Siempre he creído que la opinión de las personas acerca de ciertas cosas dependen de sus experiencias propias, lo que han vivido les ha marcado hasta el punto de ser quienes son y de pensar como lo hacen, y aún así entre tantas posibilidades a veces es muy fácil encontrar a alguien que tengo al menos ideas generales muy parecidas a las tuyas habiendo vivido en mundos muy diferentes, dos mentes sin ninguna razón tangible se conectan por el parecido entre ellas, otras por la capacidad de amoldarse.
Son este último grupo el que a mi más me gusta, el que me interesa y me llena, a los que quiero cerca. Personas capaces de escuchar tu historia y no criticarla ni intentar entenderla, sólo la escuchan y se adaptan a lo que esperas después de abrirte a esa persona, porque todo sea dicho, que una persona te cuente algo no significa que necesita que le des un consejo ni te conviertas en un psicólogo y analices la situación y decidas por él, a veces sólo necesita saber que estás escuchando. Y en el momento en el que las palabras terminan el silencio es la mejor opción. Un abrazo, una caricia, la delicadeza de entrelazar sus dedos con los tuyos sólo para que sepa que sigues ahí, que puede permitirse viajar a lo más oscuro de su propio mundo porque ahí estás tu, como un ancla aferrada a la realidad del momento lista para traerle de vuelta.
En mi caso, me he dado cuenta de que cada vez que cuento mi historia existen un factor común en todas las reacciones, ya sea de profesionales, familiares o amigos, todos durante al menos un segundo guardan total silencio, más tarde existen diferentes reacciones. Pero es ese factor común, ese segundo de silencio en el que cada vez que termino de hablar me hace arrepentirme de hacerlo, durante un segundo quiero guardar mis palabras de vuelta a donde han salido, y guardar silencio, el mismo que me acompaña desde hace años. El mismo silencio disimulado tras alguna anécdota o pregunta complicada, un segundo en el que recapacito si lo que he dicho ha valido la pena o debería haberme callado. A veces me gustaría vivir en silencio y sólo escuchar, me da igual el qué, desde las olas del mar, el canto de las aves, una suave respiración, el sonido de un corazón bajo mi oreja, diferentes tipos de música, hay tantas cosas que puedo escuchar al callarme y me estoy perdiendo por miedo al silencio y su capacidad para que lo que está dentro de nuestras cabezas comiencen a funcionar, pero por alguna razón siempre me encuentro con personas que también necesitan del ruido y prefieren el silencio y al final ese ruido soy yo, contando anécdotas, haciendo reír, haciendo lo que mejor se me hace esconderme detrás del ruido que provoco antes de enfrentarme al silencio y dejar que las cosas de mi cabeza cobren fuerzas y empiecen a hablar y me toque a mi callar.
Sinceramente no sé si alguien lee lo que escribo, y en realidad tampoco es que me importe, si estás leyendo esto no es por ti, es porque no escribo para ti, escribo para mi, y lo siento si no eres capaz de entender mi caos, pero si te sirve de consuelo yo tampoco así que estamos en un empate.
Pero por el momento esto es lo que te puedo decir de mi, me llamo Sonia y estoy tan perdida en mí misma que he perdido la capacidad de elegir sobre ciertas cosas y no sabes lo mucho que odio eso, al menos la parte irracional que es la que mayormente gobierna mi cabeza, lo hace, la parte racional lo entiende, entiende que es provisional, porque existen dos salidas posibles, o al final consigo salir de esto y ser capaz de tener el control de mi vida nuevamente, o simplemente decido deshacerme de ella.
Lo siento si son palabras difíciles de leer o incomprensibles, pero son las que nacen desde lo más hondo de mi.
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Lo siento
RandomHistorias sin un principio y sin un final Historias que nacen y mueren en un pestañeo Historias que narran una mente oscura y perdida, la mí. Bienvenidxs.