Una luz brillante iluminaba el oscuro fondo. Era diminuta, pero su luz alcanzaba kilómetros y kilómetros. Un eco constante resonaba por la habitación, era el lento latido de un corazón agonizante.
"La profecía se repite."
"La profecía se repite."
"Muere y vuelve a vivir."
Unas antiguas y arenosas voces repetían esas frases constantemente.
Acompasándose a los movimientos de la pequeña y brillante luz.
Esta se movía frenéticamente, acercándose cada vez más a dónde yo estaba.
Desde la distancia parecía un simple punto de luz, pero ahora que estaba cerca mía pude apreciar su belleza.
Era una mariposa, blanca y delicada con una belleza fantasmal.
Estaba apunto de posarse en mi pecho cuándo un batir de alas desesperado se precipitó desde la oscuridad.
Un cuervo.
Alcanzó a la mariposa con su afilado pico y toda la luz de la sala se esfumó. El latido de corazón que antes se escuchaba, era casi inexistente y las voces habían desaparecido.
Todo se desplomó bajo mis pies y la sensación de caer era interminable.
Abrí los ojos, inmersa en la oscuridad de mi habitación. Pero al contrario que la de mi pesadilla en esta se podía ver. No era tan negra y tenebrosa.
Me quité el peso de las mantas de encima, pues sentía que me costaba respirar y abrí la ventana dejando pasar el gélido aire invernal a mi habitación.
En la calle la tenue luz de una farola iluminaba débilmente la acera, no había nadie que paseara a esas horas de la noche. Pero pude dislumbrar un rápido y fugaz movimiento entre las sombras. Le eché la culpa a mi desordenada mente, pues estos últimos meses, no paraba de imaginarme cosas.
Me deslicé sigilosamente por el pasillo, evitando hacer ruido para no despertar a mis padres. En la cocina mi viejo y gordo gato dormía encima de una silla. Salí al patio justo cuándo empezó a llover, pero no me importó, era una sensación refrescante.
Cuándo por fin empecé a tener frío, me metí en cama tras cambiarme de ropa. Al segundo me quedé dormida y el mismo sueño de antes se vuelve a repetir.
Hello, hello, hello, how low?
La música perforaba mis oídos de manera casi dolorosa. Pero no me importaba, me gustaba la sensación de estar fuera del mundo. Pero también dolía, dolía que nadie me aceptara. A veces, me sentía fuera de lugar, como si no encajase del todo. Recelaban de mí, mis compañeros de instituto, hasta la gente en la calle me miraba con temor. Incluso mis padres, muchas veces los sorprendía hablando de mí, mirándome de reojo. Como si de un momento a otro fuese a desaparecer. Aburrida de estar en mi sucio cuarto salí de casa lo más sigilosamente posible, era demasiado tarde para salir a dar un paseo y mis padres se enfadarían demasiado su supieran que su hija de diecisiete años se escapaba de casa a las dos de la mañana. Pero la verdad es que necesitaba tomar aire, me ahogaba en mi casa y el frío aire nocturno me calmaba lo suficiente para poder volver a casa. Cerca de mi casa había un pequeño parque, con la cantidad suficiente de árboles para que nadie que me buscara me pudiera encontrar. Esquivé concienzudamente las farolas y los faros de los pocos coches que pasaban por la carretera. No tenía por qué hacerlo, pero la verdad es que me divertía esconderme en los rincones oscuros del parque. Me senté entre unas grandes raíces sobresalientes acurrucándome contra la corteza del árbol. Era un hábito extraño, pero me reconfortaba estar tan cerca de la naturaleza, me sentía en casa. Respiraba vida y mi pétreo corazón volvía a latir.
-Has crecido mucho...
Me volví para descubrir de quién procedía una voz tan escalofriante y me encontré con un hombre con un pelo muy largo y una enorme nariz aguileña. Lo más espeluznante eran esos ojos carentes de emociones. Un extraño instinto me quería obligar a correr, pero no era capaz de moverme, sentía una presión inmensa en mi alma que me impedía levantarme.
-No tengas miedo pequeña.-El hombre sonrió, pero esa sonrisa no llegó a sus ojos.-Hoy no sufrirás daño alguno.
Se acercó para acariciarme con delizadeza el pelo.
-¿Quién es usted?
Pregunté con mi voz apenas convertida en un susurro.
-Eso no tiene importancia, no recordarás nuestra charla. Pero hay algo que sí que la tiene niña.
Intenté levantarme pero era imposible, mis músculos estaban paralizados y cualquier intento de movimiento era nulo. Ni siquiera era capaz de hablar, algo invisible oprimía violentamente mi cuello. Pero era imposible, pues no había nadie que me estuviese ahogando.
-Solo será un momento, los dioses son caprichosos y tú eres una buena pieza de este juego.-La falta de oxígeno se estaba volviendo dolorosa y empezaba a ver pequeños puntos negros ante mí.- Mis palabras serán tu destino, pues mi victoria depende ti estúpida criatura.
Repentinamente la presión sobre mi garganta cedió y el tan ansiado aire entró en mis pulmones de una manera gloriosa.
-¡¿Qué quiere de mí?!
Grité desesperada, forcejeé para levantarme y sentí como unas cadenas invisibles se rompían.
El hombre puso una mueca de sorpresa, como si su mascota favorita hubiese aprendido un truco nuevo.
-Escucha lo que tengo que decirte, seré breve.
Mi corazón latía desbocado por escapar de ese hombre, pero sus oscuros ojos eran hipnóticos, como los de una serpiente. Y la verdad es que yo no era más que una presa que no podía huir.
-Hija de odio y miedo, que se ocultan en su corazón, apenas conoce el aprecio, apenas sabe lo que ver. Rayo de luz envuelto en las tinieblas, que algún día la oscuridad engullirá. El amor es su enfermedad que con su vida acabará.
-¡¡Aléjate de ella Nebur!!
Mi padre corría en mi dirección, armado con un extraño tipo de cuchillo y la mirada enloquecida por el odio.
-La profecía está hecha, sabes que nunca fallan.
Mi padre saltó con el cuchillo por delante y si Nebur hubiese seguido en el lugar en el que se encontraba la afilada arma hubiese atravesado su corazón.
Pero era tarde, el hombre siniestro me sonrió antes de desaparecer envuelto en un extraño humo. Mi padre se arrollidó en el suelo, sollozando. Nunca lo había visto así, tan destrozado. Me acerqué a él y lo abracé con cuidado y delicadeza.
-¿Quién era ese, papá?
Mi padré alzó la cabeza y me miró con sus bonitos ojos del color del cielo de verano.
-Alguien que nos va a hacer daño.-Me pasó un brazo por los hombros, como hacía cuando yo era pequeña.-Aria, eres tan especial...
-No te entiendo papá...
El sonrió apenado.
-Tú destino lleva siglos marcado y lo que ese hombre te ha dicho es tu profecía cariño.
-¿Pero qué dices?.-Esto no debía de ser nada más que un mal sueño.
-Aria, todas las leyendas que conoces son ciertas cariño. Tú y... y tú hermano podéis salvar nuestro mundo.
- Papá, piensa que si lo que me estás diciendo es cierto, lo que me dijo es hombre también lo es. Si me enamoro... se acabó para mí.
Mi padre puso una de sus grandes manos en mi mejilla y me dijo:
- Toda profecía tiene su contrario cariño, siento tener que alterar tú memoria...
Dijo mientras posaba la palma de su mano en mi frente, sólo pude ver un extraño resplandor dorado y después no vi nada. Todo era oscuridad.************************************************************
Por esa oscuridad que nos consume, pero a la vez forma parte de nosotros. Dejando zonas grises tan bien ocultas que apenas sabemos de su existencia. Hasta que se revelan y todo lo que conocemos deja de ser lo que parece, para convertirse en lo que en realidad nos pertenece. Ese caos que somos incapaces de ordenar, esa destrucción que no podemos frenar y esa agonía que nunca podremos curar.
Todos estos eran mis últimos pensamientos antes de que todo cambiara, antes de que abriese los ojos a mi realidad, antes de dislumbrar partes de la verdad.
Por que nunca lo sabremos todo y esa ignorancia es nuestra mejor armadura. Pero estas ideas, no las tenía tan claras cuándo mi vida se abrió, formando parte de dos mundos de los que nunca podría descubrir todo lo que me gustaría. Pero no adelantemos los hechos, todo historia tiene un principio, pero no sienpre un final y la mía, es de esas historias en la que nunca sabes cual es su final.
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Luces nocturnas
FantasyNo hay espacio para el amor en esta historia, amar significa morir y una persona amada corre peligro de muerte. No hay lugar para la alegría, pues los escasos momentos de felicidad se castigan severamente, no por culpa de alguna estúpida ley, sino p...