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- ¡Raoul! ¡Ya te vale de colocarte el pelo! Aun llegaremos tarde por tu culpa y yo ni siquiera quería venir. - Aitana rodó los ojos por décima vez durante la última media hora que había estado esperando a su amigo.

El rubio estaba frente el espejo, planchando con las manos la camisa blanca que ya se había puesto para ir al concierto. Decir que estaba nervioso era quedarse corto y probablemente nunca admitiría en voz alta que se había pasado la mañana entera para decirdir la ropa que se iba a poner, aunque fuera una simple camisa con los últimos botones un tanto abiertos y unos pantalones vaqueros azul claros que se agarraban a su cintura mediante un simple cinturón, sin olvidar sus queridas converse, que aunque las cuidase, estas ya estaban bastante desgastadas por la cantidad de historias vividas, al hacer ya un par de años que le acompañaban. Raoul, harto de oír las quejas de Aitana y después de repeinarse unas cuantas veces más su cabellera dorada, decidió salir del cuarto de baño.

- ¿Qué tal estoy Aitana? Yo creo que bien, ¿crees que debería ponerme otra camiseta o algo?

- Raoul, estas guapísimo, como siempre, te podrías poner un saco de patatas y seguirías estando igual de guapo. Por dios, ¿podemos salir ya?

- Tampoco exageres mujer.

-Te recuerdo que sales bien en la foto del DNI, pesado. - Aitana rodo los ojos cunado Raoul sonrió y sus ojos color caramelo se pusieron "chinitos". 

Aitana llevaba un vestido blanco y largo que le ayudaba a desprender esa elegancia natural que la hacía aún más guapa. No iba maquillada, pocas veces se maquillaba en verano, no porque no le gustara sino más bien porque el sudor causado por los 30º grados le haría la cara un desastre al cabo de unas horas y prefería no malgastar el rímel. Raoul se giró una vez más al espejo y Aitana, desesperada por no quedarse ni un minuto más allí, cogió del brazo al rubio sabiendo que si no actuaba rápido podía pasarse media hora más mirándose, y llegarían realmente tarde al concierto. Con varios bufidos por parte de Raoul los dos salieron de la casa despidiéndose brevemente de los padres del chico, y empezaron su ruta hasta la plaza del pueblo.

Decidieron andar hasta allí, que tan solo se encontraba tres calles más abajo y así disfrutaban de un breve paseo con vistas a la puesta de sol.

- Aitana. - La nombrada se giró, apartando su vista del sol que se escondía bajo el mar para observar a su mejor amigo.

- ¿Qué?

- ¿Qué pasa si no le gusto? -Raoul lo preguntó mirándose los pies, y mordiéndose un poco el labio inferior. Le caía un mechón del flequillo rozándole levemente la frente y Aitana pudo adivinar que en su cabeza se debía estar forjando un rudo debate ante la inocente pregunta de alguien quien no ha experimentado mucho en el amor.

- Pues a otra cosa mariposa. - Raoul levantó la mirada ante el espontaneo comentario (que obviamente no se esperaba) para observar a su amiga, sonriente como siempre y mirándole de forma tierna.- Raoul, si no le gustas no podrás hacer nada, pero tampoco te comas mucho la cabeza con eso ahora que tampoco lo conoces tanto. Al final solo puedes dejar que el tiempo haga lo que deba hacer, pero pon un poquito de tu parte, ¿vale? Solo deja que pase esta noche y ya veremos lo que hacemos mañana.

La quería muchísimo, Raoul quería muchísimo a Aitana, porque le decía las cosas como debía:  siendo directa, pero dejando que se reconfortase en algo, dejando que tuviera esperanza y su cabeza pudiese descansar del torbellino de contradicciones y conclusiones mal dadas. Le sonrió sabiendo que lo entendería como un: gracias por estar aquí hoy aunque no quisieras venir, porque ellos se hablaban sin la necesidad de usar palabras.

Verano 1995Donde viven las historias. Descúbrelo ahora