Sinceramente creo que la vida se basa en pequeños instantes, segundos en el que el mundo deja de girar y te toca tomar una decisión y a continuación ejecutar una acción. Desde el instante en el que te paras y miras a ambos lados antes de saltar hasta ese momento de magia en el que tu nariz roza la suya y sabes que queréis lo mismo y te toca decidir si dar el primer paso o dejar que la otra persona lo haga. El momento en el que al fin tienes a la persona que quieres delante tuya y no sabes si correr hacia ella o salir corriendo. El instante en el que al filo de precipicio evalúas si es mejor saltar o dar media vuelta y volver a casa a seguir intentándolo. Es justo esta última la que lleva en mi mente tantos años, como podemos ver, cada día decido dar media vuelta, una y otra vez, mil razones me hacen volver, pero otras mil me invitan a saltar. En los días buenos pienso en todos los instante bonitos que tiene mi vida, el sonido de la llave al encajar en la cerradura y escuchar esas patitas que vienen a darme la bienvenida, el momento en el que mi madre me susurra un "te quiero" entre sus brazos, un mensaje que dice "baja hostia" y mientras me calzo sonrío por la chapa que me voy a llevar por hacer esperar a las que dejaron de llamarse mejores amigas y se convirtieron en mi familia. Pero como ninguna historia es de color de rosa la mía no iba a ser menos, y como siempre llegan los días malos y ahí los instantes se convierten en recuerdos, tan simples como horribles, el sonido de su respiración en mi oído, el tacto de su mano sobre la mía, los susurros que él creía que no oía, pero que a día de hoy me persiguen, son todos y cada unos de estos momentos los que me llevan paso a paso al acantilado, pero he de admitir que lo que me lleva a querer saltar no sólo se basa en simples pesadillas, también existen los demonios que él creo y aquellos que yo misma me inventé como excusas baratas para darme por vencida y no enfrentarme al gran problema, convertí cada bache en mi camino en un pozo sin fondo, y una y otra vez me hundí, y cada vez sin menos ganas de querer salir. Me convertí en lo que soy a día de hoy, una cáscara vacía. Sin nada que aportar, algo tan muerto por dentro que es incapaz de sentir.
En los últimos meses los días malos aplastan a los buenos y cada día veo más cerca el vacío a mis pies, las olas chocan contra las rocas y ese sonido me llama, pero para poder saltar tengo que hacerlo bien, tengo que dejar cada lazo atado, necesito ayuda para decidirme si realmente es lo que quiero hacer o solo es la salida fácil que he encontrado, supongo que eso es algo que todavía tengo que pensar y aclarar.
Hasta entonces viviré en ese instante, detendré mi mundo un tiempo y entonces ya se verá.
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Lo siento
RandomHistorias sin un principio y sin un final Historias que nacen y mueren en un pestañeo Historias que narran una mente oscura y perdida, la mí. Bienvenidxs.