Rosa encontrada

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–Sí que eres difícil de encontrar Daiki.

Se quedó en su lugar cual estatua de catedral. Su respiración se cortó, su corazón dejó de latir, su boca se abrió ligeramente mientras que su garganta comenzaba a sentirse como desierto. No podía creer lo que sus ojos proyectaban a su cerebro y mucho menos el sonido registrado, parpadeó algunas veces en desesperación, infligió dolor en su brazo para despertar de aquel sueño que en realidad parecía más una pesadilla.

–Deja de hacer eso. –Aquella persona se acercó un par de pasos que Aomine dio hacia atrás. –Cuando no quieres ser encontrado realmente no te encuentran, ¿cierto? –Esbozo una sonrisa. –Aomine yo...

–¿Qu... qué haces aquí? –El hombre lo miró confundido ante sus palabras, analizó sus acciones al igual que su mirada, donde sólo encontró duda y miedo, negó, terror ante su presencia. Suspiro. Despeinó su cabello demostrando lo nervioso que se encontraba y, aunque Aomine sabía el significado de aquella acción, lo sentido no menguaba. –Repito, ¿qué haces aquí?

–Creo que este no es el sitio para hablar.

–Y una mierda. Habla o lárgate, de preferencia de mi vida y para siempre.

–¿Eso quieres? –Se acercó, pero el moreno no se movió. –¿Quieres que me valla?

–Largo. –Tembló ante la cercanía del otro, sus labios se rozaban mientras sus respiraciones chocaban.

–Aomine. –Antes de contestar sus labios fueron apresados por los contrarios. Cuando reacciono golpeó al hombre para salir corriendo del lugar como si su vida dependiera de ello.

Un callejón le dio el refugio arrebatado. Trató de regularizar su respiración, pero su mente le atacaba sin tregua con lo de minutos antes, su corazón dolía, al igual que sus fosas nasales y pulmones, el aire estaba entrando demasiado rápido y helado. Puso su brazo tratando de calentar el oxígeno, profundo y lento, sus piernas fueron cediendo, pues sin fuerza lo mejor era dejarse caer al piso. Observó el cielo, cerró los ojos y su respiración poco a poco se fue tranquilizando junto con su cuerpo.

Correr. Huir. Esconderse. Miedo. Refugio. Correr.

¿Acaso habrá una diferencia entre esas palabras? Quizá los significados por sí solos, pero unidos eran la descripción perfecta para un cobarde. Sabía desde el momento en que aceptó aquella beca, que ahora le cuesta mantener, fue tomada principalmente para huir de todo el drama en el que se había vuelto su vida. La segunda porque realmente deseaba aquella oportunidad, no importaba el esfuerzo que suponía el aprender un nuevo idioma o idiomas, no importaba el hecho de ir a otro país para poder estar solo. Se sentía un explorador en busca de algo que quizá sólo lo tendría en los brazos rechazados por el miedo.

Le dolió las caritas de su hermana y de Satsuki. Le dolió dejar aquella casa que representaba una caja de pandora para innumerables memorias, aquellas memorias que poco a poco se fueron volviendo borrosas por el pasar de los años mientras las nuevas se volvían opacas. Tomo lo más valioso de sus posesiones, ropa y documentos necesarios. Le pidió a su madre firmar una emancipación. No deseaba tener que depender de aquella familia en ningún ámbito, no mientras su corazón se desgarraba y su alma se desangra.

No mentiría que las palabras dichas de parte de aquella familia le dolieron, sería ser un hipócrita, le dolieron, aunque ya no quería lazos económicos o legales, deseaba, anhelaba los sentimentales, pero nuevamente se le fueron negados. Ahora, a casi tres años de escapar, sentía que por fin comenzaba a comprenderse él mismo, la universidad junto con el club le habían ayudado de tal forma que podía mostrar más fácilmente su verdadera naturaleza. Ya no más máscaras. No más dolor. No más sentimientos de soledad o abandono.

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