Rosa verde

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Una semana. Una larga semana. ¡Una jodida semana y nada de carta!

¡¿Pero quién se creía el idiota para hacerlo esperar tanto?!

Aomine ya no sabía qué hacer, el balón estaba a nada de abandonar sus manos en cualquier dirección, llevaba una semana con él, lo botaba, giraba, lo aventaba sobre su cabeza, lo usaba como almohada. Lo había movido de tantas formas que ya no sabía qué más hacer, además, comenzaba a enojarse pues tanto ruego del chico porque le diera la oportunidad, se la daba y no había carta.

–¿Dai-chan por qué haces pucheros?

Genial. Ahora resulta que hacia estúpidos pucheros sin darse cuenta.

–¿De qué hablas Satsuki? Yo no hago ningún puchero.

–Claro que si Dai-cha, llevas haciéndolos hace desde tres días.

¿Tres días? Ahora sí mandaría a freír espárragos al idiota suplicon por no darle su carta correspondiente.

–Lo estás haciendo de nuevo.

–¡Que no! –Se levantó de su asiento para dirigirse al gimnasio, les tocaba educación física y, rogaba porque eso le sirviera de algo para bajar su mal humor y distraer su mente de la dichosa carta.

Aunque lo intentó no pudo, bajo la recadera las palabras y, sobre todo, el cumplido hacia sus ojos no paraban de venir a su mente mientras se imaginaba quién podría ser, ¿sería alto, mediano, enano? ¿Pelo castaño, rubio, negro, rojo? ¿De qué color serían sus ojos? ¿Cómo sería su boca, su nariz, su cuerpo? Estas y muchas preguntas más se hacía el moreno, la carta realmente le había afectado de una forma y grado que temía, a su vez, le asustaba aceptar, pues vamos, ¿a quién le podría gustar una persona sin conocerla?

Cansado de pensar en tanta hipótesis trató de enfocarse en otra cosa, cabía la posibilidad de que la carta fuera una broma y si ese fuera el caso, que el maldito cerebro detrás de esto se cuidara, no se detendría hasta ver sangre correr. La clase le ayudó bastante a olvidar por un rato. Al término de esta, se encontraba guardando sus cosas, deseaba llegar a casa y encerrarse en su cuarto escuchando música mientras dibujaba, dio un gran suspiro, cuando levantó su libro noto el sobre negro junto con una rosa verde.

Casi grita como colegiala enamorada de un cantante o cosas así, tuvo que usar mucha fuerza de voluntad para no sonreír como idiota por la carta y la flor, terminó de meter todas sus cosas, tomó su balón para salir de ahí, caminó con su andar normal hasta que la escuela ya no se vislumbra tras su espalda para segundos después ponerse a correr como si su vida dependiera de ello.

A su casa llegó gritando que no lo molestaran, en cuanto puso los pies en su habitación la cerró de un portazo y aseguro, prendió su reproducir para que dé un momento a otro la música invadiera todo a su alrededor, se acomodó en la cama, con manos temblorosas sacó la rosa.

Observó cada raya y pliegue, desde la punta hasta el último pétalo, no creía que entre sus manos tuviera una rosa verde, no en su totalidad pues en algunas partes era débil el color y en otras se podía apreciar que el color iba en aumento. Era una rosa hermosa. La olió, joder casi se pierde con este, le fascinaba mucho el olor de las rosas, y con ésta el sujeto se había ganado un par de puntos, una sonrisa se volvió a colar en su rostro. Con manos temblorosas y mucha delicadeza dejó la flor en la cama para tomar un vaso que se encontraba en su mesa, tomó su bote de agua y lo vertió, la rosa quedó dentro del vaso en su buro.

Tomó la carta, se acomodó en la cama, cambio de canción y se dispuso a leer:


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