Rosa a fuego lento

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No supo cuánto tiempo pasó sentado en la tina, pero por la forma en la que tenía los dedos supo que fue demasiado, estaban tan arrugados como pasas. Salió de la bañera, se cambió para meterse entre las sábanas. Respiró profundo tratando de conciliar el sueño, pero un olor un tanto familiar percibió. Un olor que le hizo esbozar una pequeña sonrisa. Tierra mojada y chocolate, ese olor sólo lo tenía una persona, a la cual le dejaría hacer y deshacer a su antojo en su cuarto o vida.

Natsuki, su pequeña saltamontes, la única por la que daría la vida en aquella casa. El nudo intentó formarse, tragó varias veces para no dejarlo establecerse, pese a ello, sus ojos se resistían a obedecerle al igual que su cerebro. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, la escena en la casa de Kagami se repetía cual mantra junto con la palabra apuesta. El dolor y la ira se encontraban bailando un tango tan fuerte y pasional que ocasionaban estragos en su interior.

Seguía sin poder creer lo acontecido unas horas atrás.

¿Cómo pudo caer en algo tan estúpido? ¿Cómo carajos había caído por esas par de flamas? ¿Cuántas veces no soñó con ello? ¿Cuántas veces no deseo conocerlo y probar los labios de su cazador?

Cazador que resulto ser Kagami-bastardo-hijo de puta-para apostar su corazón-Taiga.

¡Maldita sea! Como se estuvieron riendo de él a sus espaldas. De su situación familiar o a saber de qué se reirían. Sin embargo, eso no significaba que doliera menos, dolía como acero al rojo vivo siendo incrustado en su piel. Su pecho se sentía demasiado apretado para su corazón y pulmones. Se levantó de la cama. Sus piernas no lo sostuvieron. ¿Tan doloroso era? ¿Tan importante se volvió en su vida? Trato de levantarse pero no hubo manera, su cuerpo temblaba, no sabía si por rabia, por dolor o ambas. Su vista se volvió acuosa, su labio inferior tiritaba como su alma.

¿Por qué siempre le arrebataban las ilusiones? ¿Por qué se encariñaba con algo que duraba tan poco? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que acaso no merecía conocer la felicidad a temprana edad? ¿Por qué tenía que experimentar el dolor tan joven? Primero su padre, después su madre, hermanos y al final un amor que creyó por fin encontrar. Sabía que quizá no sería el último y este tampoco era el primero. Entonces, ¿por qué dolía tanto?

En esas cuatro paredes se resquebrajó. Se rompió como nunca lo hizo. Se volvió un espectador de un tsunami, las olas de más de cinco metros de altura arrastraron su castillo de naipes. Estrujo las sábanas entre sus manos, sus gritos fueron amortiguados por el colchón, pero aún no era suficiente. Necesitaba más. Necesitaba sacar todo lo guardado por años. La muerte de su padre, el abandono de su madre, sus hermanos, el hombre que alguna vez considero un segundo padre, la desilusión de su cazador... no, de Kagami y, más o menos, pero esos eran los más relevantes. Su closet de máscaras había sido arrastrado y destruido junto con su castillo, dejando sólo huellas confusas de lo que fue. De lo único que lo mantenía a flote.

Se levantó con pequeños riachuelos corriendo por sus mejillas. Su cuerpo necesitaba, le rogaba, por una liberación postergada por orgullo.

Importándole una mierda, mateo el buró, arrojó la lámpara y con ello comenzó una guerra de rendición. Sus lágrimas caían más fluidamente. De su boca no brotaron palabras o gemidos. Pateo, rompió, arrojó todo lo que estuviera a su alcance. Aquel cuarto fue transformado en un campo de batalla. Grito mil veces un porqué. Mil más un idiota y mil más un ingenuo. A lo lejos escucho el tocar de su puerta y las voces de la familia que habitaba ahí, más no les contesto. Exhausto, con la respiración acelerada y las lágrimas aun fluyendo cayó ante el maldito espejo.

CazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora