí plantada haciéndome la tonta hasta que veo desaparecer su coche al final de la calle antes de girar a la derecha.

Empiezo a correr para ser lo menos vista y me encuentro en la parte trasera de la casa calculando cuál de todas debe ser su ventana, hasta que veo como un camino en el árbol, que debe de haber marcado Bruno, o a saber quién, pero deja huella a que hay alguien que sube y baja por ese árbol cuando ellos no están ni presentes.

Trepo el árbol con muy poca agilidad, siendo sincera no es ni de lejos mi punto fuerte. Llego a su ventana y entre las cortinas lo veo a él sentado en el escritorio mirando muy concentrado hacia la pantalla de su ordenador. Miles de recuerdos vienen a mi mente, pero mis dedos reaccionan antes de que pueda recordar alguna cosa de más y llamo a su ventana. No me ha oído, así que llamo un "poco" más fuerte, y lo pongo entre comillas porque ha sonado casi tan fuerte que por momentos he temido de romper el cristal de la ventana.

Sus ojos azules con un toque de amarillo rodeando la pupila miran la ventana y se abren más de lo normal al ver que al otro lado estoy yo, en carne y huesos, queriendo entrar en su habitación como muchos meses atrás, cuando éramos dos amigos casi inseparables.

Le hago gestos para que venga abrirme, no fuera caso que con mi poca traza perdiera el equilibrio y cayera de espaldas o de frente (lo mismo da) en la hierba hecha papilla. Murmura cualquier cosa, supongo que reaccionando a que sigo subida en un árbol y me abre la ventana.

-Hola- le digo una vez dentro gracias a su ayuda para que no viera el suelo en mis narices.

-Hola- nos quedamos uno delante del otro observándonos como si fuésemos de dos especies diferentes.

La habitación sigue igual que la última vez que vine aquí, el último día que nos consideramos mejores amigos. Mis ojos recorren toda su habitación y veo que sí faltan cosas. No hay peluches, no hay fotos ni pósters puestos por las paredes (hasta tenía uno de Justin Bieber, otro de Madonna y hasta uno de Lady Gaga en el techo). Su habitación ya no es esa acogedora que te sientes como en casa, la veo más vacía, hasta los recuerdos han querido huir de ella.

-¿Cómo estás?- le pregunto con voz mesurada, como con miedo de decir una palabra de más, mientras mis ojos dejan de pasearse y miran al suelo, sin atreverse a enfrentarse a los tuyos.

-¿Te lo han contado, verdad?- levanto la mirada que de la inexpresividad han pasado a la confusión y al clavarla en sus ojos azules, veo su mirada furiosa.

-¿El qué?- frunzo el ceño sin apenas darme cuenta-¿se puede saber por qué cojones todo el mundo me esconde cosas?

-¡Porque dejaste de ser mi mejor amiga! ¿Lo recuerdas?- el tono sube y su voz suena más aguda que normalmente.

-¡Perfectamente! ¡A mí también me hizo daño!

-¿Y entonces qué demonios estás haciendo aquí?

-Yo... quiero solucionar las cosas- clavo la mirada otra vez en el suelo.

-Dime la verdad- su voz suena serena, aunque un poco afeminada.

-No estoy mintiendo.

-¿Quién te ha dicho que vinieras?

-Nunca revelo mis contactos- se deja caer sentado en su cama.

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⏰ Última actualización: Dec 08, 2018 ⏰

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Necesidad de ti. *Reescrito*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora