Esperanza.

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Y él salió de allí, con el rechazo silencioso de aquella chica todavía dando vueltas en su interior.

Y se sentó en cualquier parte, porque le daba lo mismo, se sentó y abrió uno de los libros que ella le había devuelto. Simplemente para tenerlo en las manos y olerlo, oler las mismas paginas que ella había leído, que ella había tocado y sentido.

Pasando rápido las hojas llegó al final, encontrándose palabras que no habían sido escritas por ninguna máquina, sino por ella.

Y pudo ver un mar de preguntas, preguntas hechas al azar, preguntas sin destinatario

«¿No es precioso el cielo lleno de estrellas?»

«¿Cómo se sentirá el mundo al ver lo que los humanos estamos haciendo con él?»

«¿Por qué las mejores personas son las que más sufren?»

y algunas dirigidas a él, supuso.

«¿Qué ves cuando no miras nada?» «¿Qué piensas cuando te quedas mirándome fíjamente y sonríes? »

Y cuando quiso volver a su orilla del lago, ella ya no estaba allí.

Otra historia más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora