¡TARTA!

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-Menos mal que no te has manchado el vestido, mi hermana me mataría.

-Y a ti solo te preocupa el vestido de tu hermana…

Llega el camarero. Nos sentamos en la mesa.

Empiezo a comer sin levantar la mirada del plato y varias veces mirando a la rubia. Ian no parecía notar nada.

-¿Está bueno?

-Si-digo sin dejar de comer, estaba riquísimo.

-Y te has maquillado y todo.

-Vaya, ya veo que eres un gran observador, mereces una medalla.

-Vamos, señorita Smith, disfruta de la comida y deja por una vez de ser tan insoportable.

-¿Yo insoportable? No haberme invitado si ya sabes como soy.

-Apenas se cómo eres.

-Sabes lo justo y necesario para no dejarme en paz.

Él sonríe.

-Me atraen las personas misteriosas.

-A usted le atrae todo.

-Sobre todo las viejecitas, no puedo resistirme a las que llevan andador -dice arqueando y levantando las cejas.

Río y le tiro la servilleta en la cara.

Coge un poco de pan y me lo tira, pero yo abro la boca y me lo como.

-La comida no se tira.

-Al menos veo que le han enseñado modales en la mesa.

-Porque no tenga tanto dinero como tú, no significa que no me sepa comportar. Disculpa un momento.

Me giro.

-Oye guapa, ¿quieres una foto?

-¿Eh?

-No, es que como no dejas de mirarme…

-Perdona, a mí no me hables así.

Me levanto de la mesa y ella también se levanta.

-Estás perdonada-digo sonriendo.

Me mira con odio. Me siento en la mesa y me quedo mirando a Ian.

-Woo, esa faceta tuya no la conocía. La has dejado peor que cuándo la dejé yo.

Ríe.

-¿La conoces?-digo acercando mi cara a la suya

-Sí. Fue mi primera novia en el instituto.

-¿Qué desean tomar de postre?

-El especial de la casa-contesta Ian.

-Ahora mismo se lo traigo.

El camarero se va.

-Cuenta, quiero saber cómo pasó.

Realmente quería saberlo, la muy zor….me había desafiado.

-Me la presentaron unos amigos y al poco tiempo empezamos a salir. Ella no dejaba de llamarme a todas horas y empezó a ser demasiado molesto. Le mandé un mensaje diciendo que la dejaba.

-Oh, cruel por tu parte-digo sonriendo con malicia.

Nos traen el postre. Veo por el rabillo del ojo que la rubia se levanta y va directa a nosotros.

-Hola Ian. ¿Cómo estás? Cuánto tiempo.

-Hola, bien, gracias.

La rubia le planta dos besos en las mejillas.

No me busques, nadie me necesitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora