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El capítulo ocho para aquellos que, como yo, no estamos en el Bernabeu. Espero que os guste. :))


-¡Los espaguetis ya están listos! - Dijo Agoney saliendo de la cocina con dos platos llenos de pasta a la boloñesa. Se había puesto un delantal para no manchar su pijama mientras cocinaba el mejor plato que sabía hacer para los dos chicos.

-¡Huele súper bien! - Dijo Raoul entusiasmado por la comida y sonriente por lo adorable que se veía el canario con el delantal manchado y el pelo revuelto. - Que hambre tengo.

Los chicos habían decidido cenar juntos después de la charla con Álvaro y de una pequeña discusión sobre el plato de la noche, Agoney se había dejado llevar por sus instintos culinarios para prepararle al catalán los mejores espaguetis que podía hacer. Mientras tanto, el rubio se había ocupado de poner la mesa para ambos, incluso decorándola con unas cuantas velas. La noche ya se había apoderado del pueblo y Agoney le había dejado un chaqueta impregnada con su olor al rubio para que no pasara frio.

-Bueno, te presento el plato estrella de la casa Hernández .- El moreno puso uno de los platos que traía consigo enfrente de Raoul para después sentarse con el suyo propio delante y quitarse el delantal. - Espero que lo disfrute, muchacho.

-¡Que aproveche!

Los dos chicos empezaron a devorar la comida que tenían enfrente, alternando con los tragos que daban a sus respectivas cervezas.

-Esta riquísimo Agoney, de verdad. - Dijo Raoul durante los segundos que dejaba para respirar mientras comía. Agoney tenía una sonrisa enorme en la cara mientras observaba al rubio comer sin prácticamente parar.

-Cuidado que te vas a atragantar, rubio. - Raoul miró a Agoney mientras tragaba la pasta que tenía en la boca y se limpiaba los bordes de esta con la servilleta. - Y tu que querías hacerla carbonara. - Rio. - Nunca subestimes el poder de la boloñesa, chiquillo.

-Yo no subestimo nada. Además, yo como de todo.

-Muy bien, mi niño, que tienes que crecer. - Le contestó Agoney.

-Jope, chico ¿Dónde has aprendido a cocinar tan bien? - Preguntó Raoul mientras le daba un trago a la cerveza.

-En realidad no se tanto, pero hace ya un año que vivo solo, por la universidad y eso, y la pasta es siempre una buena opción: bueno, bonito y barato.

-¿Vives solo? No lo sabía. ¿Estudias muy lejos de casa?

-Si, bueno, estudio en la Universidad de la Lengua, que esta en Santa Cruz y, de donde viven mis padres hay una hora en coche más o menos. Tenemos un automóvil entre toda la familia y yo aún no tenía carnet, así que, para no molestar a mis padres, decidí coger todo lo que tenía ahorrado e ir a un piso de estudiantes para poder vivir más cerca de la universidad. Supongo que siempre he sido muy independiente y de alguna forma pensaba que me iría bien hacer las cosas un poco por mi cuenta. - Después de la explicación, Raoul dejó el tenedor sobre el plato ya vacío para coger el botellín de cerveza y darle un largo trago.

-A mi me gustaría independizarme algún día, mi madre me dijo que hasta que no estuviera seguro que la carrera me gustaba de verdad y hubiese encontrado gente con quien compartir piso no me movería de casa. ¿Cómo ha sido tu experiencia en el piso compartido? - Agoney también había acabado de comer y había recargado sus dos brazos en la mesa mientras hablaba y miraba a Raoul.

-Horrible.

-¿Si?

-Si.

-¿Por qué? - Preguntó Raoul intrigado, aunque, se arrepintió rápidamente porque no quería obligar a Agoney a contarle nada. - Si me lo quieres contar, eh, Agoney, no hace falta que me lo expliques si te sientes incomodo, solo si tu quieres.

Verano 1995Donde viven las historias. Descúbrelo ahora