La tormenta silenciosa.

103 11 0
                                    

Las llamas lo envolvían todo, pero no me podían hacer daño. Los recuerdos me embrigaban. Lero y no mi padre fue el que me enseño a controlar mi magia. El me enseñó todos los hechizos posibles, luego me borró la memoria a la espera del momento oportuno para devolvérmela. Uno hizo que me estremeciese. Yo tendría más o menos ocho años y en mis brazos se encontraba mi antiguo gato, había muerto de un infarto. Yo lo abrazaba desconsolada, hasta que llegó Lero. Sorprendentemente no había envejecido ni un ápice.

- No llores pequeña, todos tenemos que morir, o por lo menos sufrir por un ser querido.

- ¿No puedes hacer nada por él?

- Nada revive a los muertos.

- Pero mi gatito era demasiado pequeño para morirse.

- Te contaré otro secreto. Si eres lo suficientemente fuerte para dejar marchar a un ser querido significa que eres tan valiente como el más bravo guerrero. Pero si tienes el poder suficiente para dividir tu magia, esa persona volverá siempre que quiera.

-¿Me vas a enseñar a hacer otro hechizo?

- Sí, pero es uno muy peligroso que no debes tomarte a la ligera.- Yo asentí encantada de pensar en que volvería a jugar otra vez con mi gatito.- Piensa en todos los recuerdos que tienes con la persona, en este caso gato, fallecido. Busca el que te hizo profesarle tal amor que ahora vayas a darle un pedazo de tu magia.- Yo elegí cuando me regalaron al gatito y nada mas verme Keito me lamió la cara.-¿Ya lo has elegido?- Asentí.- Bien pues céntrate en ese momento, ahora viene lo difícil. Tienes que pasar todo ese amor que sientes hacia un objeto, su cuerpo está sin vida, pero mientras lleve ese objeto y tu le sigas profesando ese amor tu gatito vivirá. Intenta que ese amor que sientes pase al cascabel e intenta darle la vida pensando como era.- Me lo imaginé corriendo detrás de los pequeños ratones, jugando conmigo, durmiendo a mi lado...

Y un abrasador chorro de luz salió de mi mano hacia el casacabel. Después pude ver como una de sus blancas patitas se movía debilmente.

Se acabó el recuerdo y un rayo de esperanza iluminó el claro. Eso significa que podía revivir a Lero. Mi amigo llevaba puesto un anillo con una piedra roja en el centro y círculos plateados alrededor de la bonita piedra. Me centré en todo lo que había vivido con él, en todas las veces que me había ayudado. La última le había costado la vida, y la había dado por mí. Miré el anillo y un dorado y doloroso rayo de luz salió de la palma de mi mano. Cuándo el anillo empezó a cambiar de color fue cuándo creí que ya era suficiente, pero no era capaz de frenarlo. Notaba como las fuerzas iban abandonándome hasta conseguir que me desfalleciese. No podía dejar que eso pasase, tenía que salvar a Lero. Cuándo ya no fui capaz de darne ni una gota de magia más me desmayé.

Dos respiraciones inhalaban el aire a la vez y dos corazones latían al unísono. Como si fueran uno solo.

En una lejana torre en Betífica.

Cuatro mujeres miraba detenidamente una blanca y pequeña fuente. En ella se veía a una chica sollozando y abrazando a un chico muerto, después un resplandiente y cegador brillo dorado y por último dos jovenes durmiendo.

- Lo ha conseguido hermanas.- La voz de la mujer era gris y carente de emociones.- Assil a profesado amor a una persona. Es el momento de acabar con él.

- No es ese Kaela.- Esta voz es más enérgetica que la anterior pero al igual que la otra carecia de expresión.- Ella no ama a ninguno, de momento.

- Pero lo hará, y cuándo lo haga acabaremos con el provocante de ese enamoramiento.

Las cuatro mujeres asintieron a la vez.

Abdel.

Mi padre me tenía preso en una de las celdas superiores del palacio. Estaba solo, y solo tenía capacidad para pensar en lo que le pasaría a Assil si mi padre la atrapaba. Un guardia vino a a por mi, pero cuándo empecé a forcejear llamó a sus compañero y a golpes consiguieron reducirme. Uno me dio una patada en el vientre que hizo que me retorciese de dolor. No podía usar mis poderes pues me habían apresado las manos con las mismas esposas que yo mismo había utilizado con Assil días atrás. Me conducieron a la sala del Trono de las Almas. Espero que ninguna cara nueva apareciese en él. Mi padre estaba sentado en su trono, debajo de él, en un asiento más modesto estaba Garret. Mi padre les hizo un gesto despreocupado a los guardias para que se fueran de la sala. A continuación le ordenó a Garret que se fuera, este lo hizo con cierta frustración. Me miró y me hizo un gesto para que me acercase.

- Mi queridísimo hijo, no sabes lo que me entristece verte en una situación tan desagradable para ambos. Pero las cosas no tienen porque ser así, pero eso ya lo sabes. Cuéntame una cosa y todo volverá a ser como antes.

- No te diré nada que tenga que ver con ella.

- Directo al grano eh, ¿Por qué ese encaprichamiento por esa desagradable niña?

- No es por ella, es por mi. Es una cuestión de honor, pero no creo que tú entiendas de eso ¿Verdad padre?- Los ojos de Nebur enrojecieron de ira.

- Me parece que vamos a estar charlando mucho tiempo hijo mio.

Un rayo impactó en el suelo. Se acercaba una tormenta silenciosa.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 17, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Luces nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora