Cazador

Caja

Nuevamente los días pasaron. Su ansiedad llegaba como un vendaval sorpresivo, se iba de la misma forma en la que lo hacía. Satsuki tuvo que idear un entrenamiento espartano para poder controlarlo y calmarlo, sino en todas las clases se la pasaba moviendo la pierna frenéticamente o el lápiz, era algo sumamente desesperante y más cuando te encontrabas a su lado.

Por otro lado, Aomine escondía su tristeza bajo la máscara de la indiferencia y la ansiedad, aunque no del todo, realmente la última si hacía mella en su interior pues sólo le faltaba una semana y, por fin, el chico le permitiría conocerlo en persona. Afortunadamente su chica se dio cuenta para imponer un entrenamiento brutal para poder gastar sus energías y distraer su mente. Aunque toda aquella paz se iba cuando ponía un pie en casa. Cada vez se le hacía más difícil entrar en aquel lugar haciendo que nada sucedía y que todo se encontraba en perfecto estado cuando no era así.

Sus hermanos no le dirigían la palabra, menos le miraban. Su madre le daba miradas con lastima, decepción, tristeza y le deja hacer, ya no le riñe, habla y, mucho menos, le levanta como solía hacerlo, lo cual extrañaba. Tsubasa se quedaba al margen, no hacía ni decía nada, la única que le recibía con una sonrisa y un sonoro beso era Natsuki o se metía sin avisar a su cuarto, lo cual le ha ocasionado un par de sobresaltos que estaban a nada de terminar en un paro cardiaco.

Esperaba con ansias graduarse de la preparatoria para poder dejar aquella familia, le dolía por su hermana, pero ya no soportaba la situación, tal vez lo que pensaba era de cobardes, prefería huir antes de hablar y poner los puntos sobre las íes. Más sentía que la familia, en la que no para de sentirse a ratos como un intruso, no merecían ser perturbados por su presencia y menos por lo que acaba de descubrir y, quizá, si todo salía bien, comenzaría una relación con su cazador.

No estaba dispuesto a recibir reclamos o insultos de su parte por la elección de su corazón bien manipulado, pues sabía que una batalla se desataría entre su madre y él. Una en la cual temía perder los estribos y golpear a su progenitora. Aunque físicamente se parecía a su padre, su carácter era más como el de su madre, con la única diferencia que él era de mecha corta y no tenía pelos en la lengua cuando se trataba de defenderse y, de paso, herir a la persona. Tal vez su madre lo haya hecho a un lado por su nueva familia, pero, aun así, era y seguía siendo su madre por el simple hecho de haberle dado la vida se merecía su respeto.

Decisión difícil, pero lo haría, se iría de aquel lugar que una vez consideró su hogar.

Lo único que lograba sacarlo de su depresivo estado era su hermanita revoltosa y las cartas de su cazador junto con los dibujos de su padre, ellos eran su más preciada posesión, incluyendo a Satsuki ya que esta le ha soportado y ayudado más que se su propia madre.

En serio que esa chica supo cómo hacerse de un pedazo de su corazón.

La semana nuevamente comenzó, los entrenamientos siguieron y el entrenador supervisaba a ojo de halcón pues no quería que se lesionara por realizar las posiciones incorrectamente. Las clases ya no se le hacían tediosas o aburridas, pero eso no quitaba el hecho de que algunas le costaba agarrarles el hilo. Más con ayuda de su chica lo hacía, tanto era su cambio y su deseo por graduarse con notas decentes que asistía a las clases sin falta, bueno, existían las excepciones. El timbre dio el aviso para el receso, apenas iba a salir del aula cuando siente que es tomado del brazo con brusquedad para comenzar una caminata arrastras, logrando salir de la sorpresa momentánea, observó quien era su agresor pues ese pelo largo y de un color tan particular sólo lo tenía una persona, la única que poseía los tamaños para hacer lo que estaba haciendo y no salir herida en el proceso.