Pervertido

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—... Y así es como se anota una carrera.—Terminó de explicarle a Bill mientas balanceaba su bate de un lado a otro.

—Qué divertido woah... —Dijo mirando a otro lado.

Eso no le interesa ni un poco.

—¿Lista, ratita?—Sujeté mi cabello con una goma, dejando que unos mechones cubrieran mis orejas, me quité mis lentes y tomé con fuerza la pequeña pelota entre mis manos.

—¡Come on, girl!—Dijo con una sonrisa, apuntándome con el bate.

Sonreí para mis adentros antes de lanzar la pelota. Desafortunadamente para mí, Danielle logró golpearla, lanzándola de regreso.

Apenas tuve tiempo de tirarme al suelo.

—¡¡JAJAJAJAJAJA!!—No había necesidad de decir quién se estaba riendo de mi cara manchada con tierra.

—Cuidado, Danielle.—Le reprendí, recogiendo el proyectil... Digo, la pelota de béisbol.

—Lo siento, Judi.—Se disculpó balanceando su cuerpo, riendo tontamente y limpiando el sudor de su frente.

—Aqui va de nuevo.—Avisé antes de lanzar nuevamente la pelota, esta vez con un poco más de fuerza.

Rayos, Judith, cálmate un poco. Respira, mujer.

En cámara lenta, ví cómo Danielle tensaba su cuerpo antes de golpear la pelota y posiblemente lanzarla al otro lado de la calle. También, observé cómo, por el impacto entre éste y la pelota, el bate se partía en dos.

¿Acaso es posible que una niña de 7 años rompa un bate de béisbol al golpear una pelota?

—¡Eso es un home round!—Festejó saltando en su lugar. Hasta que miró su bate de béisbol y su rostro se deformó.—¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHH!!!

Mierda, Danielle si que tiene buenos pulmones.

Tanto Bill como yo cubrimos nuestros oídos.

Pasaron 30 segundos... 1 minuto... 5 minutos...

¿Cuando se iba a callar?

—Cállala.—Gritó Bill hacia mí.

—¡Danielle, calma!—Grité lo suficientemente alto para que lograra escucharme.

Dejó de gritar y me observó con los ojos abiertos de par en par, completamente seria.

—Lo rompí... —Dijo calmada. Incluso parecía que estaba en una especie de trance.—Mi juego es en 2 horas y no tengo mi bate... ¡¡¿COMO QUIERES QUE ME CALME?!!

Está niña va a dejarme sorda un día de estos.

—Si un bate de béisbol quieres, yo te puedo dar uno.— Bill se acercó a Danielle con una gran sonrisa... Eso no me inspira confianza.—A cambio de que dejes de gritar y te calles.

—Hecho.—Ni lo pensó dos veces... A decir verdad, creo que ni siquiera lo pensó en absoluto.

Bill suspiró y chasqueó sus dedos.

El bate en las manos de Danielle comenzó a ¿Regenerarse? Si, a regenerarse lentamente hasta que se arregló por completo.

—Ahí tienes. Esa cosa ahora es más resistente que un refugio anti bombas...—Abrí los ojos como platos al escucharlo. Y por mi mente, cruzó la idea de que ese ex triangulo no era tan malo.— Ahora deja a mis oídos humanos tranquilos.

Y... Esa idea se fue...

—Iré por la pelota.—Si tenía un poco de suerte, la pelota no habría roto ningún vidrio de un auto o el cristal de alguna casa.

De ser así, de verdad que tendríamos problemas.

**

Media hora después, sin ningún cristal roto (Afortunadamente), decidimos que había sido suficiente entrenamiento y era hora de una buena ducha.

Había perdido la cuenta de las veces en las que tuve que tirarme al piso para no terminar con una contusión en la cabeza por causa de una pelota de béisbol y las veces en las que cierto demonio se reía de mi condición.

Suspiré cuando el agua de la regadera cayó por mi cuerpo y relajó mis adoloridos músculos.

Normalmente los entrenamientos con esa ratita hiperactiva no eran tan pesados, pero con los múltiples gestos y burlas de Bill hacia mí, jugar béisbol con mi hermana menor hacía de todo menos relajarme.

  — ¡4 Ojooos!— Gritó cierta voz interrumpiendo mis pensamientos y abriendo la cortina del baño.

— ¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHH!!!

Sin pensarlo, mi puño fue a dar directo en su nariz y mis manos jalaron la cortina para cubrirme.

— ¡¿Que te pasa, mujer?!— Gritó con ambas manos en su nariz.

— ¡¡Fuera de aquí, pervertido!!—Mi rostro se sentía caliente, estaba segura que mi rostro parecía un tomate.

  — ¿Tomate? Por favor, tu cara es una jugosa manzana madura... Hasta me dan ganar de morderte.—Se encogió de hombros, olvidando que su nariz posiblemente estaba del mismo color que mi cara.

— ¡¡Largo!!— Señalé la puerta.

— Tranquila, little apple.— Dijo dando media vuelta y girando la perilla de la puerta.—Solo venía a decirte que terminé de leer tu precioso libro... Y que tomé prestada ahora la segunda parte. Te la devolveré cuando termine de leerla... Tiene buenos gustos de lectura. Tal vez podamos recrear una escena algún día. Tú interpretando a  la señorita Steel y yo al apuesto megalómano con un penhouse en un edificio de lujo en Seattle.— Y tras decir eso, se fue.

Vuelvo a decirlo, pervertido.

La lista de los adjetivos que lo describen se estaba volviendo cada vez mas larga... Al igual que los apodos con los que me llamaba.

  

¿Cuarta pared? ¡Ja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora