Llevo la chaqueta de Ollie sobre los hombros y
sujeto mis sandalias de tacón por las tiras
mientras
caminamos por la playa privada que hay detrás
de la casa de Evelyn. Estoy segura de que no
podemos
estar aquí, pero me da igual. Empujo las olas
con la punta del pie y lanzo gotas de agua de
mar en todas
direcciones. Es una travesura. Es agradable.
—¿Cómo está Courtney? —le pregunto—. ¿Se
alegra de que hayas vuelto?
En lo que concierne a Ollie se trata de una
pregunta delicada.
Courtney es su novia de a ratos sí y a ratos no.
«A ratos sí» porque es fantástica, y Ollie sería
un
idiota si cometiera la estupidez de echarlo todo
por la borda. «A ratos no» porque el muy tonto
ya ha
cruzado esa línea más de una vez.
—Está comprometida —me dice.
—Oh, vaya…
Soy incapaz de disimular el tono de decepción
de mi voz.
Debería sonar consoladora y decirle que
encontrará a otra igual de fantástica, pero lo
único que se me
ocurre pensar es qué habrá hecho.
De repente suelta una carcajada.
—¡Te lo has creído, boba!
—Menudo susto me has dado —le digo y le doy
un puñetazo amistoso en el hombro—. Por un
momento pensaba que habíais roto.
Su expresión se torna seria.
—Estuve a punto. Nueva York ha sido duro.
Estar sin ella y sentirse tentado… Pero se
acabó. Es la
única mujer para mí. Joder, ______(tn), no sé
cómo lo he hecho para conseguirla.
—La has conseguido porque eres un tío
estupendo.
—Soy un desastre, y tú lo sabes.
—Todo el mundo es un poco desastre, pero
Courtney ha sabido ver el Ollie que hay debajo
y te
quiere.
—Es verdad que me quiere —contesta con una
sonrisa maliciosa—. Me asombra pero es cierto.
—
Me mira de reojo—. Y hablando de desastres,
¿qué tal estás tú?
Me envuelvo un poco más en su chaqueta.
—Estupendamente, ya te lo he dicho.