Febrero.

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Y pasaron los días.

Sin ella.

Hasta que apareció un día de febrero, frío, como ella.

Y él solo se acercó y la cogió de la mano, llevándola a su rincón, sin decir una palabra.

-Te fuiste. Te fuiste sin avisar, en un cerrar de ojos, te fuiste cuando más te necesitaba.

Y sé que lo hiciste para escapar, de todo esto, de este nuevo sentimiento, de mí. Lo hiciste porque tienes miedo, lo sé, tienes miedo de que te hagan daño, porque ya has sufrido demasiado, tienes miedo de que alguien consiga entrar en tu mundo.

Y no te puedo prometer que no te vaya a hacer daño, porque no puedo, solo puedo prometer que haré lo imposible para que seas tú la que me hagas daño en vez de yo a ti, solo puedo prometerte eso.

Y no te voy a pedir ninguna explicación, porque no la quiero, solo quiero que te quedes, conmigo.

Y ella con lágrimas corriendo por sus mejillas, solo pudo abrazarlo, como nunca antes nadie había hecho.

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