Lo desconocido.

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Me desperté cuándo ya estaba amaneciendo, Abdel debería de haberse despertado hacía mucho rato pues el montón de hojas sobre el que había dormido estaba frio y húmedo. No podía moverme pues aún llevaba puestas las extrañas esposas de Abdel. Mi mente vagaba entre los extraños recuerdos acontecidos en los días anteriores. No podía creer la mayor parte de ellos, no era como mis padres, ni como mis amigas no era como nadie a quien conociera. Por no ser no era ni de este mundo. Bueno lo de mis padres era relativo, ellos podrían ser como yo, pero esa respuesta no me acababa de encajar. Pero ¿Por que no me habían contado nada? Quedé suspendida en ese extraño vacio del pensamiento, nada podría haberme sacado de ese agujero negro. Nada salvo mi irritante compañero.

- Dentro de unos minutos nos vamos asi que vete preparándote y haz lo que tengas que hacer y...

- ¿Como quieres que lo haga si tengo estas esposas en las muñecas?

- Ah, pensaba que las habrías quemado...-Me agarró por los codos y me volteó hasta dejarme boca abajo, tras forcejear un poco noté que la presión de las muñecas desaparecía y por fin podía moverme.- Ahora ya está, tenemos que ponernos en marcha ya, mi padre nos está esperando y no es inteligente hacer esperar al señor de Dalcria.

- ¿Que es Dalcria?- Desde la noche pasada Abdel y yo habías cogido no más confianza, pero si un poco de repeto mutuo.- ¿Acaso tu padre es como el presidente de ese sitio?

- Dalcria es la parte terrenal perteneciente a los sombras, es la ciudad donde vivimos la mayor parte de nosotros y también es por excelencia uno de los sitios más bonitos que existen, o por lo menos para mí. Pero para una Luz como tú puede ser hasta peligroso, por eso cuándo llegemos tendrás que hacerme caso si no quieres que cualquier vagabundo te depelleje nada más llegar.- Asentí un tanto infeliz porque la idea de ser obediente a Abdel no me gustaba. Me sentía extraña, pues notaba que yo era superior a cualquier persona que pudiese haber en esa ciudad.

Nos pusimos en marcha al poco rato de quitarme las esposas, tras el vengonzoso e incómodo episodio de que yo querí ir al baño, pero no podía ir sola...

Ahora si que seguíamos el camino secreto, pues Abdel me explicó que solo un Sombra lo puede encontrar. A la luz del día era un camino lleno de vida, había árboles con flores de todos los colores que se puedan imaginar. Las hojas brillaban cual diamantes a causa del rocío y el aire olía a azahar, incluso había unos pequeños seres humanoides. Tenían alas de gorrión, pero su cuerpo era pequeño y grácil. Me acerqué a la rama sobre la que estaban apoyados esos extraños seres. Intenté acariciar a uno pero saltó hacia atrás enseñándome los dientes. Retrocedí asustada pues no me esperaba tanta agresividad de unos seres tan bonitos y con apariencia inocente

- Se llaman fúrucrus, son seres de la noche pero por el día tienen una apariencia inocente para engañar a sus presas, de noche son monstruos. No te fíes de la aperiencia pues por desgracia en nuestro mundo las cosas bellas suelen ser fatales.- La última frase la dijo con un deje triste y un brillo extraño en los ojos.- Buenos sigamos, queda ya muy poco para llegar y por favor no te separes de mi en lo que queda de camino pues a medida que nos acerquemos a la ciudad irán aumentando los peligros.

Esa frase hizo que me rocorriese un escalofrío por todo el cuerpo. Si el camino estaba siendo complicado ¿Como sería la ciudad de peligrosa? La verdad es que no sentía ningún miedo, solo un poco de angustia, pero no por temor a la ciudad. Más bien con cada paso que daba una agradable sensación de familiaridad le invadía el cuerpo. A medida que avanzaba la hierba iba siendo subtituida por adoquines de color rojo. Le sorprendio ver que ya no estaban solos en el camino, ahora había dos personas más con ellos. Uno era un señor con el pelo muy largo y de un extraño color parduzco, tiraba de un carromato abarrotado de desconocidos objetos. Había calaveras colgando e incluso unos cuántos fúrucrus en unas jaulas. El otro caminante se había parado y hacía como que miraba un libro pero verdaderamente me estaba mirando a mí. Abdel estaba demasiado ocupado hablando con el vendedor, creo que iba a comprar algo de comer pero yo no pensaba comer nada que saliese de ahí. Me senté a los pies de un árbol y el chico hizo lo mismo pero en el árbol de enfrente. Un mechón consiguió escapar por debajo de la capucha y pude ver que lo tenía tan largo como Abdel, pero al contrario que este mi admirador lo tenía de un rubio casi plateado. El chico se dio de cuenta del fugitivo mechón y se levantó temoroso de algo. Corrió hacia los árboles pero pude ver como hacía una señal para que lo siguiese. No podía correr detrás del porque Abdel se lanzaría a por mí antes incluso de que moviese un dedo. Así que me inventé cualquier escusa.

- Abdel tengo un problema.- Puse mi cara de necesito ayuda por suerte o por desgracia hacía frío y tenía los ojos llorosos.

- ¿Que te pasa? Si es por la comida tú tranquila está más bueno de lo que parece y...

- No, no es eso. Es que necesito ir al baño...

- A si es solo eso...

- No es eso, son otro tipo de problemas...

- Ah vale, ya entiendo pues tienes que ir al bosque... Yo estaré por aquí cerca...

- Muchas gracias.- Necio, la típica idiotez de la que ningún chico quiere saber nada. Mágicos o no mágicos.

Me encaminé por el mismo sitio por el que el chico rubio había ido. No tardé demasiado en encontrarlo. Estaba apoyado en un árbol, se había quitado la capucha y pude ver que tenía el pelo aún más largo que Abdel, pues le llegaba por la altura de la cintura. Pero eso era lo único en lo que se diferenciaban. Los ojos de Abdel eran negros y los de este chico eran grises, pero sin vida.

- No deberías haberte separado de tu protector.- Hablaba con una voz arenosa carente de vida y ritmo. Todo lo pronunciaba con la misma entonación.- ¿o aún no sabes que es tú protector?

- Ese solo me ha rescatado porque si hubiese regresadosin mí estaría muerto.

- No, el es el hijo de Nebur tendría que hacer algo muy grave para que lo matasen. Tú no eres tan importante como para que mate a su propio hijo. No, las atrocidades se las hace a los hijos de los demás.

- ¿Por qué me cuentas todo esto?

-¡¿Assil, estás bien?!

-¿Te llamas Assil?- Asentí.- Va siendo hora de que me vaya.- Se acercó tanto a mi que pude oler su olor a sudor y a una especie de hierba.- Por cierto tienes unos ojos preciosos.

- ¿Como te llamas?

- Lero, descendiente de Antill, ¿Te suena ese nombre?- Yo negué con la cabeza pues verdaderamente no me sonaba de nada.- Mejor, para ti.

Desapareció justo cuándo Abdel llegó al lugar donde antes estaba Lero.

- ¿Se puede saber que hacías, te estaba llamando? A partir de ahora me da igual lo que tengas que hacer, hasta llegar a palacio no te vas a mover de mi lado. Ya estoy empezando a cansarme de ti y de tus idioteces que muchas veces nos pueden costar la vida.

Desde esa reprimenda no nos volvímos a hablar, seguimos caminando y a medida que nos acercábamos a Dalcria el camino se iba llenando de gente. Cada cual más extraño que el anterior. Lo que más me llamó la atención fue que a todos los hombres con pelo largo la gente se apartaban para dejarlos pasar, mientras que a los hombres con el pelo corto los apartaban a empujones. El camino se acababa en la cima de una pequeña colina, cuándo llegamos a la cima pude dislumbras Dalcria. Era verdaderamente preciosa.

Luces nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora