El encuentro

152 21 0
                                        

Al principio fue solo un susurro, pero fue creciendo hasta convertirse en un estrambótico concierto de las voces mas terroríficas. Tenía la sensación de que solo yo lo podía escuchar. Pero al igual que las demás veces anteriores achacaba las voces y las visiones a mi locura. Los psicólogos decían que no tenía nada, pero nadie los creyó. Aunque no escuchaba pisadas notaba su presencia. Casi invisible aquella noche pero notable para mi. La puerta de mi cuarto chirrió al abrirse. Solo vi una fugaz sombra moverse, y después no vi nada. Algo me comprimía la garganta, no podía morirme, era imposible que me muriese. En vez de hacer fuerza contra mi opresor me dejé hacer y este me soltó. Me di la vuelta y lo vi. Tenía la piel demasiado blanca en contraste con su oscura ropa. Su cabello negro le colgaba suelto por la espalda y su cara regia y masculina tenía una amplia cicatriz a lo largo de toda la mejilla. Todo era hermoso en el, todo menos sus ojos que eran negros como la sombra más oscura. Parecían dos canicas en las cuencas oculares. Él me observaba como quien mira a una piedra, con una indiferencia espeluznante y sin el más mínimo interés.

-No pareces sorprendida Luz.
Su voz era fría como el hielo, carente de ritmo, como si fuese un robot avanzó hacia mí. Sin importarle la ropa que había tirada por el suelo. Pese que su aspecto era humano, algo me decía que no lo era en absoluto. Me impresionaban su manera de andar y como se apartaba su largo pelo oscuro de la cara. Estaba a escasos centímetros de mí, apretando mi brazo contra la pared con mucha fuerza. No podía apartar la mirada de sus hipnóticos ojos oscuros, que por un segundo parecieron relucir. Me recordaban a algo que no conseguía recordar, más bien a alguien. Pero al mismo tiempo me asustaban, me sentía una presa a su merced. Apenas era capaz de articular una palabra y eso que mi vida dependía de ello. Hipnotizada por él y su oscuridad.
-Vete de aquí, no quiero...
-¿Que es lo qué no quieres niña?-Sonrió, pero con cinismo, como si disfrutara realmente de mi sufrimiento-. Te mataré como hagas un solo movimientos, asquerosa Luz.
-No... no me llamo así.
Nunca me había sentido tan cohibida como hasta ahora, nunca nadie me había intimidado tanto y a la vez impresionado de esta manera.

-Vaya, así que no sabes nada -Dijo para sí mismo en voz casi inaudible.
-¿Qué quieres de mí?
Mi corazón latía desembocado, pero no de terror, algo más poderoso se había adueñado de mí.
-Cállate, estúpida niña -Su boca formó una mueca de desprecio, como si la sola idea de mirarme le repugnara-. Sería interesante que vivieras, nunca he conocido a una Luz que haya pasado por el cambio, y mucho menos una creada por mí. Intenta no morirte.
Este se acercó más a mí, reduciendo el espacio entre los dos a unos escasos milímetrosmetros. Mis pupilas se dilataron y mis labios soltaron lentamente todo el aire que había estado reteniendo, le propiné un empujón, intentando defenderme, intentando encontrarle sentido a esta situación, pero fue como intentar mover una montaña, pues no se desplazó ni un ápice.
-¡Déjame!
Una fría carcajada escapó de su garganta
-No puedo, tengo una misión que cumplir y si vuelvo sin ti me castigaran, pero a ti ya no te darán la opción de seguir viva.

-Por favor no me obligues a ir, por favor no quiero dañar a mis padre -Dijo con lágrimas en los ojos-. No soportarían mi muerte.

-Yo no te voy a matar, no de momento.
Y otra vez esa chispa de vida se posó en sus ojos, mi miedo le divertía, pero el dolor que sentía por mis padres parecía importarle.

-Por favor, no tienes por que hacerlo...

- Larossutarbul.- Fue lo último que escuché.
Mientras mi párpados se cerraban, pude ver como en los cristales de la ventana se formaba un dibujo de escarcha.

Luces nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora