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Ese día hacía mucho calor y se notaba en el ambiente de la casa. Todas las ventanas estaban abiertas, pero las cortinas que tapaban parte de ellas ese día estaban completamente inmóviles, hecho que reafirmaba la falta de la brisa marina que se solía colar entre ellas. La casa estaba en silencio, aunque los cuatro integrantes de la familia Vázquez estuvieran en ella. Los padres de Raoul se encontraban espachurrados en el sofá de su casa, uno leyendo y la otra escribiendo en un pequeño cuaderno verde. Su hermano, Álvaro, llevaba desde las tres de la tarde dando patadas al balón en el patio trasero de la casa, porque, solo se le podía ocurrir a él ponerse a jugar a fútbol un día con ese calor a esa hora. Raoul se encontraba en su habitación, tirando encima su colchón, con tan solo unos pantalones de deporte puestos y dibujando, totalmente aislado del mundo. Tenía la radio puesta, con radio se refería a un pequeño artefacto con una antena gigantesca que había podido rescatar del salón de su casa y en ella sonaban unas cuantas canciones del momento que eran acompañadas por el consonante sonido del ventilador. Raoul garabateaba su cuaderno de dibujo, representando pequeños objetos de la misma habitación con extremado detallismo y de diferentes perspectivas. Le gustaba mucho dibujar paisajes y objetos, ya que se maldecía a si mismo por tener tanta dificultad para pintar personas y cuerpos, aunque lo hubiese intentado. El teléfono fijo sonó y su sonido retumbó por todas las paredes de la casa haciendo que un Raoul despeinado diese un pequeño brinco por el susto. Cuando el sonido irritante del teléfono cesó, pudo oír a su hermano cogerlo y tener una pequeña conversación cordial con la persona al otro lado de la línea.

- ¡Raoul! - Le oyó gritar desde el piso de abajo - ¡Es para ti!

El nombrado con cierta resignación y soplándose el flequillo que le caía por la frente, se levantó del colchón para dirigirse donde se encontraba su hermano. Este estaba con las cejas levantadas mirando expectante a su hermano rubio llegar.

- ¿Quién es? - Preguntó el rubio antes de ponerse el teléfono en la oreja.

- Una chica - señaló Álvaro, a lo que Raoul solo pudo poner los ojos en blanco.

- ¿Sí? - Dijo esperando a ver quién le contestaba.

- ¡Amiga! ¿Qué tal por el pueblo? - Dijo alguien al otro lado de la línea.

-¿Mireya? - Le hizo especial ilusión oír el acento de su amiga que hacía ya desde que dejaron la ciudad que no lo escuchaba, con una sonrisa bien ancha prosiguió con la conversación - Pues muy bien, aunque un poco aburrido ¿Tu que tal con tus conciertos y eso?

- Pues de maravilla chiquillo, yo y Juan Antonio nos estamos recorriendo la península cantando, todo el día pa' arriba y pa' bajo y yo estoy más que feliz.

- Jope, pues como me alegro de que te vaya tan bien, Juan Antonio con lo majo que es debe ser un gran compañero de viaje.

- Es un angelito el chaval, más mono. Pero bueno, Por allí todo sigue igual, ¿no? Tengo muchas ganas de veros a todos.

- Sí, Aitana y yo estamos guay y, bueno, hemos conocido gente que también mola mucho.

- Mira, estoy conociendo a cada personaje que, madre mía, hemos tenido mucha suerte hasta el momento porque todo el mundo es majísimo por aquí, y es que está siendo una experiencia chulísima, menos mal que Juan Antonio me arrastró porque si no, no hubiese hecho nada en todas las vacaciones con mis amigas en el pueblo ese.

-Oye, oye, no te quejes que a nosotros nos obligan a estar aquí ¿eh? - Dijo Raoul entre pequeñas risas. - Tengo muchas ganas de verte, espero que me presentes a tus nuevos amigos.

-Igualmente, a ver, cuéntame quienes son los tuyos.

-Nada, un chico de las Canarias que está trabajando en un bar del pueblo, y dos amigos suyos que son pareja y cantan. Hemos quedado esta tarde para ir a la playa.

Verano 1995Donde viven las historias. Descúbrelo ahora