Valiente

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Entonces un día te despiertas y te sientes valiente, esa mañana los rayos del sol sobre tu rostro no te molestan, al contrario, te encantan porque eso significa que aquel día hará calor y aunque tu lo odies y prefieres el frío sabes que a ella sí le gusta y con sólo imaginar la sonrisa en su rostro es suficiente para ti. 

Aquella mañana al mirarte al espejo te sientes hermosa, radiante, acaricias tus curvas, las sientes suaves y deseables, no te importan los estereotipos que impone la sociedad, aquellos "quilitos de más" no sientes que sobren, sin ellos ¿dónde apretarían sus dedos para acercarte a ella?, recuerdas la sensación de sus manos sobre tu cuerpo y te enamoras un poco más de ti misma.  Aquel día eliges la ropa que más te gusta, ese pantalón negro que creías que se te pegaba mucho a las piernas y esa camiseta coral que a tu parecer enseñaba demasiado, pero hoy querías brillar, en tus pies tacones, claro que tacones, porque te encanta el sonido que hacen cuando pisas, fuerte, hoy te sientes poderosa, hoy lo eres. 

Te tomas tu tiempo y desayunas, como ella siempre te recuerda, "el desayuno es la comida más importante del día" y tiene toda la razón, esa tostada con mermelada acompañada con un café cargado te sabe a lujo ¿hace cuánto tiempo no habías tomado un simple desayuno? Tantos días perdidos haciéndolo todo siempre con prisas, sin tiempo ni de respirar. Saboreas cada bocado sin tener que mirar la reloj ni una vez, no hay prisa y lo sabes.

Observas tu coche y decides dejarlo en el garaje, al fin de cuentas tu trabajo no está tan lejos, pero que mala siempre ha sido la pereza, pero hoy no, hoy es tu día, así que decides caminar. Pasas por aquella obra que lleva en el mismo sitio desde que te mudaste meses atrás, en la misma que  aquel obrero que tanto odias, y como cada mañana te grita lo buena que estás, pero hoy no aprietas los puños ni bajas la mirada, hoy levantas el rostro, el que nunca debió estar gacho, le miras y le gritas que puede meterse sus "piropos" por el agujero que más le plazca, que ya sabes que eres hermosa y no necesitas de personas como él para que te lo recuerden, todo ello acompañada de un sutil levantamiento de dedo medio y ante su mirada atónita sonríes. Hoy es tu día y no dejarás que su estupidez lo estropee. 

Probablemente ese podría ser otro día normal en el trabajo, aguantando a los mismos gilipollas que hacen del que creías tu oportunidad de hacer lo que más te gusta, un infierno. Al parecer los astros de alinean y nadie pasa por tu mesa con la intención menospreciar tu trabajo y decirte como hacer aquello que mejor se te da, la mañana pasa tranquila y llega la hora de comer, en el bar de siempre hoy ponen en el menú del día tu comida favorita, ¿una señal? puede ser. Con el estómago lleno vuelves a sentarte en tu silla, ni 5 segundas le toma al gilipollas rey para llegar a tu puesto, evalúa tu trabajo y aún sabiendo que está bien hecho él quiere cambios, innecesarios a decir verdad, pero tocarte los ovarios es su pasatiempo favorito y lo sabes, pero aquella valentía con la que despertaste sigue ahí, latente y por primera vez no se esconde, explotas. Demasiados meses aguantando lo inaguantable, y sueltas todo, no dejas que ninguna palabra quede dentro, y mientras más hablas, él mas calla y por primera vez de la que podría ser su insignificante existencia el gilipollas rey se queda sin palabras y tu también. Se va y presientes que para no volver, y tu continuas con tu trabajo y te sientes plena.

Vuelves a casa, en el camino, aquel obrero aparta la mirada al verte y la sonrisa que tenías al despertar sigue en su sitio, brillando. Una ducha, un cambio de ropa, esta vez  un vestido negro se amolda a tu figura, sabes que es su favorito lo que lo convirtió en tu favorito también, con él puesto te sientes sexy, deseada, poderosa. En tus pies tus armas de destrucción masiva, 18 cm extra te separan del suelo, rojos como tus labios. Te miras al espejo antes de salir y te encantas. 

Llegas a aquella reunión en un tiempo récord, necesitas verla, necesitas contarle aquellos planes que hiciste en tus ratos libres en la oficina, en tu bolso sientes que esos boletos de avión pesan menos de lo que deberían, sobre aquellos trozos de papel recae un futuro, un destino. Miras tu reloj y sabes que todavía  falta  para que haga su aparición estelar, copa en mano saludas a todos tus amigos. Entre risas y copas el tiempo pasa más rápido de lo que esperas, el sonido del timbre corta aquella anécdota que te hacía ser el centro de atención, en sus rostros todavía impresa la diversión de saber que al fin le habías hecho un jaque mate al rey de los gilipollas, la anfitriona se pone de pie y anuncia que abrirá ella la puerta mientras tu cuentas el resto de la historia, con unos nervios que no tenías hasta el momento le haces caso. Las manos te sudan, la voz te tiembla, pero ellos no se dan cuenta y tu lo agradeces, entonces antes de que puedas siquiera respirar para tomar valor unos brazos muy conocidos te rodean desde atrás y una cabeza se apoya sobre la tuya, sonríes y abrazas a la persona que acaba de llegar, como una niña escondes tu rostro en su pecho como lo llevas haciendo desde que eras una cría, él suelta una risita y te abraza más fuerte. Por primera vez en el día sientes miedo, un miedo que sin aviso recorrer cada parte de tu cuerpo calando en lo más hondo de tu ser, miles de "¿y si...?" inundan tu cabeza haciéndote dudar, las consecuencias de tus actos se presentan como una película, cierras los ojos y buscas pegarte más a esa persona, hasta fundirte con ella y desaparecer. Extrañado por la duración de un simple abrazo, bromea al decir que si llega a saber que le echarías tanto de menos por irse a trabajar un par de semanas lejos, entonces tendría que irse más a menudo, sonríes y te apartas para dejarle un suave beso en la mejilla, entonces la ves. Entrando acompañada de la anfitriona, tu diosa griega hace acto de presencia, una sonrisa adorna sus rosados labios mientras suelta una delicada risa, una delicadeza tan propia de ella, siempre perfecta. Aunque a decir verdad tu la prefieres recién despierta, con los pelos por todos lados, rastros de babilla en la comisura de sus labios, ojos perezosos y voz ronca diciéndote buenos días mientras se acurruca entre tus brazos haciendo que las mantas que cubren vuestra desnudez se deslicen dejando al aire vuestros pechos, o también dejando atrás su actitud de princesa y convirtiéndose en la loba que marca tu espalda, y gime y grita sin tapujos, cuando el verde de ojos se convierten en un negro lleno de deseo. Su mirada choca con la tuya, pillándote perdida en ella y te sonríe, y en ese preciso instante sabes que el haberte despertado hoy valió la pena, sólo por esa pequeña sonrisa y cuando corre a tus brazos te derrites. ¿sus brazos no están apretando un poco de más?Te da igual e igualas su fuerza, incluso la levantas un poco y das una vuelta haciéndola reír. Con pocas ganas la separas de ti y besas su frente, te susurra un te quiero que sólo tú puedes oír y sientes más cerca un destino juntas. 

Desde aquel momento el resto de personas en aquella reunión  pierden importancia para ti, tu sólo puedes verla a ella y de vez en cuando ella también te ve a ti. Sonrisas torcidas, caricias a escondidas y miradas silenciosas os acompañan hasta el momento de la cena. Se sienta frente a ti y te encanta, cada posibilidad de estudiar su rostro y sus pequeñas manías para ti es un regalo, desde la sutileza en la que acomoda la cubertería a la derecha de su plato, la copa de agua en el izquierdo, ¿agua? ¿desde cuando no bebe vino en la cena? te da igual, te está sonriendo y sientes en su mirada el brillo que desprende la tuya, pero entonces algo cambia, ¿dónde está el brillo? ¿por qué borra su sonrisa? ¿eso es su rostro es...tristeza? ¿que está pasando? frunces el ceño, confundida, y entonces notas el silencio, te habías perdido tanto en ella que olvidaste lo que te rodeaba, las miradas se centran en  la pareja frente a ti, miras a tu alrededor, les miras a ellos, ¿que está pasando? Entonces como un tsunami llegan los aplausos y las risas, festejan algo  ¿el qué? Las sillas entonces chirrían y las personas se levantan para abrazar a la pareja, tu sigues en tu sitio sin apartar la mirada de ella. Sus ojos ahora llenos de lágrimas te observan ansiosos,  esperando tu reacción. Pero...¿reacción a qué? . 

Entonces pasa, tu valentía, aquella que te acompañó desde que te levantas se rompe como una burbuja, ¿tan frágil era? ¿era sólo una ilusión? Entonces sientes el cansancio acumulado de toda una vida de silencio, tus pies duelen, siente que el vestido enseña demasiado y te sientes desnuda, vulnerable. La realidad cae sobre ti, o ¿eres tu la que cae sobre la realidad? no lo sabes pero duele, y tanto que duele. Sientes el precipicio frente  a tus pies , con miedo preguntas que cuanto tiempo lleva sucediendo aquello, y entonces la respuesta es lo que necesitabas para saltar al vacío. Las mismas semanas que compartisteis cama, noches tras noche, las mismas semanas llenas de promesa, ahora vacías, las mismas semanas que  la hiciste tuya, nunca lo fue. Mientras tu gozabas de aquel trozo de cielo, tu hermano , antes de marchar, había dejado dentro de su mujer un retoño. 

Las lágrimas caen como cascadas de lava sobre tu rostro, pero hoy es tu día, hoy eres valiente ¿recuerdas?, entonces con la poca fuerza que te queda sonríes con la más grande y falsa de tus sonrisas y te levantas y recurres a esos brazos que tan bien te habían hecho sentir hace una horas y que ahora te provocaban tanto dolor, le abrazas con fuerza y al separarte tomas su rostro entre tus manos viendo aquella felicidad en él y le besas la frente deseándole lo mejor. Tu roto corazón a pesar de todo está feliz de que tu pequeño hermano haya creado su familia, y dando un último esfuerzo te giras hacia ella y le deseas lo mejor, sin soltar a tu hermanito del todo porque sabes que el mínimo contacto con ella sería mortal. 

Miras una última vez el reloj y sabes que es la hora, dejas la copa sobre la mesa de cristal y te levantas, las conversaciones cesan y todos los pares de ojos se posan sobre ti, sonríes y esta vez con más confianza, el alcohol en sangre siendo de ayuda, y dices que te tienes que marchar, sorprendidos hacen preguntas de por qué tan pronto, si la fiesta comienza. Para ti terminó hace mucho, pero aún así , tragándote tus emociones les anuncias que en realidad te vas de viaje y que tu vuelo sale en unas horas, más confusos que al principio te cuestionan sobre esos planes de lo que ninguno estaba enterado, bueno, todos menos una, ella enseguida lo averiguó, al fin conocía la sorpresa de la que desde hace días no parabas de hablarle, apartando la mirada se maldecía una y otra vez, mientras tú y tu risa fácil les dices al resto que te den un respiro y con toda tu dignidad te despides con la mano mientras recoges tus cosas. Una vez fuera, con una puerta entre tu dolor y tú te permites llorar y es entonces cuando el peso de los billetes de avión tira de tu hombro derecho, sacas el segundo billete y con toda la rabia y dolor lo rompes en tantos trocitos como se encuentra tu corazón y los aprietas en tu puño hasta encontrar la papelera más cercana y te deshaces de ellos.

Aquella noche abordas un avión con destino paradisíaco con la esperanza de que la valentía y la fuerza con la que despertaste aquella mañana vuelva pronto. 



Lo sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora