Día 4 - Espada

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Era un día agradable, los cálidos rayos del sol bañaban su piel infantil, era un niño del sol, siempre se sentía lleno de energía cada mañana y nada la impedía salir en un bello día, ni siquiera el mismo calor. Con sus rubios mechones meciéndose al compás de sus pasos, caminaba alegremente mientras cantando al ritmo de las aves que cantaban en las ramas de los árboles se aproximaba a su pequeño lugar especial.

Cada paso era un latido. Sabía que al llegar a ese lugar, le estarían esperando.

«Pero... ¿quién se supone me está esperando?»

Los molestos rayos del sol le despertaban forzosamente junto con el calor al contacto con su piel. Tocó sus ojos y de nuevo habían lágrimas en ellos, últimamente cada mañana era igual, con la sensación de haber soñado algo importante, pero olvidarlo completamente en la mañana. Con cierta pesadez se sentó al borde de su cama, dejó de lado su gruñón estado al despertar cuando miro al lado de su cama una caja.

-Aunque antes hubiese sido la última  persona de la que hubiese querido recibir algo, quizás no sea tan malo.

«No solamente por ser una bestia significa que deba ser malo..¿no?»

Colocándose su obsequio para poder ver más nítidamente se dirigió una vez más a su ventana. Aunque odiase el sol en la mañana, en ese momento no parecía importarle.

Una vez bañado y cambiado, se decidió ha bajar para desayunar. Aunque una vez frente a la puerta se encontró incapaz de empujar la puerta.

-¿Kuroo estará ahí cierto? Luego de mi comportamiento de ayer...- le dio vueltas al asunto en su mente.

-Buenos días- susurró una voz cerca de su oído.

Casi como un reflejo llevó su mano para golpear como defensa propia a la persona que se encontrará detrás de él. Pero dicho golpe fue detenido sin esfuerzo, su cuerpo empezó a erizarse hasta que vio al pelinegro detrás.

-Perdona, no era mi intención asustarte.

-No, no lo...- el rubio calló.

Ante un detalle que le llamó fuertemente la atención.

-Deberíamos entrar y comer...-propuso de inmediato Tsukishima soltándose del agarre de Kuroo.

Ciertamente era una situación extraña. Oficialmente no estaban en malos términos más sin embargo la situación en el comedor era de tensión.

Incluso el pequeño pelinaranja les miraba con preocupación desde la seguridad de la cocina.

-¿Habrá pasado algo de nuevo?- pronunció casi para sí mismo.

-Nada por lo que debas preocuparte- respondió una voz.

Causándole un sobresalto a Hinata, se giró para ver el pelirrojo con una sonrisa como usualmente acostumbraba.

-Superior...¡Algo malo les paso a sus altezas! - sollozó en silencio pero expresando a su vez preocupación.

-No fue algo "malo", Hinata, pero sí, algo sucedió entre ellos.

-¿Cómo sabe que no fue algo malo?- preguntó Hinata, dirigiendo su mirada a ellos. - Están como el primer día...

-Debes mirar con más atención. El primer día ellos se odiaban sin fundamentos y ni siquiera soportaban estar en la misma habitación, más sin embargo ellos ahora...- Tendou llevó primero su dedo para señalarlos nuevamente.

Ambos con cierta fallida discreción, se espiaban mutuamente, a veces por segundos, otros por instantes, pero ante la mirada del otro, rápidamente desviaban sus ojos. Era fascinante, pero al percatarse de este detalle, la tensión no parecía estar ahí.

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